Destacado integrante del grupo de los Contemporáneos, Villaurrutia nació el 27 de marzo de 1903 y murió con sólo 47 años, el 25 de diciembre de 1950.
«Y al oprimir la pluma,
algo como la sangre late y circula en ella,
y siento que las letras desiguales
que escribo ahora,
más pequeñas, más trémulas, más débiles,
ya no son de mi mano solamente…»
Su elevada poesía tuvo como acompañante una sistemática reflexión acerca de la creación poética. Villaurrutia escribió: «La obra de un poeta no vale sino en la medida en que lleva consigo al mismo tiempo y en el mismo grado lo inexplicable y lo explicable. En manos del poeta el lenguaje no es sólo un instrumento lógico sino también un instrumento mágico. Pero el poeta deja de ser poeta en el momento en que sacrifica el poder mágico de la palabra a la significación usual, y también deja de serlo en el momento en que sacrifica la significación usual al poder mágico. El círculo del poeta es pues la combinación y la superación de estas dos potencias antagónicas del lenguaje: la potencia lógica y la potencia misteriosa» (Introducción a la poesía mexicana).
Xavier Villaurrutia comenzó a escribir poemas desde los 16 años. Entre sus obras destacan: Reflejos (1926), Nocturnos (1931), Nostalgia de la muerte (1938), Décima muerte (1941) y Cantos a la primavera y otros poemas (1948).
En 1966, los autores de la antología Poesía en Movimiento (Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis) escribieron acerca de Villaurrutia: «Evolucionó muy pronto de una percepción simple de la poesía a concepciones en que la alucinación, el sentido de la noche, el tema de la muerte, habrán de señorear en la porción más importante de su obra. En sus mejores momentos, la representación plástica de las emociones -particularmente en sus ‘nocturnos’- proporcionó uno de los aspectos definidos de su sensibilidad. Pocos ejemplos se aprecian en la historia de nuestra lírica en que la fidelidad a la angustia y la predilección por la soledad hayan producido con tal eficacia esas muestras de la más auténtica emoción. Su influencia ha sido decisiva en el desarrollo posterior de la poesía mexicana».
Nostalgia de la muerte
NOCTURNOS
NOCTURNO
Todo lo que la noche
dibuja con su mano
de sombra:
el placer que revela,
el vicio que desnuda.
Todo lo que la sombra
hace oír con el duro
golpe de su silencio:
las voces imprevistas
que a intervalos enciende,
el grito de la sangre,
el rumor de unos pasos
perdidos.
Todo lo que el silencio
hace huir de las cosas:
el vaho del deseo,
el sudor de la tierra,
la fragancia sin nombre
de la piel.
Todo lo que el deseo
unta en mis labios:
la dulzura soñada
de un contacto,
el sabido sabor
de la saliva.
Y todo lo que el sueño
hace palpable:
la boca de una herida,
la forma de una entraña,
la fiebre de una mano
que se atreve.
¡Todo!
circula en cada rama
del árbol de mis venas,
acaricia mis muslos,
inunda mis oídos,
vive en mis ojos muertos,
muere en mis labios duros.
NOCTURNO MIEDO
Todo en la noche vive una duda secreta:
el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar.
Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos
nada podemos contra la secreta ansiedad.
Y no basta cerrar los ojos en la sombra
ni hundirlos en el sueño para ya no mirar,
porque en la dura sombra y en la gruta del sueño
la misma luz nocturna nos vuelve a desvelar.
Entonces, con el paso de un dormido despierto,
sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar.
La noche vierte sobre nosotros su misterio,
y algo nos dice que morir es despertar.
¿Y quién entre las sombras de una calle desierta,
en el muro, lívido espejo de soledad,
no se ha visto pasar o venir a su encuentro
y no ha sentido miedo, angustia, duda mortal?
El miedo de no ser sino un cuerpo vacío
que alguien, yo mismo o cualquier otro, puede ocupar,
y la angustia de verse fuera de sí, viviendo,
y la duda de ser o no ser realidad.
Enrique Anderson Imbert señaló:
«Su mejor obra, espléndida, fue Nostalgia de la muerte. Villaurrutia presentía que la vida es un sueño y que la muerte sería el despertar… Cuando no se queda paralizado de miedo, como un hombre que de pronto descubre que es sólo un fantasma en la noche, Villaurrutia parte de esa intuición fundamental y con la fantasía y la inteligencia va creando hipótesis metafísicas. Hay innumerables juegos de palabras y sonidos que se convierten en juegos de conceptos. Son los temas de la literatura fantástica que, con un tono menos angustiado, también otros están ensayando en esos mismos años (Borges, por ejemplo). Temas del hombre doble y de los desdoblamientos de la conciencia, de los espejos enfrentados que repiten sus imágenes hasta el infinito, de los cuerpos vacíos que reciben visitas misteriosas, de autónomas sombras humanas, de dioses que sueñan a hombres que a su vez están soñando a otros, del absurdo miedo a no existir, de universos solipsistas, de ángeles corrompidos, de la muerte que nos habita sigilosamente, de que todos los hombres son un solo hombre y somos y no somos simultáneamente, de metamorfosis y laberintos… Villaurrutia desintegra las cosas reales, cae en la soledad de ese vacío, se pone a inventar allí otro mundo y se angustia porque no sólo lo sabe irreal, sino porque duda aun de su propia existencia personal. Sus hipótesis están flotando sobre el humor con que el poeta piensa en la Muerte» (Historia de la literatura hispanoamericana, FCE, 1977).
NOCTURNO GRITO
Tengo miedo de mi voz
y busco mi sombra en vano.
¿Será mía aquella sombra
sin cuerpo que va pasando?
¿Y mía la voz perdida
que va la calle incendiando?
¿Qué voz, qué sombra, qué sueño
despierto que no he soñado
serán la voz y la sombra
y el sueño que me han robado?
Para oír brotar la sangre
de mi corazón cerrado,
¿pondré la oreja en mi pecho
como en el pulso la mano?
Mi pecho estará vacío
y yo descorazonado
y serán mis manos duros
pulsos de mármol helado.
NOCTURNO DE LA ESTATUA
Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera
y el grito de la estatua desdoblando la esquina.
Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,
querer tocar el grito y sólo hallar el eco,
querer asir el eco y encontrar sólo el muro
y correr hacia el muro y tocar un espejo.
Hallar en el espejo la estatua asesinada,
sacarla de la sangre de su sombra,
vestirla en un cerrar de ojos,
acariciarla como a una hermana imprevista
y jugar con las fichas de sus dedos
y contar a su oreja cien veces cien cien veces
hasta oírla decir: «estoy muerta de sueño».
José Joaquín Blanco escribió:
Discípulo de André Guide, Villaurrutia es el único caso en la literatura mexicana de un verdadero clasicismo: el equilibrio interior entre la inteligencia y la sensualidad, conseguido por un extraordinario rigor vital cuyo ceñimiento es principalmente un motor, un impulso… En Villaurrutia casi no hay personajes y sí una obra purísima, inteligente y bondadosa, que fue persiguiendo a lo largo de los años una concreción nerviosa de una persona que fue -es- una literatura. No existe en la literatura mexicana una obra más literaria que la de Villaurrutia, en el sentido de bastarse en sí misma, sin pedir o tomar apoyos de otras disciplinas: Villaurrutia se introvierte y del pensamiento de sí mismo obtiene una sólida imagen del mundo que es, y de ahí su riqueza, su propia persona… Su obra parte de verdades particulares, llega a verdades particulares en un espacio flotante, relativo… Nostalgia de la muerte nos hace pensar con los sentidos y nos enseña a percibir sensorialmente las ideas (Crónica de la poesía mexicana, 1977).
NOCTURNO EN QUE NADA SE OYE
En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.
Juegos verbales que invitan a la lectura en voz alta, para que el verso reverbere en el oído (Mar sin viento ni cielo, /sin olas, desolado). «Lenguaje que sigue el proteico mecanismo de los sueños, gracias a juegos de acentos, paradojas y palabras», dice José Joaquín Blanco.
«¿Me creerá usted si le digo que no se hallará en mis poesías un juego de palabras inmotivado o gratuito? Los uso no por juego sino por necesidad ineludible. Juego con fuego y a riesgo de quemarme», escribió Villaurrutia en una carta a Bernardo Ortiz de Montellano (citado por Octavio Paz en Xavier Villaurrutia en persona y en obra).
NOCTURNO PRESO
Prisionero de mi frente
el sueño quiere escapar
y fuera de mí probar
a todos que es inocente.
Oigo su voz impaciente,
miro su gesto y su estado
amenazador, airado.
No sabe que soy el sueño
de otro: si fuera su dueño
ya lo habría libertado.
La angustia existencial está presente en Villaurrutia. En opinión de Octavio Paz:
Al inclinarse sobre la complejidad de las sensaciones y las pasiones, Villaurrutia descubrió que hay corredores secretos entre el sueño y la vigilia, el amor y el odio, la ausencia y la presencia. Lo mejor de su obra es una exploración de esos corredores. Su escepticismo no sólo era hijo de la reflexión sino de su temperamento. Huía de los extremos y estaba fascinado por ellos. Continua oscilación entre estados de ánimo intensos y eléctricos, y otros de postración, inercia e indiferencia. Desasosiego, no sentirse firme en ninguna parte, pegar un salto e instalarse en una paradoja, habitar una afirmación suspendida sobre el vacío: no la duda intelectual sino la zozobra vital… (Xavier Villaurrutia en persona y en obra, FCE, 1978)
NOCTURNO SOLO
Soledad, aburrimiento,
vano silencio profundo,
líquida sombra en que me hundo,
vacío del pensamiento.
Y ni siquiera el acento
de una voz indefinible
que llegue hasta el imposible
rincón de un mar infinito
a iluminar con su grito
este naufragio invisible.
NOCTURNO ETERNO
Cuando los hombres alzan los hombros y pasan
o cuando dejan caer sus nombres
hasta que la sombra se asombra
cuando un polvo más fino aún que el humo
se adhiere a los cristales de la voz
y a la piel de los rostros y las cosas
cuando los ojos cierran sus ventanas
al rayo del sol pródigo y prefieren
la ceguera al perdón y el silencio al sollozo
cuando la vida o lo que así llamamos inútilmente
y que no llega sino con un nombre inombrable
se desnuda para saltar al lecho
y ahogarse en el alcohol o quemarse en la nieve
cuando la vi cuando la vid cuando la vida
quiere entregarse cobardemente y a oscuras
sin decirnos siquiera el precio de su nombre
cuando en la soledad de un cielo muerto
brillan unas estrellas olvidadas
y es tan grande el silencio del silencio
que de pronto quisiéramos que hablara
o cuando de una boca que no existe
sale un grito inaudito
que nos echa a la cara su luz viva
y se apaga y nos deja una ciega sordera
o cuando todo ha muerto
tan dura y lentamente que da miedo
alzar la voz y preguntar «quién vive»
dudo si responder
a la muda pregunta con un grito
por temor de saber que ya no existo
porque acaso la voz tampoco vive
sino como un recuerdo en la garganta
y no es la noche sino la ceguera
lo que llena de sombra nuestros ojos
y porque acaso el grito es la presencia
de una palabra antigua
opaca y muda que de pronto grita
porque vida silencio piel y boca
y soledad recuerdo cielo y humo
nada son sino sombras de palabras
que nos salen al paso de la noche.
La primera parte de Nostalgia de la muerte, excepto el añadido Nocturno miedo, contiene los poemas más arriesgados de Xavier. Doble descubrimiento: el de su tema y el de la poesía moderna: Octavio Paz (Xavier Villaurrutia en persona y en obra, FCE, 1978).
NOCTURNO MUERTO
Primero un aire tibio y lento que me ciña
como la venda al brazo enfermo de un enfermo
y que me invada luego como el silencio frío
al cuerpo desvalido y muerto de algún muerto.
Después un ruido sordo, azul y numeroso,
preso en el caracol de mi oreja dormida
y mi voz que se ahogue en ese mar de miedo
cada vez más delgada y más enardecida.
¿Quién medirá el espacio, quién me dirá el momento
en que se funda el hielo de mi cuerpo y consuma
el corazón inmóvil como la llama fría?
La tierra hecha impalpable silencioso silencio,
la soledad opaca y la sombra ceniza
caerán sobre mis ojos y afrentarán mi frente.
En 1935-1936, Villaurrutia viajó a los Estados Unidos y se sintió por primera vez libre y liberado. Escribió a Salvador Novo: «En estos momentos el Xavier de ayer y el de mañana admiran, aplauden, envidian, todo al mismo tiempo, al Xavier de hoy». En ese estado de ánimo escribió Otros nocturnos (José Joaquín Blanco, Crónica de la poesía mexicana, 1977).
OTROS NOCTURNOS
NOCTURNO
Al fin llegó la noche con sus largos silencios,
con las húmedas sombras que todo lo amortiguan.
El más ligero ruido crece de pronto y, luego,
muere sin agonía.
El oído se aguza para ensartar un eco
lejano, o el rumor de unas voces que dejan,
al pasar, una huella de vocales perdidas.
¡Al fin llegó la noche tendiendo cenicientas
alfombras, apagando luces, ventanas últimas!
Porque el silencio alarga lentas manos de sombra.
La sombra es silenciosa, tanto que no sabemos
dónde empieza o acaba, ni si empieza o acaba.
Y es inútil que encienda a mi lado una lámpara:
la luz hace más honda la mina del silencio
y por ella desciendo, inmóvil, de mí mismo.
Al fin llegó la noche a despertar palabras
ajenas, desusadas, propias, desvanecidas:
tinieblas, corazón, misterio, plenilunio…
¡Al fin llegó la noche, la soledad, la espera!
Porque la noche es siempre el mar de un sueño antiguo,
de un sueño hueco y frío en el que ya no queda
del mar sino los restos de un naufragio de olvidos.
Porque la noche arrastra en su baja marea
memorias angustiosas, temores congelados,
la sed de algo que, trémulos, apuramos un día,
y la amargura de lo que ya no recordamos.
¡Al fin llegó la noche a inundar mis oídos
con una silenciosa marea inesperada,
a poner en mis ojos unos párpados muertos,
a dejar en mis manos un mensaje vacío!
NOCTURNO MAR
Ni tu silencio duro cristal de dura roca,
ni el frío de la mano que me tiendes,
ni tus palabras secas, sin tiempo ni color,
ni mi nombre, ni siquiera mi nombre
que dictas como cifra desnuda de sentido;
ni le herida profunda, ni la sangre
que mana de sus labios, palpitante,
ni la distancia cada vez más fría
sábana nieve de hospital invierno
tendida entre los dos como la duda;
nada, nada podrá ser más amargo
que el mar que llevo dentro, solo y ciego,
el mar antiguo edipo que me recorre a tientas
desde todos los siglos,
cuando mi sangre aún no era mi sangre,
cuando mi piel crecía en la piel de otro cuerpo,
cuando alguien respiraba por mí que aún no nacía.
El mar que sube mudo hasta mis labios,
el mar que se satura
con el mortal veneno que no mata
pues prolonga la vida y duele más que el dolor.
El mar que hace un trabajo lento y lento
forjando en la caverna de mi pecho
el puño airado de mi corazón.
Mar sin viento ni cielo,
sin olas, desolado,
nocturno mar sin espuma en los labios,
nocturno mar sin cólera, conforme
con lamer las paredes que lo mantienen preso
y esclavo que no rompe sus riberas
y ciego que no busca la luz que le robaron
y amante que no quiere sino su desamor.
Mar que arrastra despojos silenciosos,
olvidos olvidados y deseos,
sílabas de recuerdos y rencores,
ahogados sueños de recién nacidos,
perfiles y perfumes mutilados,
fibras de luz y náufragos cabellos.
Nocturno mar amargo
que circula en estrechos corredores
de corales arterias y raíces
y venas y medusas capilares.
Mar que teje en la sombra su tejido flotante,
con azules agujas ensartadas
con hilos nervios y tensos cordones.
Nocturno mar amargo
que humedece mi lengua con su lenta saliva,
que hace crecer mis uñas con la fuerza
de su marea oscura.
Mi oreja sigue su rumor secreto,
oigo crecer sus rocas y sus plantas
que alargan más y más sus labios dedos.
Lo llevo en mí como un remordimiento,
pecado ajeno y sueño misterioso,
y lo arrullo y lo duermo
y lo escondo y lo cuido y le guardo el secreto.
Poesía habitada por una doble oposición: el sueño y la vigilia, la conciencia y el delirio… La contradicción era existencial y verbal, vital y retórica. Quiero decir: su drama poético consiste en esa oposición y de ella proviene también la tensión de su lenguaje… Su poesía parte de la conciencia de la dualidad y es una tentativa para resolverla en unidad… La oposición entre clásico y romántico es una de las formas que asume la contradicción que lo habita. No es difícil encontrar otras en cada uno de sus poemas: soledad/compañía, silencio/ruido, sueño/vigilia, tiempo/eternidad, fuego/hielo, pleno/vacío, nada/todo… (Octavio Paz, Xavier Villaurrutia en persona y en obra, FCE, 1978)
ESTANCIAS NOCTURNAS
Sonámbulo, despierto y dormido a la vez,
en silencio recorro la ciudad sumergida.
¡Y dudo! Y no me atrevo a preguntarme si es
el despertar de un sueño o es un sueño mi vida.
En la noche resuena, como en un mundo hueco,
el ruido de mis pasos prolongados, distantes.
Siento miedo de que no sea sino el eco
de otros pasos ajenos, que pasaron mucho antes.
Miedo de no ser nada más que un jirón del sueño
de alguien -¿de Dios?- que sueña en este mundo amargo.
Miedo de que despierte ese alguien -¿Dios?-, el dueño
de un sueño cada vez más profundo y más largo.
Estrella que te asomas, temblorosa y despierta,
tímida aparición en el cielo impasible,
tú, como yo -hace siglos-, estás helada y muerta,
mas por tu propia luz sigues siendo visible.
¡Seré polvo en el polvo y olvido en el olvido!
Pero alguien, en la angustia de una noche vacía,
sin saberlo él, ni yo, alguien que no ha nacido
dirá con mis palabras su nocturna agonía.
Anderson Imbert destaca las diez décimas de Décima muerte por ser clásicas en la construcción, barrocas en las agudezas de concepto y existencialistas en la idea de que la muerte es una prueba de la existencia y a fin de cuentas vivimos para la muerte propia, con la muerte dentro (Historia de la literatura hispanoamericana, FCE, 1977).
Octavio Paz reconoce: Diez décimas estrictas: un mecanismo sonoro y conceptual que participa del juguete, el silogismo y el instrumento músico. Admiro la factura, me sorprende el juego de las antítesis y las paradojas y me dan ganas de aplaudir al final de cada décima. Este poema es un monólogo de teatro y podía haber sido escrito por un discípulo de Calderón (Xavier Villaurrutia en persona y en obra, FCE, 1978).
DÉCIMA MUERTE
I
¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo.
II
Si en todas partes estás,
en el agua y en la tierra,
en el aire que me encierra
y en el incendio voraz;
y si a todas partes vas
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento
y en mi sangre confundida,
¿no serás, Muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?
V
No duermo para que al verte
llegar lenta y apagada,
para que al oír pausada
tu voz que silencios vierte,
para que al tocar la nada
que envuelve tu cuerpo yerto,
para que a tu olor desierto
pueda, sin sombra de sueño,
saber que de ti me adueño,
sentir que muero despierto.
VII
En el roce, en el contacto,
en la inefable delicia
de la suprema caricia
que desemboca en el acto,
hay un misterioso pacto
del espasmo delirante
en que un cielo alucinante
y un infierno de agonía
se funden cuando eres mía
y soy tuyo en un instante.
IX
Si te llevo en mí prendida
y te acaricio y escondo;
si te aliento en el fondo
de mi más secreta herida;
si mi muerte te da vida
y goce mi frenesí,
¿qué será, Muerte, de ti
cuando al salir yo del mundo,
deshecho el nudo profundo,
tengas que salir de mí?
Xavier identifica al amor con la pereza y a ésta con la muerte. El verdadero nombre de esa «indolencia» es acidia, ese mal del espíritu descrito por los teólogos y los médicos medievales y renacentistas. La enfermedad de los contemplativos y religiosos, la melancolía de Hamlet y la del ángel de Durero, la bilis de Ficino, el ennui de Baudelaire (Octavio Paz, Xavier Villaurrutia en persona y en obra, FCE, 1978).
Canto a la primavera y otros poemas
AMOR CONDUSSE NOI AD UNA MORTE
Amar es una angustia, una pregunta,
unas suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.
Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.
Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.
Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.
Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.
Amar es absorber tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.
Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.
Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.
Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.
Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.
Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia.
Ya en 1928, la muy polémica Antología de la poesía mexicana moderna, firmada por Jorge Cuesta, señalaba a Xavier Villaurrutia como un poeta de espíritu crítico, reflexivo, con afán descubridor: «Inconforme con el juego simple de las formas externas, no construye su poesía con materiales ruidosos ni es el parnasiano de los mármoles fríos o el poeta sensual de los colores. La plástica de su poesía se ajusta mejor al equilibrio de las formas, al dibujo de los objetos, a la calidad de la materia empleada, a la estática de las actitudes».
Primeros poemas
EL VIAJE SIN RETORNO
Contigo está mi sangre, silenciosa;
mi sangre, ayer fervor, torrente ayer,
sobre tus brazos leales se reboza
-¡qué asombro el que en los ojos se me posa!-.
A un nuevo ritmo debe obedecer.
Yo iba a ti en mi clamor, alucinante
y alucinado, como en un irreal
Mediterráneo, Ulises delirante.
¡Qué gritos en aquella soledad!…
¡Oh viaje sin retorno, de ansias sumas,
huyeron las sirenas por mi mal,
dejó su ausencia en mi calor, espumas!…
¡Oh viaje sin retorno en que las brumas
azotaron mi rostro con su sal!
Y tres ciudades imprevistas
quisieron detener mis pasos,
y me hirieron con sus aristas,
y las estrellas con sus trazos.
Y tú, que hoy de cordura contaminas
la fiebre de mis sienes, y reposas
con tu promesa mis ansias marinas
y mi obsesión de olas… Tú que afinas
mis gritos y mis voces calurosas
avivabas mi sed y ardías mi llaga.
Por esa sed que al corazón abría
ávido con mis labios y mis brazos,
y por la llaga que en mi carne hundía
la angustia de las uñas, llegué un día:
certidumbre entre todos los acasos.
Mas contigo mi sed halló frescura
y en tu blando mirar halló deleite;
y sin que fluya un ansia prematura
siento cómo me invade la ternura
con que unges a mi llaga con tu aceite.
De esta etapa, Enrique Anderson Imbert apunta: Pareció en sus primeros poemas que iba a continuar por el camino de López Velarde. En Reflejos, sin embargo, ya descubrió un espíritu más gracioso y ocurrente… Sin las alharacas de los ultraístas ofrecía insólitas metáforas. De su variada gama de temas -el paisaje, el amor, el misterio, la bondad, el arte, el viaje- eligió, para analizarla lúcidamente, la franja de color más triste. La inteligencia observa, escoge y ordena las emociones que han de entrar en su poesía… (Historia de la literatura Hispanoamericana, FCE, 1977).
En Reflejos los resabios modernistas desaparecen y priva el deseo vanguardista, pero al servicio no de la velocidad ultracontemporánea, sino de la exactitud inmóvil… El rigor de Villaurrutia va acentuándose hasta el más sensual virtuosismo: José Joaquín Blanco (Crónica de la poesía mexicana, 1977).
Reflejos
POESÍA
Eres la compañía con quien hablo
de pronto, a solas.
Te forman las palabras
que salen del silencio
y del tanque de sueño en que me ahogo
libre hasta despertar.
Tu mano metálica
endurece la prisa de mi mano
y conduce la pluma
que traza en el papel su litoral.
Tu voz, hoz de eco
es el rebote de mi voz en el muro,
y en tu piel de espejo
me estoy mirando mirarme por mil Argos,
por mí largos segundos.
Pero el menor ruido te ahuyenta
y te veo salir
por la puerta del libro
o por el atlas del techo,
por el tablero del piso,
o por la página del espejo,
y me dejas
sin más pulso ni voz y sin más cara,
sin máscara como un hombre desnudo
en medio de una calle de miradas.
Su poesía es apartada, solitaria, íntima, aristocrática. También es reflexiva y no solo en el sentido psicológico sino en el físico: es una precisa y preciosa construcción de reflejos. Poesía que ama la forma y cuya contenida luminosidad es la del ópalo (Octavio Paz, Xavier Villaurrutia en persona y en obra, FCE, 1978).
AIRE
El aire juega a las distancias:
acerca el horizonte,
echa a volar los árboles
y levanta vidrieras entre los ojos y el paisaje.
El aire juega a los sonidos:
rompe los tragaluces del cielo,
y llena con ecos de plata de agua
el caracol de los oídos.
El aire juega a los colores:
tiñe con verde de hojas el arroyo
y lo vuelve, súbito, azul,
o le pasa la borla de una nube.
El aire juega a los recuerdos:
se lleva todos los ruidos
y deja espejos de silencio
para mirar los años vividos.
En Reflejos hay influencias y afinidades: Suite del insomnio revela una lectura atenta de Tablada y en Aire y Cézanne hay ecos de Carlos Pellicer. En todos los casos Villaurrutia transforma las influencias y escribe poemas muy personales y que sólo él podía haber escrito. Transmuta la vaga poesía de Jiménez en una construcción exacta, aérea y un poco seca; hace del fauvismo de Pellicer una geometría; infunde severidad y gravedad al haikai de Tablada (Octavio Paz, Xavier Villaurrutia en persona y en obra, FCE, 1978).
LUGARES (I)
Vámonos inmóviles de viaje
para ver la tarde de siempre
con otra mirada,
para ver la mirada de siempre
con distinta tarde.
Vámonos, inmóviles.
MUDANZA
El agua, sin quehacer,
se hastía.
La nube, de viajar,
se cansa.
Y el monte bien quisiera
en el río, desnudo,
bañarse.
El camino, el camino
no quisiera llevarnos
a la casa.
¡Otra vida! ¡Otra vida!
Por eso el sol
se entra por los resquicios
y, en la mañana,
copia nuestras camas.
Por eso las nubes se exprimen…
Y por eso crujen los muebles,
y por eso se inclinan los cuadros.
¡Otra vida! ¡Otra vida!
Hagamos sitio a nuevos huéspedes:
echemos la casa por la ventana.
SUITE DEL INSOMNIO
RELOJ
¿Qué corazón avaro
cuenta el metal
de los instantes?
AGUA
Tengo sed.
¿De qué agua?
¿Agua de sueño? No.
De amanecer.
ALBA
Lenta y morada
pone ojeras en los cristales
y en la mirada.
Villaurrutia me enseñó a leer los poemas con otros ojos; mejor dicho, me enseñó que la lectura de un poema no se hace sólo con los ojos sino con todos los sentidos y con el entendimiento. Las palabras, además de significado, tienen peso, color, sabor, olor. Tienen, sobre todo, sombras, ecos: con ellos el poeta erige instantáneas esculturas: Octavio Paz (Xavier Villaurrutia en persona y en obra, FCE, 1978).
EPITAFIOS
II
Duerme aquí, silencioso e ignorado,
el que en vida vivió mil y una muertes.
Nada quieras saber de mi pasado.
Despertar es morir. ¡No me despiertes!