Libros

Ethan Frome, de Edith Wharton

Mujer de avanzada, Wharton (24 enero 1862 – 11 agosto 1937) escandalizó a la clase alta estadounidense por criticar en sus relatos las convenciones sociales y exhibir la frivolidad de las familias adineradas, así como por divorciarse y gozar de libertad amorosa. Su obra literaria superó por mucho el cotilleo de la sociedad.

“Me contaron esta historia varias personas, poco a poco, y, como suele suceder en estos casos, cada vez era una historia distinta…”

Novela corta que fluye como un suspiro, para adentrarse en un misterio celosamente resguardado por una familia en un apartado y declinante pueblo en la montaña de Massachusetts donde sus habitantes suelen estar al tanto de la vida y milagros de cada poblador, excepto del secreto de Ethan Frome.

La muerte de su padre y las desgracias que la siguieron pusieron prematuro fin a los estudios de Ethan. Y, aunque éstos no habían sido bastante amplios para serle de gran utilidad práctica, habían nutrido su fantasía y le habían convencido de que existían inmensos y nebulosos significados bajo la apariencia habitual de las cosas…

La decadencia de los Varnum era evidente, aunque las dos mujeres hacían cuanto podían para conservar una decorosa dignidad; y la señora Hale, en particular, poseía un lánguido refinamiento, bastante acorde con su casa anticuada y deslucida…

En este relato, Wharton realiza una aguda exploración de los personajes: de sus sueños acotados por las condiciones que les impone la vida; de sus más profundos deseos confrontados con las convenciones sociales; de sus sentimientos atrapados por la imposibilidad (o la incapacidad) de expresarlos. Con estos elementos, la autora teje una fina y tensa trama de anhelos y frustraciones, de emociones reprimidas, de culpas y resentimientos.

Cruzaron donde asomaban sobre la nieve, en ángulos extraños, las lápidas de los Frome. Ethan las miró con curiosidad. Aquella compañía silenciosa se había burlado durante años de su inquietud, de sus deseos de cambio y de libertad. Parecía grabado en cada lápida: “Nosotros nunca escapamos. ¿Cómo lo harías tú?”…

Publicada por primera vez en 1911, en esta novela Wharton rompe las convenciones de la época al plantear deseos amorosos que resultaban inaceptables por la sociedad, tanto en las clases altas como en las conservadoras comunidades rurales.

Se sabe que su divorcio y su liberal vida afectiva, hizo de Edith Wharton el blanco de múltiples comentarios y señalamientos entre los sectores acomodados de Nueva York. Esta circunstancia le proporcionó material para retratar los mecanismos de censura que emplea la sociedad en contra de quienes se dejan arrebatar por sus deseos o simplemente intentan vivir de una manera diferente.

Le atormentaban confusas ideas de rebelión. Era demasiado joven, demasiado fuerte y estaba demasiado lleno de la savia de la vida para aceptar sin más la destrucción de sus esperanzas… Los hechos inexorables le cercaron como carceleros que esposan a un convicto. No había salida. Estaba condenado a cadena perpetua, y su único rayo de luz iba a extinguirse…

Wharton escribió en la revista Scribner’s: “La narrativa moderna comenzó cuando la ‘acción’ de la novela pasó de encontrarse en la calle a encontrarse en el alma”. Y ampliaría su idea: “El drama se logra exponiendo los conflictos que se producen entre el orden social y los apetitos individuales, y el arte de mostrar la vida en la ficción nunca podrá ser nada más que un desgajamiento de los momentos cruciales de esa vorágine que es la existencia”.

No sé lo que habría hecho la pobre Zeena si no te hubiera tenido a ti para cuidarla. Y lo mismo he dicho siempre de tu pobre madre. Lo has pasado muy mal, Ethan Frome…

PAISAJE INTERIOR

Edith Wharton crea bucólicas imágenes de la naturaleza que rodea a este poblado montañoso y apunta cómo el frenético inicio del siglo XX va convirtiendo ese entorno rural en un pasado que se esfuma. No obstante, lo que más le interesa es plasmar el rudo carácter de la gente de esa región.

Ethan la miró con aversión. Ya no era la criatura lánguida que había vivido a su lado en un estado de hosco ensimismamiento; era una presencia misteriosa y extraña, una fuerza maligna segregada en los largos años de silencioso cavilar…

En el prólogo a la edición de 1922 de Ethan Frome, Wharton escribió: “La vida rural de Nueva Inglaterra, la abrupta y hermosa región que conocí en los años que viví allí, guardaba escaso parecido con la Nueva Inglaterra literaria que pasaba por alto los crestones graníticos… Yo estaba convencida de que el tema de mi historia había que tratarlo con concisión y sin ambages, tal como se había presentado siempre la vida a mis protagonistas; todo intento de elaborar o complicar sus sentimientos falsearía forzosamente el conjunto. Estos personajes eran, en verdad, mis crestones graníticos, a medio emerger del suelo y un poco más expresivos.

“Creo que el verdadero mérito de mi obra reside en un detalle menor. Tenía que encontrar el medio de que mi tragedia llegase a oídos de su narrador de manera natural y descriptiva a la vez. Podía haberlo sentado frente a alguna comadre del pueblo que le hubiera servido en bandeja la historia completa en pocos segundos, pero entonces habría falseado dos elementos esenciales de mi narración: en primer lugar, la arraigada reticencia y la incapacidad de expresarse propias de la gente que me proponía describir; y, en segundo lugar, el efecto de ‘redondez’ (en el sentido plástico) que se produce al dejar que la historia nos llegue por mediación de personas tan distintas. Cada uno de mis cronistas contribuye a la narración sólo en la medida en que son capaces de comprender lo que les parece un caso complejo y misterioso; y sólo el narrador de la historia posee capacidad suficiente para verlo todo”.

Con una sólida formación literaria, Wharton no perdía oportunidad en señalar la ignorancia de algunos autores que creían ser innovadores cuando en realidad estaban aplicando procedimientos, estructuras, técnicas y métodos ya explorados con anterioridad. En ese mismo sentido, no tenía inconveniente en reconocer las influencias que ella había recibido.

En el caso de Ethan Frome, “no pretendo que se me reconozca originalidad alguna por haber seguido un método del cual La Grande Bretéche (Honoré de Balzac) y The ring and the book (Robert Browning) me habían dado el ejemplo perfecto. Mi único mérito tal vez consista en haber intuido que el procedimiento empleado en esas obras podía aplicarse a mi modesta historia”.

La fina prosa de la autora, las atinadas analogías con el abrupto entorno natural y los toques poéticos (medidos, justos) hacen de Ethan Frome una redonda y hermosa pieza literaria que, para mayor mérito, cierra con un sutil toque de ironía.

EMINENCIA ESTÉTICA

En su estudio La novela corta americana (Editores Asociados, 1976), el crítico y académico Arthur Voss no escatimó elogios para Wharton como “distinguida escritora de cuentos y novelas” que continuó la tradición realista de Henry James y contribuyó a sentar las bases para el explosivo auge de escritores de la década de 1920, como Sherwood Anderson, Ernest Hemingway y William Faulkner.

Refiere que Wharton publicó once volúmenes de cuentos entre 1899 y 1936. Aunque los primeros reflejan la influencia de Henry James, tienen su propio estilo y demuestran un don para el relato, una perspectiva psicológica y moral que toma distancia de la de James.

“Fue aguda observadora de la alta sociedad de Nueva York a la que, en varias de sus mejores novelas (como La casa de la alegría, de 1905), expuso con ironía por sus falsas virtudes, sus limitaciones culturales y su estrechez de criterio”. (De hecho, en 1907 Wharton rompió para siempre sus lazos con esa sociedad.)

“En varias de sus historias, como en la novela corta Ethan Frome, el conflicto dramático surge cuando un personaje descubre que la única forma de alcanzar la felicidad es desafiando los convencionalismos, especialmente los que conciernen al matrimonio… Sin duda, Wharton estaba particularmente interesada en las consecuencias derivadas de matrimonios infelices, del amor fuera del matrimonio y del divorcio…

Por su parte, el especialista Malcom Bradbury destaca: “La escritura de Wharton está saturada de un peculiar y distintivo sentimiento de desperdicio vital, edificado sobre la renuncia emocional, un voluntarioso autoconfinamiento, y el sentido de inhospitalidad universal. Sus libros exploran esto de diversos modos, como en el caso de Ethan Frome”.

Y añade: “Al igual que Henry James, Edith Wharton se interesó en la relación entre la sociedad y la conciencia individual y se dejó atrapar entre los dos diferentes modelos de esa relación: por un lado, una visión ‘tradicional’ según la cual la sociedad está conformada por personas cada vez más al tanto de sí mismas, de su propia naturaleza así como de la de los demás, por medio de la sensibilidad y la introspección, y donde la personalidad tiene un carácter genuino y concreto detrás de las apariencias externas; por otro lado, una visión más ‘realista’ o ‘naturalista’ que propone que las personas estás determinadas e incluso creadas por un status y sus condicionamientos sociales… Wharton establece campos de batalla en los que dos percepciones del yo se encuentran enfrentadas: una voluntarista, abocada a la moral y la cultura, la otra determinista, interesada en los individuos como víctimas de la sociedad y sus procesos. Los libros de Wharton tratan de los valores, pero también de sus derivaciones económicas” (La novela norteamericana moderna, FCE, 1988).

El experto Harold Bloom fue más lejos al destacar la originalidad y excelsitud alcanzada por varias escritoras de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX: “Ninguna novelista norteamericana viva, de cualquier raza o ideología, puede compararse en eminencia estética con Edith Wharton o Willa Cather” (El canon occidental, Anagrama,). 2021

DE PERFIL

Edith Newbold Jones nació el 24 de enero de 1862 en Nueva York, en una familia acaudalada y de abolengo que le proporcionó una esmerada educación. En 1885, a los 23 años, se casó con Edward Robbins Wharton, de quien se divorciaría en 1913 luego de una serie de escándalos por las infidelidades de su marido. Tales hechos y el que ella fuera una mujer liberal le hizo vivir en carne propia las inclemencias del chismorreo que practicaban las familias pudientes de las mansiones de la Quinta Avenida. Estas experiencias fueron plasmadas en algunas de sus mejores páginas.

Su fascinación por la cultura europea le llevó a embarcarse para cruzar el océano Atlántico en 66 ocasiones. No fue casual que en 1907 abandonara definitivamente los Estados Unidos y se instalara en Francia.

A pesar de la distancia, su fama creció. Con La edad de la inocencia, publicado en 1920, obtuvo el Premio Pulitzer, concedido por primera vez a una mujer. Asimismo, fue la primera mujer en recibir el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Yale, en 1923. No obstante, varios críticos consideran que Ethan Frome fue la novela de Wharton que alcanzó mayor universalidad, gracias a su sencillez.

Malcom Bradbury traza un atinado retrato de la escritora: “Surgida del patriciado neoyorkino, nacida rica, cosmopolita y anhelante, Edith Jones creció en un mundo en el que las costumbres y los códigos sociales eran intensamente reales, las diferencias de clase significativas, y el surgimiento de la nueva riqueza, el comercialismo y la corrupción política una seria inquietud. El simple hecho de que escribiera surgió de la prisión a la que fue remitida por un infeliz matrimonio arreglado así como de las restricciones impuestas a las mujeres por las convenciones puritanas. Tanto ella como Henry James se expatriaron a Europa en sendas fugas determinadas en parte por un sentimiento de decadencia y envilecimiento que observaban en su país de origen. Los dos escribieron sobre ambientes semejantes, temas parecidos, similares sentimientos de dislocación por su tierra nativa, agonías frente a la grieta entre el deseo estético y cultural y los hechos materiales” (La novela norteamericana moderna).

Se menciona con frecuencia la influencia de Henry James sobre Edith Wharton. Además de una larga amistad, James fue su mentor literario en una primera etapa. Su influencia despertó en Wharton un vivo interés por temas afines aunque con variantes en el enfoque.

Asimismo, Wharton también reflexionó sobre la literatura y el acto de escribir. Publicó una serie de artículos en la revista Scribner’s entre 1924 y 1925, que de inmediato fueron agrupados en un libro con el título Escribir ficción. El vicio de leer.

Amante de la disciplina y el rigor, escribió en esos textos: “El hábito hace el estilo del escritor, igual que hace el carácter del hombre. Y el autor que demasiadas veces se ha contentado con expresar su pensamiento de manera más o menos aceptable ha puesto de una vez por todas un límite a su talento que ya nunca superará”.

Admiradora del talento, además de James, Wharton mantuvo amistad con otros autores como Francis Scott Fitzgerald, Jean Cocteau y Ernst Hemingway.

El 11 de agosto de 1937, Edith Wharton falleció en las afueras de París, en su casa de campo de Saint-Brice-sous-Foret.

[ Gerardo Moncada ]

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Botón volver arriba