Una de las figuras más influyentes de la poesía y la dramaturgia española del siglo XX. Nació el 5 de junio de 1898 y, en la cima de su carrera literaria, García Lorca fue asesinado por la derecha fascista el 19 de agosto de 1936.
«¡Ay, qué prado de pena!
¡Ay, qué puerta cerrada a la hermosura!,
que pido un hijo que sufrir, y el aire
me ofrece dalias de dormida luna.
Estos dos manantiales que yo tengo
de leche tibia son en la espesura
de mi carne dos pulsos de caballo
que hacen latir la rama de mi angustia.
¡Ay, pechos ciegos bajo mi vestido!
¡Ay, palomas sin ojos ni blancura!
¡Ay, qué dolor de sangre prisionera
me está clavando avispas en la nuca!
Pero tú has de venir, amor, mi niño,
porque el agua da sal, la tierra fruta,
y nuestro vientre guarda tiernos hijos,
como la nube lleva dulce lluvia…»
Yerma es un espléndido poema trágico que retoma las principales virtudes de la tragedia griega y las actualiza en forma vibrante.
Escrita en 1934, esta obra teatral permite múltiples aproximaciones. Se le puede ver como la trágica oposición entre el anhelo de amar y la frialdad; o como el desencuentro entre la naturaleza instintiva y la ambición monetaria; o como la imposibilidad de elegir caminos personales en una comunidad tradicional y opresiva.
-Tu marido es bueno.
-¿Y qué? Ojalá fuera malo. Pero no. Él va con sus ovejas por sus caminos y cuenta el dinero por las noches. Cuando me cubre cumple con su deber, pero yo le noto la cintura fría, como si tuviera el cuerpo muerto, y yo, que siempre he tenido asco de las mujeres calientes, quisiera ser en aquel instante como una montaña de fuego…
En la biografía Lorca, poeta maldito (Planeta, 1998), Francisco Umbral plantea que la protagonista de esta tragedia experimenta angustia ante la inutilidad de su vida, angustia ante la libertad y angustia ante el mal. “Estas tres etapas sucesivas se cumplen rigurosamente en los tres actos de Yerma”.
Y destaca: “Lorca dibuja en esta obra –no sabemos si conscientemente- una de las más profundas evoluciones psicológicas del mal en la criatura humana”.
Pero García Lorca lo sabía bien. Lo aclaró desde el estreno de esta tragedia, cuando dijo en una entrevista: “Yerma no tiene argumento. Yerma es un carácter que se va desenvolviendo en el transcurso de los seis cuadros de que consta la obra”. Y agregaba: al igual que las tragedias griegas, esta obra tiene coros (las lavanderas, los asistentes a la romería) que refieren hechos y situaciones, pero su función es simplemente dar contexto a la evolución de ese carácter.
Un canto poético
Desde su estreno, las tragedias lorquianas entusiasmaron al público de Hispanoamérica y Europa, por la afortunada combinación de poesía y teatro (poesía y danza, según Octavio Paz). Para García Lorca, esa fusión era natural: “La poesía es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas… Por supuesto, en la poesía vive un problema sexual, si el poema es de amor, o un problema cósmico, si el poema busca la batalla con los abismos”, dijo en 1936.
¿De dónde vienes, amor, mi niño?
De la cresta del duro frío.
¿Qué necesitas, amor, mi niño?
La tibia tela de tu vestido […] ¿Qué pides, niño, desde tan lejos?
Los blancos montes que hay en tu pecho.
¡Que se agiten las ramas al sol
y salten las fuentes alrededor! […] ¿Cuándo, mi niño, vas a venir?
Cuando tu carne huela a jazmín…
Octavio Paz señala que por un largo periodo, tras el ocaso del romanticismo, el teatro se orientó hacia la prosa; hasta que aparecieron las obras de August Strindberg. García Lorca se sumó a los dramaturgos que se preocuparon por el ritmo poético. Con ellos, dice Paz, “el teatro volvió a ser poesía” (El arco y la lira).
Asimismo, Lorca impregna los diálogos de Yerma con la gracia cantarina del habla andaluz y los dota de un brillo que contrasta con el hermetismo rural ante ciertos temas y con las pasiones contenidas por sus personajes.
-Hay que juntar flor con flor
cuando el verano seca la sangre al segador.
-Y abrir el vientre a pájaros sin sueño
cuando a la puerta llama temblando el invierno […] -¡Alegría, alegría, alegría,
del vientre redondo bajo la camisa!
-¡Alegría, alegría, alegría,
ombligo, cáliz tierno de maravilla!… (diálogo de las lavanderas)
En los coros, que en realidad son diálogos colectivos, como el de las lavanderas, se reproduce el ambiente social del pueblo, que siempre observa y con frecuencia lanza juicios lapidarios.
Hay una cosa en el mundo que es la mirada… No es lo mismo una mujer mirando unas rosas que una mujer mirando los muslos de un hombre. Ella lo mira [Yerma a Víctor]… (lavandera)
También en los ecos musicales se percibe el decir y el sentir de Andalucía. Es el caso de la escena de la romería, de la cual Joan Tomas presenció parte del ensayo en 1935 y la describió como “un cuadro de una plasticidad obsesionante”.
En el río de la sierra
la esposa triste se bañaba.
Por el cuerpo le subían
los caracoles del agua.
La arena de las orillas
y el aire de la mañana
le daban fuego a su risa
y temblor a sus espaldas.
¡Ay, qué desnuda estaba
la doncella en el agua! […] ¡Ay que el amor le pone
coronas y guirnaldas,
y dardos de oro vivo
en su pecho se clavan!… (hembra)
Siete veces gemía,
nueve se levantaba,
quince veces juntaron
jazmines con naranjas… (macho)
Como los trágicos griegos, además del depurado estilo poético, en esta obra García Lorca logró conferir a los parlamentos y a las ideas una fina e imperecedera exquisitez.
Yo no pienso en el mañana, pienso en el hoy…. Yo pienso que tengo sed y no tengo libertad. Yo quiero tener a mi hijo en los brazos para dormir tranquila, y óyelo bien y no te espantes de lo que digo: aunque ya supiera que mi hijo me iba a martirizar después y me iba a odiar y me iba a llevar de los cabellos por las calles, recibiría con gozo su nacimiento, porque es mucho mejor llorar por un hombre vivo que nos apuñala que llorar por este fantasma sentado año tras año encima de mi corazón… (Yerma)
El filólogo Antonio Alatorre, escribió: “García Lorca y Lope de Vega: genios de la poesía que no pueden tocar nada sin hacerlo reverdecer y florecer. Cuando vuelven los ojos hacia la poesía del pueblo, saben encontrar en su tradición lo más hermoso y saben renovarlo, dentro del mismo espíritu, con primores insospechados. Se ha dicho que García Lorca encuentra en el folklore literario de su país el módulo y la razón de su estilo propio. En muchas ocasiones parte de canciones tradicionales; pero éstas le sirven de materia prima para dar expresión a su propia visión de las cosas” (Ensayos sobre crítica literaria, Conaculta, 1993).
El alma de la tierra
El poeta Vicente Aleixandre escribió acerca de su amigo García Lorca: “Yo le he visto en las noches más altas, de pronto, asomado a unas barandas misteriosas, cuando la luna correspondía con él y le plateaba el rostro; y he sentido que sus brazos se apoyaban en el aire, pero que sus pies se hundían en el tiempo, en los siglos, en la raíz remotísima de la tierra hispánica, hasta no sé dónde, en busca de esa sabiduría profunda que llameaba en sus ojos, que llameaba en sus labios, que encandecía su ceño de inspirado”.
El propio García Lorca lo reconocía con orgullo: “Mis primeras emociones están ligadas a la tierra y a los trabajos del campo… Sin este amor a la tierra, no hubiera podido escribir Bodas de sangre. Y no hubiera tampoco empezado Yerma. En la tierra encuentro una profunda sugestión de pobreza. Y amo la pobreza por sobre todas las cosas. No la pobreza sórdida y hambrienta, sino la pobreza bienaventurada, simple, humilde, como el pan moreno” (entrevista realizada en 1934).
-Me gusta el olor de las ovejas… ¿Y por qué no? Olor de lo que una tiene. Cómo me gusta el olor del fango rojo que trae el río por el invierno…
-Van juntos los rebaños…
-Es una inundación de lana. Arramblan con todo. Si los trigos verdes tuvieran cabeza, temblarían de verlos venir… (diálogo de las lavanderas)
“Yo soy un poeta y no he de apartarme de la misión que he emprendido”, dijo en 1935 al presentar Yerma y reiterar su proyecto de escribir un tercer poema trágico de carácter rural. Para entonces ya se esperaba con expectación que completara su “trilogía dramática de la tierra española”, como se le llamaba en la prensa de ese país.
García Lorca abrevaba del alma del pueblo. Por ello no fue casual que, en una cena con artistas e intelectuales catalanes, públicamente agradeciera a las trabajadoras domésticas con las que trató en su infancia (Dolores la Colorina y Anilla la Juanera), quienes le enseñaron los romances, las leyendas y las canciones que despertaron su alma de poeta. “¿Qué sería de los niños ricos si no fuera por las sirvientas, que los ponen en contacto con la verdad y la emoción del pueblo?”
Este aprecio por lo humilde y lo popular desató la ira entre los sectores reaccionarios, que descalificaban la poesía y la dramaturgia de García Lorca, e incluso sus puestas teatrales de los clásicos españoles con una compañía estudiantil llamada La Barraca. Él respondía: “A los señoritos y a los elegantes, sin nada dentro, a esos no les gusta… ni nos importa a nosotros”.
Pasión y maternidad
-¿Y qué sientes [del embarazo]?
-No sé. Angustia […] ¿No has tenido nunca un pájaro vivo apretado en la mano?
-Sí.
-Pues lo mismo…, pero por dentro de la sangre.
[…] -No andes mucho y cuando respires respira tan suave como si tuvieras una rosa entre los dientes.
[…] -La noche que nos casamos mi marido me lo decía constantemente con su boca puesta en mi mejilla, tanto que a mí me parece que mi niño es un palomo de lumbre que él me deslizó por la oreja… (diálogo entre Yerma y María)
Yerma lleva la amarga cuenta de su tiempo de casada, tiempo en que ha esperado embarazarse: dos años y veinte días. “Muchas noches salgo descalza al patio para pisar la tierra, no sé por qué. Si sigo así, acabaré volviéndome mala”. Su vida conyugal sólo ha engendrado frustración, resentimiento y reclamos.
-Yo conozco muchachas que han temblado y que lloraban antes de entrar en la cama con sus maridos. ¿Lloré yo la primera vez que me acosté contigo? ¿No cantaba al levantar los embozos de holanda? ¿Y no te dije: “Cómo huelen a manzanas estas ropas”?… Nadie se casó con más alegría. Y sin embargo… (Yerma)
-¡Hay que esperar!… (Juan)
-Sí; queriendo… (Yerma)
No encuentra respuesta a sus preguntas ni ayuda en una comunidad tradicionalista y hermética.
Las muchachas que se crían en el campo, como yo, tienen cerradas todas las puertas. Todo se vuelve medias palabras, gestos, porque todas estas cosas dicen que no se pueden saber…
Lo más que consigue es que una anciana le insinúe la importancia del enamoramiento y la pasión.
…Quizá por eso no hayas parido a tiempo. Los hombres tienen que gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así corre el mundo…
Acerca de García Lorca, Luis Cardoza y Aragón destacaba: “En el lenguaje de la tradición puso su verbo con acento amargo, el perfil nostálgico de su alma. Un perfil de ceniza de lirio sobre una medalla. La mejor elegancia del mejor folklore la trastocó y la devolvió cargada de las dos fuerzas lorquianas: su plasticidad y su pasión de amor y de muerte”.
Como su amigo cercano, exaltaba la esencia de Federico: “Su lozanía y su pujanza no soportaban lo que no fuese la desnuda verdad del ser humano”.
Para la polémica actual
-Todos los campos son iguales… (Víctor)
-Para los hombres, sí; pero las mujeres somos otra cosa. Nunca oí decir a un hombre comiendo: qué buenas son estas manzanas. Vais a lo vuestro sin reparar en las delicadezas. De mí sé decir: que he aborrecido el agua de estos pozos… (Yerma)
No es el tema medular, pero esta obra nutre la actual polémica en torno a las diferencias sociales por cuestiones de género. La trama expone la situación de una mujer que anhela embarazarse para darle sentido a su vida. Esto, que podría parecer anacrónico para la vida urbana de hoy, es una circunstancia que sigue vigente en muchos países, sobre todo fuera de las grandes urbes.
-Todo cambia… (Víctor)
-Algunas cosas no cambian. Hay cosas encerradas detrás de los muros que no pueden cambiar porque nadie las oye… Pero si salieran de pronto y gritaran, llenarían el mundo (Yerma)
En muchas regiones, el peso de la presión social y de las costumbres continúa siendo categórico en torno a la maternidad como función medular del género femenino.
-La mujer del campo que no da hijos es inútil como un manojo de espinos, y hasta mala… (Yerma)
No obstante, siempre hay espacio para la rebeldía:
-Estando a tu lado no se siente más que inquietud, desasosiego. En último caso debes resignarte… (Juan)
-Yo he venido a estas cuatro paredes para no resignarme. Cuando tenga la cabeza atada con un pañuelo para que no se me abra la boca, y las manos bien amarradas dentro del ataúd, en esa hora me habré resignado… (Yerma)
Tradición y renovación
Federico García Lorca describía Yerma como “una tragedia de cabo a rabo, con cuatro personajes principales y coros, como han de ser las tragedias. El tema es clásico: la mujer estéril. Pero yo quiero que tenga un desarrollo y una intención nuevos”, explicaba a Juan Chabás en 1934.
Mi marido no ansía tener hijos… Se lo conozco en la mirada, y como no los ansía, no me los da. No lo quiero, no lo quiero y, sin embargo, es mi única salvación. Por honra y por casta…
Antonio Alatorre afirma que para autores como García Lorca “la tradición no significa un peso muerto sobre las alas de la creatividad, un lastre, sino un trampolín para saltos imprevistos”.
-¡Viene gente! Habla bajo… (Dolores)
-No me importa. Dejarme libre siquiera la voz, ahora que voy entrando en lo más oscuro del pozo. Dejar que de mi cuerpo salga siquiera esta cosa hermosa y que llene el aire… (Yerma)
“En Federico todo era inspiración, y su vida, tan hermosamente de acuerdo con su obra, fue el triunfo de la libertad, y entre su vida y su obra hay un intercambio espiritual y físico tan constante, tan apasionado y fecundo, que las hace eternamente inseparables e indivisibles”, afirma Vicente Aleixandre.
Óyeme. Muchas mujeres serían felices de llevar tu vida. Sin hijos es la vida más dulce. Yo soy feliz no teniéndolos… (Juan)
En 1935, García Lorca reiteraba en Barcelona, previo al estreno de esta tragedia: “Quiero creer que Yerma en algo nuevo, a pesar de ser un género teatral antiguo”.
Sin saber que su tiempo se agotaba, declaró el 3 de julio de 1936, en la última entrevista que concedió: “Tengo sin publicar seis libros de versos y todo mi teatro. He recibido cartas de todos los editores de España, proponiéndome la publicación de Yerma y otras cosas mías; pero soy tan perezoso que lo voy dejando”.
El memorioso Cardoza y Aragón recordaba que García Lorca regaló el manuscrito original de Yerma, un año antes de su asesinato, a Dulce María y Flor Loynaz.
Y conservaba vivo su desconcierto ante el trágico final del poeta: “Dudé de su muerte varios días. Me parecía increíble, increíble, que alguien en España pudiese atentar contra aquella vida creadora y cargada de gracia. Yo imaginaba que la bestialidad tenía un límite…” Pero su asesinato no acabó con su legado: García Lorca dejaba obra inmortal en su vida de apenas 38 años. “Federico, de ti no cabe hablar sin pasión. Todo se llena de calor, de luz, de sonido, de color, al evocarte. Tú eres lo que no puede morir. Voz nueva, nueva voz antigua… y futura”.
[ Gerardo Moncada ]Otras obras de Federico García Lorca:
Bodas de sangre.
Romancero gitano.