CREADORES
A Verónica la conozco desde los años de 1980. Ella hacía locución en radio. Ocurrente y parlanchina, sus entusiasmos oscilaban entre el dibujo, la pintura, la danza, la música, el tallado de madera y especialmente la lectura y la escritura. Finalmente dejó todo para dedicarse a escribir y leer. Su novela Loba ha cosechado entusiastas elogios de la crítica y de los lectores.
Otro Ángulo: Menciona tres cambios que consideras indispensables para México.
Verónica Murguía: Bueno, sospecho que como todo el mundo creo que es importantísimo que se respete la ley, así como está, sin reformas gratuitas como las que han impulsado estas últimas administraciones. Suena obvio, pero no lo es tanto en un país donde la Constitución es casi letra muerta. Significaría que los criminales y los políticos serían castigados por sus delitos; que la Iglesia no se metería en política y menos, mucho menos, Provida o los esperpénticos Sandoval Íñiguez u Onésimo Cepeda, lo más opuesto al mensaje evangélico que hay en este mundo. Si se respetara la ley disminuirían las enormes diferencias entre la riqueza ostentada fanfarronamente por unos y la pobreza padecida por muchos. Todos tendríamos derecho a la educación, la salud, la manifestación de nuestras ideas, derecho de protestar. El medio ambiente sería respetado; mujeres y hombres tendrían los mismos sueldos; los animales ya no serían maltratados; bueno, tendríamos un país mejor. Y que quien la hizo, la pague. Que se acabe la impunidad. Así. Narco, niño verde, priísta, panista o perredista, magistrado u hombre de a pie; rico, pobre, varón o hembra o quimera. Y que, por otro lado, salgan de la cárcel los miles de inocentes que la llenan. Que no se hiciera política, como se ha hecho siempre, a espaldas de nosotros. Ah, y que no se discriminara. Ni por la orientación sexual, política, el color de la piel o el género.
Fueron más de tres… o es uno: que se respete la ley.
OA: Tú tenías múltiples inquietudes profesionales y artísticas, ¿cómo fue que decidiste concentrarte en la escritura y la lectura?
VM: Porque es lo que más me gusta. Ni modo. Y porque, aunque me gustaba muchísimo dibujar y pintar y todo lo visual, sospecho que no era muy buena para eso. Aunque ya no lo sabremos nunca.
OA: ¿Extrañas algo de lo que hiciste a un lado?
VM: Dibujar y tomar esas clases de danza que no me iban a llevar a ningún lado que no fuera el campo del ridículo porque tengo el pie plano, pero que eran muy gozosas.
OA: Si escribieras una novela acerca de la cultura en México, ¿qué género escogerías?
VM: Escribiría una novela sobre los bailarines y sus cuitas, porque la danza es exigente, cruel y muy hermosa. Además, la mayoría de los bailarines que conozco son muy pasionales. Hay mucho material novelesco en esa vida: el escenario, el cuerpo, el sacrificio, la hermosura, la presión de hacer durar el aspecto de la juventud.
OA: ¿Y si fuera específicamente acerca del ámbito literario?
VM: Uy, una novela medio policiaca. Hay dos películas que me gustan mucho acerca de robos de novelas inéditas: una en la que Dennis Quaid es maestro de literatura y lo envenenan por una novela escrita por un alumno suyo. Otra, de Woody Allen, en la que Josh Brolin finge que una novela que le dieron a leer es suya, etcétera. Una novela sobre novelistas, sobre las dificultades de publicación, sobre lo arduo que es escribir y lo poco que lee la gente. A ver: alguien escribe una novela con posibilidades comerciales y un amigo la plagia. Le roba el manuscrito una noche de parranda. O alguien toma video de un crítico en una situación comprometida y lo obliga a impulsar su libro.
No sé, nunca se me había ocurrido eso, porque entre gitanos no se leen la mano.
OA: ¿Cómo percibes el activismo social en México y qué perspectivas le ves?
VM: Es un eje primordial para que cambie el país en los días que corren. Y hay que proteger a los activistas y el activismo, hay que impedir que se criminalice. Hay que buscar los lazos con los grupos que están fuera del país, defendernos los unos a los otros. ¿Quién si no? ¿Las autoridades? (Resoplido amargado). En la marcha más reciente por los normalistas de Ayotzinapa vi un letrero que decía “O marchamos juntos o nos matan por separado”. Se me grabó en el corazón. Eso creo acerca del activismo: hay que apoyarlo, cambiar, consolidar la idea de ciudadano y entender que participar es el núcleo del civismo. En Corea del Norte no se marcha más que en los desfiles, porque es una dictadura. Ni en Rusia. En Siria no se marcha, se marcha en Europa, se marcha en Estados Unidos, se marcha en Argentina, en fin, se marcha donde se buscan cambios y si no marchamos, nos impedirán hacerlo. Cuando lo de Charlie Hebdo salieron cuatro millones de franceses a la calle. Aquí, nomás en Veracruz, ya se rebasó la cifra de periodistas asesinados. Hemos sido muy pasivos. Ahí están los padres de la Guardería ABC, las muertas de Juárez (y ahora del Edomex y Morelos), el movimiento por la paz con justicia y dignidad… no debemos dejar solos a los activistas. Cada derecho en este país se ha ganado a pulso y nos los quieren quitar, ojo. Pero veo más activa a la gente desde lo de Iguala. Tal vez ya se dieron cuenta de que o decimos que ya no, o nos toca. Mira nomás que ha pasado con el IFAI, con el IFE (me niego a llamarlo INE, son esos cambios babosos que quieren decir “Ya llegué, pollos pelones, y no voy a hacer nada más que robar. Pero eso sí, le voy a cambiar el nombre a la institución, para que todos sepan que hay nuevo fregonazo”. O participamos o nos joden.
OA: ¿Qué ha aportado internet a la vida política, social y cultural de México?
VM: Pues que la información que antes era cara o se ocultaba celosamente, gracias a internet está a la vista de todos.
OA: Y en particular, ¿qué crees que hayan aportado las redes sociales a la vida política, social y cultural de México?
VM: Yo no tengo Twitter ni nada, pero sé que por medio de las redes las personas se enteran de todo. La represión (y a veces la desaparición o muerte) contra los tuiteros y tuiteras de parte del narco o las autoridades, evidencia la importancia de quienes usan las redes. Podrían convertirse en un instrumento formidable de manifestación: si, por ejemplo, amanecemos con un millón o más de tweets en contra de la designación de Virgilio Andrade en el asunto de los conflictos de intereses, o no sé, un millón de tweets para presionar a las autoridades para que expliquen cuál es la situación del doctor Mireles, pues el gobierno no se podría mantener en la opacidad que lo caracteriza. Yo soñaría con diez millones de tweets para exigir el juicio político contra Calderón y contra Aguirre y los Abarca. Pero también hay que decirlo, parece que nos olvidamos rápidamente de las cosas porque la vida en México es así, de bajada y con agujeros en la pendiente y luego el hashtag es algo sobre Ninel Conde y su ex.
OA: ¿Cuáles son los mecanismos de control (o enajenación) que más amenazan a los individuos y a la sociedad de México?
VM: Yo creo que la tele, la ignorancia y el miedo. No en ese orden, no. El miedo es legítimo, porque el gobierno y la delincuencia son temibles, pero quienes podemos debemos hacer un esfuerzo por discernir qué es manipulación y que no. Yo no digo que se acabe la tele (aunque haría una excepción en programas como el de Laura Bozzo), pero sí aprender a discernir qué me están diciendo. Los noticieros tienen línea, naturalmente, y la mayor parte de quienes los ven no les discuten: marchan por donde marcan Televisa, TV Azteca y Milenio.
OA: Aproximadamente, cuántos libros lees al mes?
VM: Leo como tres, pero no todos son buenos, leo miles de policiacos bastante regulares.
OA: De lo que leíste el último año, ¿qué libro recomiendas?
VM: El rostro y el alma, de Francisco González Crussí.
OA: De lo leído en toda tu vida, ¿qué libro consideras un clásico personal?
VM: Los tres mosqueteros, mi libro amado de la infancia y adolescencia. Hay todo en ese libro. Hasta una mujer que es más fuerte, lista y despiadada que ningún hombre. Pero mi anhelo no era ser la villana, era ser Athos: flemático, bueno para el trompo, guapo y desentendido del amor. Y mira nomás, no logré parecerme en nada.
OA: En tu experiencia, ¿cuáles son los principales beneficios de la lectura?
VM: La lectura amplía la vida, de verdad. Y lo conecta a uno con la humanidad, aunque suene grandilocuente. En realidad es exaltante y a veces es deprimente, asqueroso, o terrible. Si me pongo a leer El diario del burgués de París, escrito en la Edad Media y me cuenta que hubo un invierno tan frío que el vino se vendía en trozo y lo partían a golpe de martillo porque se congelaba en la barrica, pues hombre, me hace imaginar un frío que no es el chilango. O si leo en otro que si los soldados alemanes que invadieron la URSS se bajaban los pantalones y se morían congelados… En el otro extremo, que los tuareg escupen para santificar un juramento porque el líquido del cuerpo, en el Sahara, es más precioso que el oro y que andan tapados para que no se evapore el sudor, pues tampoco es el calor chilango. Así uno va a donde quiera, el pasado, el futuro, el presente, Europa, África, Asia y hasta lugares que no existen. Leer es lo máximo. Uno se enamora, odia, se asquea, le da hambre. Y como dijo el poeta Julio Trujillo, después de leer cierta poesía dan ganas de salir y darle de besos a todo el mundo.
OA: ¿Qué música te ha marcado?
VM: El rock. Jethro Tull, Prince, Led Zeppelin (el más reciente disco de Robert Plant está increíble) y ahora Arcade Fire, Fleet Foxes, The Decemberists, Regina Spektor. ¿Tú crees? Amo el rock. Hace un momento estaba oyendo a Bruce Springsteen y antes a los Eagles. No hay remedio: el rock, aunque a veces me aturde y entonces me pongo a oír a Haendel y a Bach. Pero el rock me hace reír y bailar y eso se agradece muchísimo.
OA: ¿Qué expresiones artísticas nutren principalmente tu escritura y de qué manera?
VM: Todo: la poesía, el cine, la pintura, la música, todo. Es que la escritura es omnívora y la alimentan todos los fenómenos. Hasta lo más pinche, aunque sea nomás para retroceder. Porque la escritura no es un florero: no es “positiva” o linda, es arte y debe tocar todo lo que se deje decir por escrito.
OA: ¿Qué puede hacer la sociedad ante los intentos de control de la información y censura a la libertad de expresión?
VM: Decir, como dijeron los franceses: no, niguas, nel, que no, que no. Salir a la calle, escribir, hacer un letrero, hablarlo con el vecino, poner un mail, un tweet, una firma en un desplegado o petición, escribir a la ONU, a Amnistía Internacional, acudir todas las instancias posibles y unirse. UNIRSE.
OA: Para ti, qué significa la expresión “ejercer nuestro derecho a vivir la contemporaneidad”.
VM: Nuestro derecho a ser una democracia moderna, en la que todos ejerzan sus derechos, no a vivir en este México centralista, clasista, racista, machista, corrupto y violento en que las autoridades se dan las manos con los delincuentes bajo la mesa. Ya no debemos seguir siendo el México de Díaz Ordaz, de Echeverría, de Salinas, de Foximiliano y Marthota, de Calderón, de Peña Nieto. Debería ser un país digno de sí mismo, de la gente que lo habita. Esa debe ser nuestra contemporaneidad. Es la que pedimos todos.
Perfil
Verónica Murguía Lores nació en la ciudad de México. Abandonó los estudios de historia tras leer El señor de los anillos, decidida a convertirse en escritora de literatura fantástica. En 1990 ganó el Premio Juan de la Cabada de literatura infantil y juvenil con su relato Historia y aventuras de Tata el mago y Clarisel la cuentera.
Sin embargo, los avatares de la vida le llevaron por diversos senderos y empleos. Cuando pensaba que la pintura era su verdadera vocación, el poeta David Huerta se cruzó en su vida y le ayudó a volcar sus múltiples intereses hacia la literatura, en beneficio de las letras y los lectores.
En 1997 publicó la breve novela fantástica Auliya, de la cual Carlos Fuentes destacó “el deleite de una obra tan bien escrita, con un lenguaje límpido y sin fatigas. Eso, en sí mismo, es una recompensa para el lector (…) Pero donde el deleite y el interés se reúnen es en la gran metáfora de la pérdida y recuperación de poderes que ilumina esta preciosa novela”.
Le siguieron El fuego verde (1999), El ángel de Nicolás (2003), Nueve patas (2005), Mi monstruo mandarino (2007), Los niños voladores (2008) y Loba, novela ganadora en 2013 del Premio Gran Angular de literatura juvenil que se otorga en España.
Acerca de la novela fantástica, Verónica señala dos aspectos relevantes: esta literatura exige una vasta y minuciosa investigación, y contiene elementos de la realidad actual que inevitablemente se filtran, aunque la obra se desarrolle en otros tiempos y regiones geográficas.
A pesar de los premios y reconocimientos, Verónica no se ha instalado en una zona de confort. Sigue entregando cuerpo y alma a cada narración. Y aunque le agrade el resultado, siempre termina descubriendo que era una fase preparatoria del siguiente proyecto.
[Gerardo Moncada]
PS: Verónica Murguía atribuye el plagio de un texto a Pérez-Reverte.
Verónica Murguía es una excelente escritora. Felicidades a Otro Ángulo por su entrevista.
Coincidimos Clara. Un abrazo.