Guía de estrategias web para ONGs. Parámetros y referencias para los profesionistas que conociendo poco o nada de este sector han decidido incursionar en él.
Por: Gerardo Moncada
Al buscar en Google los sitios web de México con la terminación “.org” (organizaciones civiles) obtenemos más de 460 mil resultados que si bien incluyen organizaciones no lucrativas con propósitos educativos, religiosos, gremiales, de salud, políticos o de esparcimiento, también encontramos sitios personales y de programas de gobierno, sindicatos, partidos políticos, embajadas, venta de productos o servicios y hasta de corporaciones, instituciones bancarias, cámaras empresariales y asociaciones patronales.
Por ello, regresaremos a algunas definiciones básicas. En términos generales, las ONG son agrupaciones independientes de los partidos políticos y del gobierno, cuyas actividades no tienen fines de lucro y operan en espacios públicos atendiendo problemas o carencias sociales de los que no se ocupa el Estado. Además, las ONG actúan como canales de agregación, articulación y representación de intereses ciudadanos, y generan oportunidades de participación e influencia para grupos excluidos de la representación política. En lo económico, dependen de donaciones y servicios voluntarios.
Esta definición, que podría parecer amplia, resulta precaria para entender el complejo y heterogéneo entorno de las ONG y la sociedad civil. A ese entorno podemos aproximarnos a través de varios caminos.
6-a La sociedad civil y su imprescindible potencial político
Se suele afirmar que la sociedad civil debe actuar al margen de la política. Incluso se le atribuye una connotación negativa a las actividades ciudadanas que irrumpen en este campo al señalar que sus demandas “se han politizado”, como si con ello perdieran legitimidad. Sin embargo, esta aseveración carece de fundamento político e incluso histórico, como demuestra Benjamín Arditi en su estudio Trayectoria y potencial político de la idea de sociedad civil.
El autor pasa revista al valor político que han dado a la sociedad civil autores como Thomas Hobbes, John Locke, Federico Hegel, Adam Smith, Carlos Marx y John Stuart Mill. En las últimas décadas, dice, su empuje abrió espacios políticos a nuevos actores y creó condiciones para cambios institucionales. El escenario se pobló con múltiples reivindicaciones, expresión de una sociedad multicultural que demostraba su capacidad de negociación política.
6-b Escenario de resistencia: de la exclusión a la incidencia
En el presente, los gobiernos oscilan entre el paternalismo y la represión. Y en ese espacio que va de la dádiva al garrote se mueve la sociedad civil –no necesariamente organizada- reclamando sus derechos.
En su estudio ¿Ciudadanía emergente o exclusión? Movimientos sociales y ONGs en los años noventa (Revista Mexicana de Sociología, UNAM, 4-1994), Elizabeth Jelin analiza la dinámica social durante el último tercio del siglo XX, en un escenario de ruptura, de transformación política y de resistencia.
6-c Diversidad de las ONG: un poliedro centelleante
Al ser producto y expresión de la creciente diferenciación social, la sociedad civil organizada manifiesta esa diversidad en su interés por muy variados valores y derechos, respondiendo a la necesidad de conferir un sentido social a los cambios políticos que -en México y muchos otros países- han sido acompañados por el retiro del Estado de importantes áreas económicas y sociales, el debilitamiento del corporativismo, la incompetencia gubernamental ante emergencias y un fuerte descrédito de los procesos electorales.
Una aproximación a la heterogeneidad de las ONG la realizó Sara Gordon en su estudio La cultura política de las organizaciones no gubernamentales en México (Revista Mexicana de Sociología, UNAM, 1-1997). Mediante un análisis transversal, identifica varias categorías para clasificar a las ONG: objetivos, origen ideológico, estructura organizativa, tipo de población con el que trabajan y metodología de trabajo. La autora también señala los puntos de coincidencia.
6-d Riesgos, debilidades y un poco de autocrítica
A las dificultades inherentes a las tareas y objetivos que se fijan las ONG, se suma una serie de condiciones adversas, de carácter interno y externo.
En un documento de trabajo, el Grupo de Estudios Ambientales (GEA) refiere seis situaciones de riesgo para las ONG: 1) represión y hostigamiento gubernamental, 2) infiltración de espías, 3) proliferación de “ONG” afines al gobierno, 4) estrangulamiento de fondos provenientes del extranjero, 5) cooptación de miembros por partidos que ofrecen puestos electorales, y 6) surgimiento de organizaciones “pantalla” vinculadas al narcotráfico.
En efecto, las ONG suelen ser víctimas del robo de archivos y equipos electrónicos, están expuestas a sobrevigilancia, amenazas, accidentes automovilísticos rara vez esclarecidos y la infiltración de personas que espían las actividades de la organización y eventualmente las obstaculizan o generan conflictos internos. Pero quizá su punto más débil es el financiero.
La mayoría enfrenta problemas económicos. Algunas dependen de fondos provenientes del extranjero que con diversos argumentos llegan a ser frenados por el gobierno. Asimismo, es común que las autoridades otorguen apoyos discrecionalmente y favorezcan a las organizaciones que consideran afines, en detrimento de las que son independientes.
La sociedad mexicana no actúa como contrapeso en el financiamiento de las ONG. Un estudio realizado en noviembre de 2006 por la organización estadounidense Care2 reveló que las donaciones filantrópicas en México representan apenas el 0.06% de su modesto Producto Interno Bruto, mientras en Inglaterra ascienden al 0.73% y en Estados Unidos al 1.67%.
Ante la estrechez económica, una gran parte de las ONG carece de personal profesional, ofrece limitadas prestaciones e incluso tiene dificultades para atender sus obligaciones fiscales.
Por ello, aunque resulte contradictorio, un elevado número de organizaciones no gubernamentales decide solicitar ayuda financiera al gobierno. Hasta septiembre de 2007, un total de 5 mil 730 ONG se habían registrado ante el Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol) para poder solicitar recursos públicos federales (93% más que en diciembre de 2005). Pero únicamente 200 reciben fondos cada año, principalmente de las secretarías de Desarrollo Social Economía y Educación Pública, y bajo procedimientos en los que domina la discrecionalidad en función de los viejos mecanismos de clientelismo político (El Universal, 17 septiembre 2007).
Otra dificultad es la existencia de organizaciones que confunden al público, ya que obedecen a intereses gubernamentales, empresariales, partidistas; se apropian del trabajo ajeno, e incluso realizan actividades que rayan en lo ilícito.
Además, al no existir reglas claras, los gobiernos canalizan recursos a organizaciones con las que tienen afinidad ideológica (gobierno de Vicente Fox con el grupo ProVida) o para favorecer a gente cercana (fundación Vamos México, encabezada por Martha Sahagún, esposa del presidente Fox).
En ese sentido, se debe reconocer que también existen ONG pequeñas, cuya influencia pública es prácticamente nula y que sólo sirven de soporte económico a sus dirigentes.
Por todo lo anterior, GEA propone una definición para las ONG: organismos de utilidad pública que propician la organización y participación ciudadana en las cuestiones de interés público; y que ese sea el carácter reconocido y estimulado por el gobierno, sin pretender controlarlas.
Ahora bien, además de las amenazas externas, las ONG enfrentan riesgos que derivan de su propio desempeño. Sara Gordon identifica dos: el fomento de la discrecionalidad y el autoengaño. Respecto al primero, señala que el reto para las ONG es abandonar los canales informales de la negociación política, ya que estos propician justamente lo que se combate: discrecionalidad, arbitrariedad, incumplimiento de los mecanismos obligatorios para rendición de cuentas y abandono de los instrumentos institucionales de control.
En cuanto al autoengaño, refiere que la capacidad de las ONG para servir de contrapeso al poder del Estado en regiones y campos normativos tiende a dar un efecto magnificador a sus capacidades y potencialidades. Además, su acceso a la voz pública produce una idea de representatividad (aunque ésta no sea efectiva), validada al asumir objetivos socialmente legítimos, aunque sólo sean portadoras de una representación simbólica. La existencia de un sistema de comunicaciones rápido y de múltiples vías agiliza y da fuerza a este efecto magnificador.
Para abundar en este tipo de riesgos, ya en el terreno de la autocrítica, destaca el documento Algunas tendencias poco saludables en la acción de las ONG, donde la organización GEA señala que si bien las ONG ejercen sus actividades con autonomía, con aversión a las estructuras verticales, centrando su identidad en sus logros y su actividad en proyectos, estas características parten de acertadas críticas a las instituciones y de la necesidad de diferenciación, pero a veces producen tendencias poco saludables como el sectarismo, la “proyectitis”, el maternalismo, el “democratismo” y le “minimismo”. Veamos a qué se refiere:
Sectarismo: para construir una organización es necesario dotarla de una identidad, un nosotros diferenciado de los otros, pero al poner énfasis en las diferencias e incluso acentuar la crítica a otras organizaciones limita las posibilidades de asociación y trabajo conjunto, exacerba las diferencias y propicia el aislamiento.
Democratismo: como reacción al desmedido centralismo y autoritarismo de las instituciones, se procuran procedimientos democráticos que en caso extremo provocan desorden y diluyen la asignación de responsabilidades y toma de decisiones. Incluso este énfasis en la democracia llega a introducir conflictos en los grupos de la sociedad con los que se trabaja, los cuales ven alterado su sistema normativo.
Proyectitis: este problema puede llegar a ser inducido por las instancias de financiamiento que operan a partir de proyectos, aunque también es una manifestación extrema de la necesidad de enmarcar las actividades para evitar la dispersión de esfuerzos, aun cuando los procesos suelan rebasar los marcos de lo proyectado.
Maternalismo: responsabilidad mal entendida sobre los beneficiarios de las actividades de la ONG; actitud confusa de identificación y apropiación de los proyectos y sus beneficiarios, que la ONG convierte en “sus comundades”. Al final, reproduce el mensaje de “deuda” del paternalismo así como la dependencia de los beneficiarios respectos de los asesores o grupos de acompañamiento.
Minimismo: en contraposición a los proyectos demasiado amplios que pretenden masificar respuestas o soluciones, la ONG centra sus esfuerzos en pequeñas iniciativas, mucho más eficientes pero con un alcance minúsculo en cuanto a impacto social.
6-e El escenario global
Al tiempo que la globalización financiera quebraba los límites territoriales, también establecía las condiciones para el surgimiento de canales de acción internacional. Arditi considera que hoy la vida política se define en tres ámbitos: el de los partidos políticos, el de los movimientos y organizaciones de la sociedad civil, y el supranacional, donde activistas globales buscan universalizar derecho (humanos, laborales), regular a organismos trasnacionales e impulsar a través de internet una opinión pública global.
En el espacio de la globalidad, encuestas internacionales de opinión pública mostraron en junio de 2006 una elevada confianza en las ONG, por encima de la credibilidad de los gobiernos y las empresas. Stephen Corry, director de Survival International, lo explicaba así: “Los gobiernos y las corporaciones suelen abusar de los individuos y de pueblos enteros. El sector de las ONG es ahora la expresión formal de muchos movimientos públicos que siempre han buscado encarar estos crímenes con justicia y verdad”.
Sin embargo, no conviene generalizar. De la misma manera que a escala nacional empresas y gobiernos incursionan en el ámbito de las ONG para incidir sobre la sociedad civil, este procedimiento también se presenta a escala global. Elizabeth Jelin advierte: dado que la fragilidad de las ONG reside principalmente en la falta de autonomía financiera y las agencias de cooperación internacional deciden las prioridades de su política de apoyo, éstas últimas tienden a influir sobre sus beneficiados para eventualmente esas organizaciones cambien su orientación hacia proyectos donde el retorno de inversión y la eficacia pueden ser fácilmente medidos.
En algunos casos, esta influencia ha adquirido modalidades perniciosas, en particular con las llamadas ONG “para el desarrollo”. Yves Engler, autor de Canada in Haiti: Waging War on the Poor People, refiere el caso de varias ONG canadienses que se financian con dinero de su gobierno para desarrollar programas de ayuda en naciones que son afectadas por intervenciones militares realizadas, en algunos casos, con la participación del propio gobierno canadiense.
Este tipo de casos ha generado una intensa crítica al desempeño de muchas ONG internacionales. Diana Johnstone en su libro Fool’s Crusade denuncia el papel que juegan estas organizaciones cuando desempeñan actividades y ofrecen servicios que deberían estar en manos del gobierno local.
La autora refiere casos polémicos que han derivado en acusaciones de debilitamiento de gobiernos, intervencionismo, manipulación de la sociedad civil.
Curiosamente, estos mismos argumentos han sido utilizados por gobiernos y empresas para deslegitimar las demandas de cambio por parte de las ONG.
Con la intención de marcar distancias, en junio de 2006 once ONG internacionales de derechos humanos, medio ambiente y desarrollo social suscribieron públicamente los primeros estatutos globales de responsabilidad para el sector no lucrativo. La iniciativa estableció estándares de responsabilidad y códigos de conducta que incluyen: buena administración, respeto a principios universales, no discriminación, independencia, programas eficaces, vindicación responsable, transparencia y recaudación ética de recursos.
Las organizaciones firmantes fueron: ActionAid, Amnistía Internacional, CIVICUS World Alliance for Citizen Participation, Consumers International, Greenpeace, Oxfam, Save the Children Alliance, Survival International, Federation Terre des Hommes, Transparencia Internacional y World YWCA.
A pesar de las polémicas, existe un claro impacto favorable de ONGs internacionales sobre la vida civil en varios países. Elizabeth Jelin destaca el peso que ha tenido la difusión de la solidaridad internacional al crear condiciones para la transformación del aparato estatal, con el surgimiento de nuevos actores gubernamentales que velan por ciertos derechos, o la modificación del poder judicial, la instauración de nuevos procedimientos institucionalizados y nuevos mecanismos de control ciudadano sobre la acción estatal.
6-f El escenario de la sociedad civil mexicana al inicio del siglo XXI
La percepción de las ONG como un elemento vigoroso de la sociedad civil llevó al EZLN a expresar en febrero de 1994: “El hecho de que nosotros hayamos decidido confiar nuestra vida y libertad a las organizaciones no gubernamentales es porque hemos visto en ellas el futuro al que aspiramos… un futuro en el que los gobiernos, cualquiera que sea su tendencia política, tengan por encima de ellos la vigilancia constante y severa de una sociedad libre y democrática”.
Sin embargo, y aunque en la década de 1990 adquirieron popularidad los términos de sociedad civil, participación ciudadana, democratización del espacio público y otros similares, hasta dominar el imaginario colectivo, fueron las luchas electorales las que ganaron presencia en un sistema político casi inamovible.
Así lo resume Alberto Olvera es su estudio Hacia un mapa de actores, procesos y proyectos en la sociedad civil mexicana actual (2005), donde analizó las condiciones de reconstrucción que vivía este sector.
El autor explica la actual debilidad de la sociedad civil mexicana por un proceso histórico y cultural que se expresa ya sea mediante una relación de “integración subordinada” (corporativa y clientelar) de unos grupos y movimientos al Estado; ya como un divorcio radical entre grupos y el Estado; ya por sectores privados abocados al asistencialismo al margen del Estado. Ninguna de estas tres formas ha sentado bases para una relación democrática entre el Estado y una sociedad civil que, por añadidura, carece de tradición asociativa, de espacios de acción y de leyes que auspicien su desarrollo.
Una circunstancia más que ha contribuido a la debilidad de la sociedad civil es la ausencia de líderes y proyectos alternativos. Sólo los sectores conservadores y asistencialistas muestran creciente presencia y protagonismo, pero desarrollando estrategias que fomentan la subordinación de la sociedad.
Nada cambió sustancialmente con la aprobación, el 15 de diciembre de 2003, de la Ley Federal de Fomento a las Actividades Realizadas por las Organizaciones de la Sociedad Civil, aunque ésta garantizaba el derecho de las organizaciones a participar en el diseño de las políticas públicas así como el acceso a apoyos oficiales para fortalecer sus actividades.
A pesar de lo anterior, se han dado algunos avances. Es destacable la intervención ciudadana en los procesos electorales, la exigibilidad del acceso a la información y algunas formas de rendición de cuentas. La limitada experiencia de “participación ciudadana” a través de los consejos consultivos estatales contrasta con los esfuerzos que realizan diversas organizaciones ciudadanas para vigilar el desempeño gubernamental, desde el ejercicio presupuestario hasta la observación del poder legislativo.
Hoy el escenario de las ONG, como parte de la sociedad civil, es un espacio complejo, sumamente diverso, en constante actividad y transformación, que incide (con fortuna variable) en el sector político y en la vida pública.