Sin pretenderlo, esta obra se convirtió en norma de la creación literaria por dos milenios. Aun en nuestros días, se mantiene como un referente. Se le considera el texto de Aristóteles que ha ejercido mayor influencia en la vida cultural de Occidente.
En el siglo IV a.C., Aristóteles realizó un análisis sistemático acerca de las artes. Agudo observador de todos los aspectos de la vida, y disciplinado organizador de ese conocimiento para identificar las leyes que guían el ser y el devenir, el filósofo también abordó la creación artística. Su objetivo era identificar las características de “la gran poesía”, liberada de cualquier intención pedagógica o política.
Trataremos de la Poética y de sus especies, según es cada una; y del modo de ordenar las fábulas, para que la poesía salga perfecta; como también del número y calidad de sus partes. En general, la épica y la tragedia, igualmente que la comedia y la ditirámbica, y en su mayor parte la música de instrumentos, todas vienen a ser imitaciones… Varios imitan las cosas copiándolas con colores y figuras, unos por arte, otros por uso y otros por genio. Todos hacen imitación con número, dicción y armonía, pero usan con variedad estos instrumentos; verbigracia la música, de armonía y número solamente; con sólo el número, los bailarines con compases figurados remedan las costumbres, las pasiones y los hechos. La épica hace su imitación sólo con las palabras sueltas o ligadas a los metros, usando de éstos o entreverados, o de un género determinado de versos… Las diferencias en las artes se establecen en orden a los medios con que hacen la imitación…
Derivada del verbo griego poiein, que significa “componer, producir, hacer”, así como “crear enteramente, inventar”, el concepto aristotélico de poiesis es más vasto que el actual de “poesía”: refiere la creación artística en general que, según la tradición realista griega, era concebida como imitación de la realidad sensible. Para Aristóteles, la imitación verdaderamente artística no sólo reproduce las formas sino principalmente la esencia espiritual de aquello que se imita.
El imitar es connatural al hombre desde niño. Todos se complacen con las imitaciones…
Su estudio revisa los géneros, los estilos, la estructura, sus componentes, la forma y la sintaxis, así como la interpretación o lectura pública. En este proceso, Aristóteles cuestiona algunos intentos clasificatorios de su época, como agrupar a los autores por la métrica con que escribían, sin importar los temas que abordaban (historia, medicina, física, poesía trágica), con lo que Homero y Empédocles compartían la misma categoría. Por el contrario, para Aristóteles, lo sustancial era la temática y su tratamiento.
Insistía en que los distintos géneros “imitan con medios u objetos diversos”. Así era posible distinguir a la epopeya de la tragedia o de la poesía ditirámbica.
IMITACIÓN EFICAZ
Para Aristóteles, en la imitación hay tres diferencias sustanciales: con qué medios se imita, qué es lo imitado y cómo se lleva a cabo la imitación.
Porque los imitadores imitan a sujetos que obran, y éstos por fuerza han de ser o malos o buenos, pues les acompañan sus costumbres (cada cual se distingue por la virtud y por el vicio), es necesario imitar o a los mejores de los nuestros o a los peores… Tal es la diferencia que hay de la tragedia a la comedia, por cuanto ésta procura imitar a los peores, y aquella a hombres mejores que los de nuestro tiempo…
De La Poética ha sobrevivido el volumen referente a la tragedia y a la epopeya, las cumbres del arte para los griegos, donde convergen tanto la imitación como la tendencia natural humana a la armonía y al ritmo.
La poesía fue dividida conforme al genio de los poetas, porque los más respetables dieron en imitar las acciones nobles y las aventuras de sus semejantes, y los más vulgares las de los ruines. Antes de Homero no podemos citar poema de ninguno, siendo verosímil que hubiese muchos… En asuntos serios Homero fue grandísimo poeta (antes el único, no sólo por tratarlos bien sino porque hace los retratos al vivo), igual ha sido el primero en dar una muestra de las gracias de la comedia en el Margites…
La comedia es retrato de los peores, mas no según todos los aspectos del vicio sino sólo por alguna tacha vergonzosa que sea risible, por cierto defecto y mengua sin pesar ni daño ajeno…
Trazadas la comedia y la tragedia, los aficionados a entrambas poesías, la seria y la jocosa, unos en lugar de hacer yambos se hicieron autores de comedias; otros, en lugar de versos heroicos compusieron tragedias…
EN LA CIMA, LA TRAGEDIA
Para los especialistas, no es creíble que Aristóteles no incluyera en La Poética a la ditirámbica y la mímica, muy celebradas en su tiempo. Tampoco aborda con detalle la poesía lírica. Hay alusiones a un segundo libro que al parecer se ha perdido, donde se presume que abordaba la comedia y la música. A esto se suma la ausencia de un epílogo general, como hacía en todas sus obras. No obstante, en lo que ha sobrevivido destaca su análisis de la tragedia y la epopeya.
Para él, la tragedia es, en esencia, “la representación de una acción memorable y perfecta, de magnitud competente, con estilo deleitoso, recitando [diciendo y haciendo] cada una de sus partes por sí separadamente, y que no por modo de narración, sino moviendo a compasión y terror, dispone a la moderación de estas pasiones. Llamo estilo deleitoso al que se compone de número, consonancia y melodía… El adorno de la perspectiva [escenografía] necesariamente habrá de ser una parte de la tragedia, así como la melodía y la dicción. Por dicción entiendo la composición misma de los versos y por melodía lo que a todos es manifiesto”.
La representación se hace por ciertos actores, los cuales han de tener por fuerza algunas calidades según fueren sus costumbres y manera de pensar, que por éstas calificamos también las acciones. Dos son naturalmente las causas de las acciones: los dictámenes y las costumbres, y por éstas son todos venturosos o desventurados… Doy el nombre de fábula a la ordenación de los sucesos, y de costumbres a los modales, por donde calificamos a los sujetos empeñados en la acción; y de dictámenes a los dichos con que los interlocutores dan a entender algo, o bien declaran su pensamiento…
ACCIÓN, COSTUMBRES Y CARÁCTER
Fiel a su sistema, Aristóteles partió de la observación de las obras más relevantes para identificar las características generales que compartían; posteriormente, comenzó a realizar sucesivas subdivisiones, cada vez más precisas, para señalar cualidades específicas. Así identificó elementos relevantes en la tragedia, como los acontecimientos y los rasgos distintivos de los personajes.
Lo más prioritario de todo es la ordenación de los sucesos. Porque la tragedia es imitación, no tanto de los hombres cuanto de los hechos y de la vida, y de la ventura y desventura… Las costumbres califican a los hombres, mas por las acciones son dichosos o desdichados… Sin acción no puede haber tragedia… Aunque alguno acomode discursos morales, cláusulas y sentencias bien torneadas, no por eso habrá satisfecho a lo que exige de suyo la tragedia; pero mucho mejor tragedia será la que usa menos de estas cosas y se atiene a la fábula y ordenación de los sucesos. Mas las principales cosas con que la tragedia recrea el ánimo son partes de la fábula, las peripecias y la anagnórisis [descubrimiento, revelación]…
Hechos, no sólo palabras, reclamaban los antiguos griegos.
Es, pues, la fábula lo supremo y casi el alma de la tragedia, y en segundo lugar entran las costumbres… y ya se dijo que la fábula es retrato de la acción, y no más que por su causa, de los agentes. La tercera cosa es el dictamen, esto es, el saber decir lo que hay y cuadra al asunto… En cuanto a las costumbres, el carácter es el que declara cuál sea la intención del que habla… El dictamen es sobre cosas en que uno decide cómo es, o cómo no es, lo que se trata… La cuarta es la edición del estilo. La dicción es la expresión del pensamiento por medio de las palabras, lo que tiene igual fuerza en verso que en prosa. La quinta, que es la melodía, es sobre todas suavísima. La perspectiva [escenografía] es de gran recreo a la vista, pero la de menos estudio y menos propia de la poética, puesto que la tragedia tiene su mérito aún fuera del espectáculo…
SELECCIÓN Y ORDEN
La teoría poética de Aristóteles pone énfasis en el límite de la extensión (cuidando la economía de las partes) y en la unidad. Esta última implica la selección de acontecimientos significativos enlazados y concatenados de manera que uno siga a otros con absoluta necesidad, constituyendo tal conexión que de suprimir una parte o cambiarla de lugar se generaría confusión.
Los que han de ordenar bien las fábulas, no deben principiar a la ventura ni a la ventura finalizar, sino idearlas conforme a principio, medio y fin… Conviene dar a las fábulas tal extensión que pueda la memoria retenerla fácilmente… la duración que necesariamente se requiere según la serie continua de aventuras, para que la fortuna se trueque de feliz en desgracia, o de infeliz en dichosa, ésa es la medida justa de la extensión de la fábula…
Es manifiesto que no es oficio del poeta el contar las cosas como sucedieron, sino como debieran o pudieran haber sucedido, probable o necesariamente [de ahí la diferencia entre el historiador y el poeta]… Por eso la poesía es más filosófica y doctrinal que la historia, porque la poesía considera principalmente las cosas en general y la historia las refiere en particular. Considerar en general las cosas es cuál cosa conviene a un tal decir o hacer, conforme a las circunstancias o a la urgencia presente; en ello pone su mirada la poesía, acomodando los hombres a los hechos… En la tragedia se valen de los nombres conocidos, porque lo factible es creíble… Las cosas conocidas a todos deleitan… No hay inconveniente en que varias cosas de las sucedidas sean como concebimos que debieran o pudieran ser, según compete representarlas al poeta…
Puesto que la representación es no sólo de acción perfecta sino también de cosas terribles y lastimeras, éstas, cuando son maravillosas, suben muchísimo de punto, y más si acontecen contra toda esperanza por el enlace de unas con otras, porque así el suceso causa mayor maravilla… es consiguiente que tales fábulas sean las más agradables…
El filósofo advierte que “son de malísimo gusto las fábulas en que se entremeten cosas que no es probable ni forzoso que acompañen a la acción”.
COMPARTIR EL SUFRIMIENTO
La capacidad del poeta para conmover al público es crucial. De ahí que entre el público cause indignación “introducir personas muy virtuosas que caigan de buena en mala fortuna”.
La compasión se tiene del que padece no mereciéndolo; el miedo es de ver el infortunio en un semejante nuestro, por yerro disculpable, habiendo antes vivido en gran gloria y prosperidad… Antiguamente los poetas ponían en rima sin distinción las fábulas ocurrentes; pero ya las fábulas más celebradas están reducidas a pocas familias, a saber: las de Alcmeón, Edipo, Orestes, Meleagro, Tiestes y Télefo… En los tablados como en los certámenes, éstas son celebradas por más trágicas. Y cierto, Eurípides, si bien no acierta en todo, a lo menos es tenido por el más trágico de todos los poetas…
La fábula se debe tramar de modo que, aun sin representarla, con sólo oír los acaecimientos, cualquiera se horrorice y compadezca de las desventuras; lo que avendrá ciertamente al que oyere leer la tragedia de Edipo…
Lo que se ha de estimar es cuando las atrocidades se cometen entre personas amigas, como si el hermano mata o quiere matar al hermano, o el hijo al padre o a la madre… [En la acción,] lo mejor es cometer alguna atrocidad ignorando que lo sea, y hecho el mal se reconoce, pues en tal caso falta la intención perversa y el reconocimiento llena de estupor…
ESTRUCTURA, REVOLUCIÓN, REVELACIÓN
Aristóteles identifica una estructura que será recurrente en toda la historia de la literatura: inicio, desarrollo y desenlace. En la antigua Grecia y respecto a la tragedia, esto equivalía a “prólogo, episodio, salida y coro”.
De las fábulas, unas son sencillas, otras complicadas… Llamo acción sencilla aquella que continuada sin perder la unidad viene a terminarse sin peripecia ni anagnórisis [revelación]; y complicada la que tiene su terminación con reconocimiento o mudanza de fortuna, o entrambas cosas, lo cual debe nacer de la misma constitución de la fábula, de suerte que por las cosas pasadas avengan natural y verosímilmente los tales sucesos…
La revolución es la conversión de los sucesos en contrario, y eso, como decimos, que sea verosímil o forzoso… El reconocimiento [el descubrimiento] más aplaudido es cuando con él se juntan las revoluciones, como acontece con el Edipo… Dos son las partes de la fábula: revolución y reconocimiento; otra tercera es la pasión, una pena nociva y dolorosa, como las muertes a la vista, las angustias mortales, las heridas y cosas semejantes…
En la estructura mencionada, destacan los elementos que tejen y destejen la historia:
En toda tragedia debe haber enlace y desenlace. Las cosas precedentes, y muchas veces algunas de las que acompañan la acción, tejen el enlace; las restantes sirven al desenlace. Quiero decir que el enlace dura desde el principio hasta la parte última de donde comienza la mudanza de buena en mala fortuna, o al contrario… Empero hay cuatro especies de tragedias. Una es la complicada, que está toda entretejida de revolución y reconocimiento. Otra es la lastimosa. La tercera es la característica. La cuarta es la simple… A la verdad, el poeta debe hacer todo lo que pueda por adquirir cuantas más y mayores perfecciones le sean posibles, atento a que vivimos en un tiempo en que no perdonan nada a los poetas…
TRADICIÓN E INNOVACIÓN
En tiempos de Aristóteles, se aplaudía el apego a la tradición, lo que imponía límites a la creatividad literaria: “Verdad es que no es lícito alterar las fábulas recibidas… bien que deba el poeta inventar fábulas nuevas o usar con discreción de las ya recibidas”.
Acerca de las costumbres se han de considerar cuatro cosas: la primera y principal, que sean buenas. La segunda cosa es que cuadren bien [al personaje]. Lo tercero, han de ser semejantes a las nuestras. Lo cuarto, de genio igual…
Las referencias de Aristóteles permiten inferir cómo eran las representaciones de las tragedias, las comedias y los ditirambos en la antigua Grecia, qué características tenían las de mayor aceptación y cuáles eran reprobadas por la audiencia. También menciona algunos cambios en las representaciones, como cuando Agatón introdujo la variante de que el coro interpretara canciones durante el intermedio de las tragedias.
VEROSIMILITUD, CONGRUENCIA, INTENSIDAD
En la trama, Aristóteles destaca aspectos fundamentales, como la congruencia:
Es menester, así en la descripción de las costumbres como de los hechos, tener siempre presente o lo natural o lo verosímil; que tal persona haga o diga las tales cosas, y que sea probable o necesario que una cosa suceda tras otra. De donde consta también que las soluciones de las dificultades han de seguirse naturalmente de la misma fábula…
La verosimilitud:
La anagnórisis es de varias maneras. La primera y menos artificiosa, de que muchísimos usan para salir del apuro, es por las señas [lunares, cicatrices, joyeles]. La segunda manera es la inventada por el poeta, y por lo tanto no carece de artificio. La tercera es por la memoria de lo pasado, sintiéndose al ver u oír algún objeto. La cuarta es por vía de argumento… Empero, el reconocimiento más brillante es el que resulta de los mismos sucesos, causando admiración los lances verosímiles, pues brillan por sí solos, sin necesidad de señales sobrepuestas y dijes; el segundo lugar lo tienen los que se hacen por argumento…
(No obstante, una trama sólidamente construida puede jugar con lo inverosímil. “Como bien dice Agatón, es verosímil que sucedan muchas cosas contra lo que parece verosímil”.)
Una intensidad convincente:
Quien trata de componer fábulas y darles realce con la elocuencia, se las ha de poner ante los ojos lo más vivamente que pueda… Se ha de revestir cuanto sea posible de los afectos propios, porque ningunos persuaden tanto como los verdaderamente apasionados; de aquí es que perturba el perturbado y el irritado irrita de veras. Por eso la poesía es obra del ingenio o del entusiasmo, porque los ingeniosos a todo se acomodan y los de gran numen en todo son extremados…
La intensidad es crucial, ya que “la uniformidad, hastiando pronto, es causa de que las tragedias desagraden”.
EL ESTILO
Para Aristóteles, el “estilo” era la manera como el autor manejaba los diálogos entre los personajes. Este aspecto le parecía medular.
Réstanos hablar del estilo y la sentencia. En la sentencia se contienen todas cuantas cosas se deben adornar con el estilo, como son el demostrar, el desenlazar los argumentos y el conmover los afectos; a saber: la compasión, el temor o la ira y otros semejantes… Unas cosas se han de representar sin discursos; otras, por necesidad, debe mostrarlas el que habla razonando, y darles eficacia en virtud del razonamiento; pues si no, ¿de qué serviría la persona que habla si las cosas por sí solas agradasen y no por sus palabras?… Las partes de toda suerte de habla son éstas: elemento, sílaba, conjunción, nombre, verbo, artículo, caso, palabra… La perfección del estilo es que sea claro y no bajo. El que se compone de palabras comunes es sin duda clarísimo, pero bajo.
La búsqueda del equilibrio es un requisito:
Será noble y superior al vulgar el que usa de palabras extrañas, no ordinarias. [Pero con el riesgo de que] saldrá un enigma o un barbarismo. Palabras que tienen diversa forma de la común, por ser fuera de lo usado, harán que no parezca vulgar, y en cuanto guardan parte de lo usado, conservarán la claridad… La moderación es necesaria en todas las figuras, pues quienquiera que usare las metáforas y los dialectos y los demás adornos, sin juicio y con afectación, caerá efectivamente en varias ridiculeces…
UNIDAD Y COHERENCIA
Por lo tocante a la facultad narratoria, se han de componer las fábulas como las representaciones dramáticas en las tragedias, dirigiéndose a una acción total y perfecta que tenga principio, medio y fin, para que, al modo de un viviente sin mengua ni sobra, deleite con su natural belleza y no sea semejante a un relato ordinario de historia, donde necesariamente se da cuenta, no de un hecho, sino de un tiempo determinado refiriéndose a él cuantas cosas entonces sucedieron a uno o a muchos, sin otra conexión entre sí más de la que les deparó la fortuna… Al contrario de Homero, que por eso muestra un no sé qué de divino en comparación con los demás al no haber abarcado toda la guerra troyana…
LA EPOPEYA
La epopeya debe tener las mismas calidades que la tragedia (debiendo ser sencilla o complicada, moral o lastimosa), y también las partes mismas, puesto que ha de haber en ella revoluciones, reconocimientos y perturbaciones; y asimismo las sentencias y el estilo han de ser brillantes… La epopeya es diferente por la longitud y por el metro… En la tragedia no es posible imitar muchas cosas hechas a un tiempo, sino solamente aquella parte que requieren la escena y los representantes. Mas en la epopeya, por ser mera narración, cabe muy bien el unir en verso muchas partes con sus cabos, por las cuales, siendo propias, crecerá la estructura del poema…
Homero, ya en el estilo y en el modo de pensar, es infinitamente superior a todos… merece ser alabado porque sólo él sabe lo que corresponde a su oficio; pues el poeta debe hablar lo menos que pueda en persona propia. Homero introduce inmediatamente a un hombre o a una mujer, y ninguno sin divisa sino revestido de su propio carácter. [Hay situaciones que] en los versos se disimulan más fácilmente, y lo maravilloso deleita… Con arte, Homero ha enseñado a los demás a contar fábulas con visos de verdad… [y que] más vale elegir cosas naturalmente imposibles, con tal que parezcan verosímiles, que no las posibles, si parecen increíbles. Ni menos se han de componer las fábulas de partes chocantes a la razón… Se ha de disimular el absurdo del modo más razonable y se ha de atender la variedad del estilo en los lugares estériles y no en los patéticos y sentenciosos”…
Para Aristóteles, los puntos altos del arte eran la tragedia y la epopeya. Pero la tragedia “tiene todo lo que la epopeya y además tiene una parte característica suya muy considerable: la música y la perspectiva, por cuyo medio los sentidos evidentísimamente perciben los deleites. Añádase que pone las cosas delante de los ojos no sólo por la lectura, sino también por la representación de los hechos. Sobre todo, el fin de la imitación [de la realidad] se logra en ella más pronto; porque reducido a tiempo más corto, deleita mucho más que si se dilata por largo espacio. Pongo por ejemplo: si uno extendiese el Edipo de Sófocles en tantos versos cuantos contiene La Ilíada. La imitación de los poetas épicos, cualquiera que sea, nunca es tan indivisa como la trágica. Si la tragedia se aventaja en todas estas cosas, y todavía más en el efecto propio del arte habrá de ser mejor que la epopeya, como quien toca su fin más pronta y derechamente”.
Aristóteles enfatiza en que de una epopeya podrían derivar varias tragedias, pero no a la inversa; de la Odisea de Homero podría derivar una tragedia acerca de la vuelta de Ulises a Itaca como principal acción constitutiva, con los reconocimientos y las revoluciones consiguientes.
LO OCURRIDO, LO CONTADO, LO DESEABLE
Para Aristóteles, la Poética expresa lo universal de la vida, y también lo que sería deseable que sucediera en el devenir de los acontecimientos.
El poeta ha de imitar por precisión una de estas tres cosas: cuáles fueron o son los [relatos] originales; cuáles se dice y piensa que hayan sido; o cuáles debieran ser… En la poética se puede pecar de dos maneras: una en la sustancia, otra en algún accidente. Si eligiese imitar lo que no es imitable, pecaría en la sustancia; mas tomando al sesgo la cosa, será error accidental, como pintar un caballo que mueve al mismo tiempo los dos pies derechos o cometer yerros contra cualquier arte o si se fingen cosas imposibles… Si es tachado el poeta de que no es así lo que cuenta, responderá: mas así debe ser; a ejemplo de Sófocles, que decía pintar él las personas cuales deben ser, y Eurípides, cuales son… o La fortuna lo quiso así, como solía Xenófanes… También se ha de considerar quién lo dice o lo hace, y a quién y cuándo, y en qué forma, y por qué causa; por ejemplo: si es por amor de mayor bien hacerlo o por temor de mayor mal el no hacerlo… Lo que se dice imposible se ha de sanear alegando ser conforme a poesía, o mejor, o según el común sentir. Y cierto que por respeto a la poesía conviene antes escoger un asunto si es creíble –aunque parezca imposible-, que otro posible, no siendo creíble… porque también es verosímil que sucedan cosas contra toda verosimilitud…
A pesar de tales recursos, el poeta no siempre salía bien librado de los reproches. Por ello, Aristóteles previene acerca de los cinco tipos de críticas más usuales: “que dicen cosas imposibles, o irracionales, o ajenas del asunto, o contradictorias, o no conformes al arte”.
EL LEGADO ARISTOTÉLICO
Aristóteles nació en el año 384 a.C., en Estagira, Macedonia. Desde la infancia fue educado como aristócrata con enfoque en las ciencias; más tarde ingresó a la Academia de Platón, donde le llamaban “el lector”. Su capacidad analítica y reflexiva lo llevó a debates con el mismo Platón, que llegó a afirmar: “Aristóteles me da coces como los potrillos a la madre que los parió”. Asimismo, su tendencia a la observación y a la recolección de datos lo convirtió en uno de los pioneros de la ciencia de la clasificación.
La Poética no fue un dictamen de Aristóteles acerca de cómo deberían ser las creaciones artísticas sino un análisis de las principales obras en varias disciplinas y aquellos aspectos que tenían mayor aceptación entre el público. Asimismo, el filósofo reconocía el poder de la audiencia para hacer triunfar o fracasar a los creadores (Carcino fue silbado en el teatro por los espectadores).
Al paso de los siglos, a pesar de que sólo se conservó una parte de esta obra, La Poética de Aristóteles fue considerada luz, principio y norma de todas las demás Poéticas que aparecieron después entre griegos, latinos y otras culturas. Más aún, los planteamientos de Aristóteles recobrarían vigencia en varias épocas.
Casi dos milenios después de haber sido escrita esta obra, en 1548, el “Comentario al libro de Aristóteles sobre el arte poética”, del filólogo Francesco Robertelli, contribuyó al estudio de la obra del filósofo griego, a la difusión y discusión de sus conceptos, y a la recuperación de las leyes que él identificó, “para enseñarlas a quienes quisieran imitarlas”.
En la Francia racionalista, los planteamientos aristotélicos de La Poética se convertirían en referencia obligada, en regla y guía de la actividad creadora.
En el siglo XVII, el dramaturgo Jean Racine escribió en su ejemplar de La Poética una reflexión acerca de la catharsis: “Excitando el terror y la piedad, purga y tempera esa clase de pasiones. Es decir, que al remover esas pasiones las priva de los que tienen de excesivo y de vicioso y las conduce a un estado de moderación conforme a la razón”.
Por esos tiempos, el también dramaturgo Pierre Corneille señalaba que la tragedia nos provoca un movimiento que incita a “purgar, moderar, rectificar y hasta desarraigar de nosotros la pasión que ha hundido ante nuestros ojos en la calamidad a las personas que estamos compadeciendo”.
El filósofo humanista Charles Batteux escribió en el siglo XVIII: “La Poética de Aristóteles está escrita tal como está pensada, con un cuidado, un escrúpulo que no permite al lector la menor distracción. Todas las palabras están escogidas allí, usadas en su sentido propio y preciso; a menudo una partícula necesita ser notada, meditada, por su relación esencial con el significado: todo allí es nervio y sustancia.”
En cada época en que el enfoque empirista ha recuperado presencia, la obra de Aristóteles ha vuelto a la cima del interés público. En el siglo XIX, Charles Darwin comentaba: “Linneo y Cuvier han sido mis dos dioses, en diversa medida, claro está; ambos, empero, se me representan como dos simples colegiales al lado del viejo Aristóteles”.
En el siglo XX, el poeta Octavio Paz reconocía la vigencia de conceptos e ideas del filósofo griego: “La pintura, la escultura, la música y la danza son también formas poéticas, como la tragedia y la épica… por encima de las diferencias que las separan, hay en ellas un elemento creador que las hace girar en el mismo universo”.
Acerca de la creación poética como imitación de la naturaleza, advertía la necesidad de recordar que “para Aristóteles la naturaleza es un todo animado, un organismo y un modelo viviente”. Asimismo, “su idea de la poesía como una reproducción imitativa es verdadera en tanto el poeta recrea arquetipos, en la acepción más antigua de la palabra: modelos, mitos… Esa imitación es creación original: evocación, resurrección y recreación de algo que está en el origen de los tiempos y en el fondo de cada hombre”.
Los estudiosos consideran La Poética una obra trascendente, verdadero manifiesto del clasicismo estético de todos los tiempos.
[ Gerardo Moncada ]