Novela corta que el escritor estadounidense publicó en 1898 junto con ‘Covering end’, en un libro titulado “Las dos magias”.
«Que el fantasma se presentara primero a un niño, a una edad tan tierna, le añadía una impresión horripilante al relato de Griffin… Pero, interrogó Douglas, ¿qué me dicen si son dos niños? Eso le da al asunto otra vuelta de tuerca… Todos quisieron escuchar ese relato…»
Otra vuelta de tuerca es una inquietante, estremecedora historia sobrenatural, no sólo acerca de la aparición de fantasmas sino de la inseminación del mal y de los fuertes vínculos entre los vivos y los muertos, lazos que llegan incluso a relaciones de codependencia.
En un juego narrativo, James inicia con un grupo de adultos que se divierte relatando historias de espanto (como un guiño a los lectores más escépticos). Esos personajes escucharán el espeluznante relato de una joven e inexperta institutriz, salida de una parroquia de Hampshire, que fue contratada para atender en una casa de campo en Essex a dos niños huérfanos encantadores pero con oscuros secretos, lo que exigirá una meticulosa y pertinaz exploración por parte de su profesora.
Pero era un consuelo que fuera imposible encontrar algo inquietante en la imagen beatífica y radiante de la niña, en su belleza angelical…
Desde el primer instante, tanto por dentro como por fuera, vi al niño rodeado de la misma aureola de inocencia, la misma fragancia de pureza que irradiaba su hermana…
Para Arthur Voss, especialista en literatura inglesa, “Otra vuelta de tuerca es la mejor y más provocativa historia de fantasmas de Henry James. Su génesis fue un cuento que el arzobispo de Canterbury contó a James relativo a la corrupción de unos jóvenes por sirvientes malvados a cuyo cuidado habían sido confiados. Los sirvientes habían muerto, pero sus espíritus habían regresado en un esfuerzo por continuar su malvado ascendiente y conducir a los niños a la destrucción. La vaguedad de la conclusión permitió a James dar vuelo a su imaginación para sacar partido de los niños embrujados y los espíritus acechantes” (La novela corta americana, 1980).
El lector, atrapado
Conforme James planificaba sus relatos e iba perfilando la médula de la historia, los puntos de vista, los centros que regirían la acción, también generaba una estructura.
Para Otra vuelta de tuerca estableció dos niveles narrativos pues inicia con un relato que hace referencia a otro relato: un personaje comparte la relación de hechos escrita por un segundo personaje, ya fallecido, quien en todo caso habría recibido las dudas, las objeciones o los reparos a la historia. Al estar ausente, los escuchas (y el lector) quedan atrapados sin opción de réplica.
…Era una trampa –no preparada, pero profunda- para mi imaginación, mi delicadeza, quizá para mi vanidad; para todo lo que había en mí de más sensible. La mejor manera de describirlo es decir que me tomó desprevenida. Me daban tan poca guerra, eran unos niños tan extraordinariamente buenos… Es posible que lo que ocurrió luego prestara a esos días el encanto que tiene la calma, ese silencio en el que algo se prepara o se agazapa. El cambio fue realmente como el salto de una fiera…
Arthur Voss afirma que James buscó crear “una pieza de ingenio y cálculo artístico, una ‘diversión’ para atrapar a los que no se dejan atrapar fácilmente”. Aborda un asunto fuera de lo ordinario, con una serie de anomalías que serán explicadas por la institutriz. Los fantasmas son “agentes de acción” y a ellos corresponde que la situación tenga “el olor del mal”. La idea general va cobrando intensidad pero permanece no especificada, para estimular al lector a usar su imaginación. James dijo: “me dediqué a aplicar esta ingeniosidad, y con un éxito aparentemente mayor que mis más grandes esperanzas”.
Para esta obra, James (“el historiador de las conciencias delicadas”, como le llamaba Joseph Conrad) idea una heroína sumamente sensible, generosa y bien intencionada, pero frágil ante hechos abrumadores.
A ella corresponde ir descubriendo los detalles de la historia, para llegar a una sorprendente “situación revelada”, la meta narrativa que James construía meticulosamente.
Era que los otros, los intrusos, estaban allí… Y mientras estaban allí me hacían temblar de miedo ante la idea de que pudieran dirigir a sus víctimas algún mensaje todavía más infernal o presentarles alguna imagen todavía más viva… La idea que más me costaba sacarme de la cabeza era la de que, por mucho que yo hubiera visto, Miles y Flora veían más: cosas horribles e inimaginables que tenían su origen en pasajes aterradores de su antigua amistad…
Relato gótico
Otra vuelta de tuerca sigue varios lineamientos de la novela gótica, surgida en la segunda mitad del siglo XVIII. En ese movimiento literario, el entorno natural solía estar en sintonía con las emociones de los personajes que, amenazados por lo oculto y lo sobrenatural, sufrían depresión, angustia, soledad, amor enfermizo y experimentaban emociones exaltadas.
El verano se había ido; el otoño había caído… con su cielo gris y sus flores ajadas, con sus espacios desnudos cubiertos de hojas secas, era como un teatro después de la representación, sembrado de programas arrugados. Había algo especial en el aire, condiciones de sonido y quietud, impresiones de ser el momento propicio…
Aunque en sus inicios la literatura gótica rechazaba abiertamente al racionalismo, durante el siglo XIX este elemento se fue filtrando en las tramas, como un elemento de contraste y como un recurso para intentar explicar los hechos sobrenaturales. En esta obra, James enfatiza lo tranquilizante que resulta lo racional (en los pensamientos de los adultos, en el aprendizaje de los infantes) y lo confronta con la perturbación extrema que causan las manifestaciones metafísicas.
Aunque este escritor rechazaba la literatura frívola, de moda, de masas, seguía con atención los cambios sociales, las “costumbres contemporáneas” y los intereses del público. Por ello, tras el éxito de Otra vuelta de tuerca, escribió numerosos “cuentos de lo casi-sobrenatural u horripilante”, refiere el académico Arthur Voss.
Más aún, James se mantuvo atento a las actividades de la Sociedad de Investigaciones Físicas y los estudios que ésta realizaba acerca de fantasmas, casas embrujadas, clarividencia, telepatía y otros fenómenos por el estilo. Si bien James tenía amplio conocimiento de lo escrito en este género por Charles Dickens, Sheridan Le Fanu, Wilkie Collins y otros, sentía que había opciones para renovar y refinar los relatos sobrenaturales, en lo cual empeñó su ingenio con algunos resultados notables.
…durante ese minuto la cosa fue tan humana y horrible como una entrevista real: horrible precisamente porque era humana… Fue el absoluto silencio en que nos contemplamos tan de cerca lo que dio a todo el horror, por grande que fuera, su única nota sobrenatural… El silencio mismo se convirtió en el elemento en que vi desaparecer a la figura…
La temática sobrenatural ha tenido múltiples derroteros desde entonces, especialmente en el cine, donde ha experimentado una renovación constante en historias, enfoques, tratamientos y efectos. Cada generación ha actualizado su búsqueda de experiencias intensas en este género fílmico.
-¿Ella sola lo ha hecho, esa niña?
-No está sola, y en estos momentos no es una niña: es una mujer, una mujer vieja…
El narrador participante
El célebre narrador-observador de Henry James cedió la palabra en este relato a una narradora que no sólo está presente sino que actúa de manera protagónica y determinante en el desarrollo de los acontecimientos.
Este asunto mío, y piense cada cual lo que quiera, duró tanto como para que pudiera pensar en una docena de posibilidades…
Hubo un domingo –para continuar con el relato- en que llovió con tanta fuerza y durante tantas horas, que no se podía pensar en ir a la iglesia…
Aquí la narradora es uno de los personajes y acompaña a los demás en la exploración del enigma, en el intento de revelar el misterio y, sobre todo, de hacer frente a esa amenaza con la intención de disiparla.
Allí volví a comprender de nuevo que todo mi equilibrio dependía de que lograse mantener una voluntad rígida, la voluntad de cerrar los ojos a la verdad de que el asunto con el que tenía que tratar era una cosa repugnante, contraria a la naturaleza…
En su estudio La novela corta americana, Voss refiere que la ambigüedad de esta historia de James derivó en polémicas interpretativas donde se llegó a sostener que la narradora era un caso neurótico de represión sexual y que los fantasmas eran alucinaciones suyas. Otros críticos han colocado a Otra vuelta de tuerca como algo más que una novela de lo sobrenatural: la han interpretado como una obra moralizadora al plantear que el mal lucha intentando provocar la condenación del alma humana; también la han visto como una parábola del pecado de orgullo en que incurre la institutriz al poner en riesgo a los niños en su intención de salvarlos; incluso se ha especulado que este relato expresa las dudas y los temores de la “mente perseguida” de Henry James… Pese a los múltiples cuestionamientos a la narración de la institutriz y a su manera de juzgar los hechos referidos, lo cierto es que James logró el efecto deseado: el terror y el horror pasan de la institutriz al lector.
La idea era aterradora… Estaba completamente segura de que iba a volver a ver lo que ya había visto, pero dentro de mí había algo que me decía que, ofreciéndome a todo, podría servir de víctima expiatoria y preservar la tranquilidad de mis compañeros. Para los niños, especialmente, podría ser como una barrera que los mantuviese a salvo…
-¡No los salvo ni los protejo! –sollocé, desconsolada-. Es mucho peor de lo que yo imaginaba, ¡están perdidos!…
Las tribulaciones del autor
Al iniciar el quinto de sus célebres Cuadernos de notas, el 8 de septiembre de 1895, James refiere las enormes dificultades que en esa época le estaba representando escribir relatos cortos, pues la mayoría de las historias le exigían “desarrollos laterales” que terminaban triplicando la extensión prevista inicialmente. Esta circunstancia le causaba conflictos con los editores de revistas, con quienes había acordado la entrega de textos cortos. No obstante, James decía que las propias historias demandaban mayor extensión (“se me impone esta forma más larga”) y que pretender ignorarlo sólo le llevaría a ser un “escritor banal”.
Y es que James sostenía que la ficción era “una de las bellas artes”, por lo cual “el novelista debe ser una sensibilidad que no pase por alto absolutamente nada”. De ahí que varias ideas que inicialmente pretendían contar “un incidente y sólo uno” terminaron como novelas cortas, para beneplácito de los lectores y agobio del escritor.
“Me enfrento con varias alternativas de trabajo, y de hecho estoy en una suerte de apuro con cosas prometidas que se han retrasado. Debo desarrollar soluciones, determinar mis tareas. ¡Por cierto, es una idiotez perder tiempo escribiendo semejante observación! ¡Como si no me tomara estas cosas mucho más a pecho de lo que podría expresar!”, escribió ese 8 de septiembre.
Y se las arregló. Entre noviembre de 1896 y abril de 1898, James no hizo anotación alguna en sus Cuadernos de notas, pero en ese periodo escribió dos novelas cortas: En la jaula y Otra vuelta de tuerca. Esta última fue publicada con Covering end en un volumen titulado Dos magias.
Otra vuelta de tuerca tendría un gran éxito editorial y pronto sería reimpresa en forma independiente. El público elogiaría su relato eficaz y efectivo, la tensión creciente y el desenlace explosivo.
A más de un siglo de distancia, el lector contemporáneo sigue siendo atrapado por esa atmósfera sobrenatural y quizá, en algún momento, sienta la necesidad de lanzar una mirada furtiva por encima de su hombro, sólo para asegurarse que nadie más le acompaña mientras lee.
[ Gerardo Moncada ]Otras obras de Henry James:
Las alas de la paloma.
Los papeles de Aspern.