El 19 de mayo cumple años Elena Poniatowska, ícono del mejor periodismo, del compromiso con múltiples causas sociales, de la literatura como vaso comunicante con lo profundamente humano. Van unas cuentas estampas de su exuberante vida.
I. Nace en Francia el 19 de mayo de 1932. La bautizan como Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor. Llega a México a los 10 años. Aprende español y realiza sus estudios de educación básica en escuelas privadas. También toma clases de francés, piano y danza. A los 17 años es enviada a Estados Unidos, internada en colegios católicos.
II. Regresa a México, toma clases de mecanografía y comienza a trabajar de secretaria bilingüe, oficio que pronto abandona para explorar el periodismo. En 1953 comienza a colaborar en el periódico Excélsior, donde publica una entrevista diariamente. Dos años después se pasa al Novedades.
III. Su estilo, caracterizado por una curiosidad candorosa, espontánea y directa, refresca el periodismo de la época, estancado en el acartonamiento, el disimulo de los problemas sociales y el oficialismo. Su prosa es limpia y logra transmitir el ánimo y el pulso de sus entrevistados, que terminan confesando aspectos desconocidos. En sus escritos se percibe el arte de escuchar, diría Octavio Paz.
IV. En 1962 trabaja como asistente de Oscar Lewis, uno de los creadores de la “escritura testimonial”. A partir de esta experiencia, que marcará su trayectoria, Poniatowska emprende un trabajo de largo aliento mediante una serie de entrevistas a una mujer humilde que utiliza como base para escribir una novela donde lo social y lo político van de la mano de la historia personal. Publicada en 1969 con el título Hasta no verte Jesús mío, confirma ante el público las cualidades literarias de Poniatowska.
V. Con el movimiento estudiantil de 1968 lleva esa técnica hasta el límite para crear un relato polifónico: La noche de Tlatelolco, publicado el 1971. La audacia al abordar temas “de los que no se habla”, y hacerlo a través de los testigos, crea grandes fisuras en el hermetismo institucional.
VI. Aborda la guerra sucia y la represión en los reportajes que dan cuerpo a Fuerte es el silencio (1980). Elena ya es un referente del periodismo crítico y comprometido. Se interesa en movimientos comunitarios, laborales y de género, así como en la creación artística. Combina la publicación de entrevistas y crónicas, con labores de investigación para redactar ensayos y con la escritura de textos literarios.
VII. En la década de 1980, en la cima del prestigio periodístico, decide enfocarse en la literatura. “Creo haber ganado el derecho a escribir lo mío”, dice. Pero un hecho dramático sacude su “sentido del deber” y vuelve, para abordar el terremoto de 1985 en la ciudad de México. Las estrujantes crónicas publicadas en La Jornada, darán cuerpo al libro Nada, nadie. Las voces del temblor, publicado en 1988.
VIII. Es unánime el reconocimiento a sus cualidades periodísticas, pero Elena insiste en que la literatura ya es un camino sin retorno. Esto no es obstáculo para que exprese abiertamente sus ideas, sus críticas a la injusticia social, su solidaridad con las sectores desfavorecidos y su simpatía por la política de izquierda, lo cual le acarrea ataques del gobierno en turno, de columnistas e incluso de diplomáticos extranjeros.
IX. Poniatowska ha recibido 8 premios literarios incluidos el Rómulo Gallegos (2007) y el Nacional de Ciencias y Artes (2002). También cinco premios periodísticos, incluido el prestigiado María Moors Cabot (2004). Se le ha distinguido con siete premios y reconocimientos de corte social y con el doctorado Honoris Causa en nueve universidades nacionales y extranjeras.
X. En 2013 recibe el Premio Cervantes, el más alto reconocimiento para un escritor en lengua española. El jurado reconoce: “Brillante trayectoria literaria en diversos géneros […] Su obra destaca por su firme compromiso con la historia contemporánea. Autora de obras emblemáticas que describen el siglo XX […] Elena Poniatowska constituye una de las voces más poderosas de la literatura en español de estos días”.
XI. En 2013, tras recibir el Premio Cervantes, la prensa preguntó a Elena qué más le faltaba en la vida. Con su característico estilo, respondió: “Ya solamente me falta colgar los tenis” (morir).
XII. Pero en tanto llega ese momento, Elena sigue escribiendo y levantando la voz ante las injusticias, reclamando la presencia de la ética en la vida pública. En cada oportunidad, en cada foro, ha denunciado la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa en septiembre de 2014 y otras injusticias, como fue el encarcelamiento de Nestora Salgado, líder de las autodefensas comunitarias de Guerrero. Dice ya no tener la misma fuerza, pero su conciencia social se mantiene inquebrantable. En 2017, al cumplir 85 años, comentó sentirse con tristeza indignada por la situación que vivía México. En diciembre de 2018 fue de los invitados a la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México, un luchador social de izquierda a quien Elena había apoyado por muchos años.
[ Gerardo Moncada ]
Notas relacionadas
De cuando Elena Poniatowska oscilaba entre dos aguas: el periodismo y la literatura.
Nada, nadie. Las voces del temblor.