Como escribió el poeta: «¡El amor es un dulce de sabroso jugo, pero de pasta amarga!»… (Las mil y una noches)
Un tercio de las parejas en México están insatisfechas con la calidad de sus relaciones sexuales, advierten expertos.
En un reportaje publicado por el diario La Jornada, terapeutas en sexualidad destacan la importancia que tiene para hombres y mujeres el placer sexual pleno y de calidad.
“Muchas mujeres se quejan del pésimo arte amatorio de los hombres, incluso de aquellos que logran erecciones perfectas”. Diversos estudios refieren que 30% de los hombres eyaculan apenas un minuto después de haber iniciado el coito. Por ello, los expertos sugieren que, con ayuda especializada, la pareja resuelva conjuntamente sus problemas. Asimismo, que propicie encuentros sin prisas, en un ambiente de calidez y amor.
Reconocen también que un alto porcentaje no acude en busca de ayuda especializada. Es más, ni siquiera desea hablar del tema.
La obligación del placer
El terapeuta Jean G. Lemaire, en su libro La pareja humana: su vida, su muerte, su estructura (FCE), esboza la complejidad que adquirieron las relaciones amorosas durante el siglo XX, la enorme carga que recayó sobre las parejas y las dificultades que hacia finales del siglo se acentuaron.
“El casamiento en la época clásica era más que nada un contrato que unía a dos familias y conducía a una forma de organización que aseguraba la procreación, la distribución del patrimonio y su conservación, sin que por eso los dos integrantes de la pareja tuvieran mayor ‘obligación’ de mantener relaciones amorosas.
Sólo la obligación sexual formaba parte del contrato, oficial o implícitamente, tal como lo expresaba la moral corriente hasta principios del siglo XX, cuando se hablaba del ‘deber conyugal’. El lazo no suponía necesariamente una unión psíquica profunda, como hoy se exige con frecuencia. Esto no impedía que tal unión se obtuviera a veces en un cierto número de parejas.
Pero como la duración promedio de la pareja humana era aproximadamente tres veces menor en el siglo XVIII, el problema de la persistencia de un vínculo de tal intensidad psíquica se planteaba en escasa medida en la época clásica.
Lo mismo en cuanto al divorcio: unos quince años de vida promedio probable de la pareja tenía pocas posibilidades de hacerlo necesario, tanto menos cuando que entonces era posible una coexistencia sin vínculo psíquico profundo.
El problema se plantea de modo diferente hacia el final del siglo XX, cuando es grande la exigencia de intimidad, al tiempo que marido y mujer ven prolongarse su vida en común durante décadas -en promedio unos cincuenta años-, después de haber unido sus existencias muy temprano y, hecho más notable aún, a edades semejantes.
Durante todo ese tiempo [décadas], se le exigió a la pareja que aportara todo lo que es deseable en el plano afectivo: el amor pasión, el amor ternura, la amistad, la convivencia intelectual, la distribución del trabajo, la educación de los hijos en común; a lo que se agrega todavía, no ya la antigua obligación sexual sino la obligación del placer; y todo esto en un mundo más dividido […]
¿Qué tiene de sorprendente, entonces, que la pareja se vea sobrecargada?»
La «obligación del placer» es lo que líneas arriba los actuales expertos definen como «la importancia del placer sexual pleno y de calidad».
Y si la sobrecarga de exigencias no fuera suficiente, hay que añadir el riesgo del autoengaño. La escritora Clara Sánchez es categórica al respecto: «El amor es lo menos puro y objetivo del mundo. Al amor le gustan los brillos, los adornos, la chatarra, los reflejos cegadores de los espejos» (Últimas noticiad del paraíso, Alfaguara).
La fuga líquida
Ante ese escenario de grandes exigencias y elevados esfuerzos, un alto volumen de personas ha optado por lo que el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman identificó como “amor líquido”: una relación inestable, incierta, imprevisible, ligera, móvil, menos profunda, fugaz.
Bajo este concepto, las relaciones basadas en el intercambio y el diálogo han cedido su lugar a contactos múltiples y encuentros breves y efímeros. Asimismo, han proliferado los intercambios basados en una “proximidad virtual”, aunque en los hechos refuerzan la lejanía, la distancia, lo inmaterial.
Bauman observó que un número creciente de personas busca -inmersas en la cultura de consumo- «relaciones de bolsillo», esas que no exigen esfuerzos prolongados y suponen deseo sin espera, placer sin sudor y resultados sin esfuerzo.
¿Es esta la alternativa del siglo 21 para las relaciones amorosas? No para Bauman. Este analista de la vida contemporánea advirtió que, a pesar de las condiciones aceleradas, complejas y cambiantes, el amor sigue exigiendo vínculos más robustos y participantes conscientes, flexibles, comprometidos a trascender la superficialidad, dispuestos al diálogo profundo, capaces de realizar fuertes y prologados esfuerzos.
[ Gerardo Moncada ]Notas relacionadas
El amor líquido, de Zygmunt Bauman.
En México, 1 de cada 5 usuarios de internet se enamoró por ese medio.