Una de las obras más afamadas de la literatura francesa, del piloto y escritor Antoine de Saint-Exupéry (29 junio 1900, Lyon – 31 julio 1944, Marsella).
El Principito es un bello relato, ideal para aproximar a los jóvenes a varias de las virtudes que alienta la mejor literatura: el cultivo de la imaginación, de la fantasía, el desarrollo de la empatía con nuestros semejantes, el descubrimiento de la complejidad de los sentimientos y las relaciones humanas. Una lectura más madura permite explorar temas trascendentes, como el sentido de la vida, la amistad, la soledad y la pérdida.
En El Principito, el encuentro fortuito en el desierto africano entre un piloto cuya nave se averió y un niño procedente de otro planeta que viaja por el universo en busca de un amigo, da pie a una serie de reflexiones acerca de la conducta adulta, la vida social y la pérdida de la fresca espontaneidad infantil.
El viaje enriquece la incipiente educación sentimental del principito, apenas delineada por su relación con una orgullosa y caprichosa flor con la que compartía su pequeño planeta. Al efectuar su recorrido espacial se topará con diversos personajes: un rey que anhelaba vasallos sobre los cuales gobernar y ejercer su autoridad, un vanidoso que buscaba admiradores y alabanzas, un ebrio inmerso en su melancolía, un solemne hombre de negocios ocupado en hacer cuentas, un farolero (el único que no se ocupaba de sí mismo), un zorro sabio, el aviador…
Algunos fragmentos
“Las personas mayores nunca comprenden por sí solas las cosas, y resulta muy fastidioso, para los niños, tener que darles continuamente explicaciones”.
“¡En aquel entonces no supe comprender nada! Debía haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Ella me proporcionaba alegría y aroma. Jamás debí haber huido. Debí adivinar su ternura, tras sus inocentes mañas. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saberla amar”.
“Hay que exigirle a cada uno aquello que es capaz de hacer o de dar -replicó el rey-. La autoridad debe basarse sobre la razón. Si tú ordenas a tu pueblo que se arroje al mar, él hará la revolución”.
-¿Y para qué te sirve poseer las estrellas?
-Me sirve para ser rico.
-¿Y para qué sirve ser rico?
-Para comprar otras estrellas […] -¿Y qué haces tú con las estrellas?
-Las administro, las cuento y recuento -contestó el hombre de negocios-.-¿Mi flor está amenazada de próxima desaparición?
-Lo más seguro.
“Mi flor es efímera -se dijo el principito-, y no cuenta más que con cuatro espinas para defenderse del mundo. Y pensar que la he dejado absolutamente sola.
Aquel fue el primer sentimiento de arrepentimiento.”-Sean mis amigos, estoy solo -dijo el principito-.
-Estoy solo… Estoy solo… Estoy solo… -respondió el eco-.-¿Qué significa domesticar?
-Es algo que está muy olvidado -dijo el zorro-. Significa ‘crear lazos’.
-¿Crear lazos?
-Seguro -dijo el zorro-. Tú no eres para mí más que un chiquillo parecido a cien mil chiquillos, y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas; yo no soy para ti más que uno más entre cien mil zorros. Ahora bien, si tú me domesticaras, nos necesitaríamos el uno al otro. Tú serías para mí el único en el mundo, como yo lo sería para ti…-Adiós -repuso el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy sencillo. Consiste en que no se ve bien sino con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible para los ojos -repitió el principito, a fin de recordarlo.
Considerada por igual novela corta, cuento poético o fábula filosófica, El Principito es la obra más célebre de la literatura francesa. Ha sido traducida a más de 250 lenguas y dialectos.
Antoine de Saint-Exupéry había tenido éxito de ventas con cinco novelas que relataban experiencias aeronáuticas, tanto de corte civil como bélico. En 1942, durante una larga residencia en Estados Unidos, fue persuadido para que escribiera una historia infantil. Elizabeth Reynal, esposa de uno de los socios de la editorial Reynal & Hitchcock, fue quien lo convenció, argumentando que dicha tarea aliviaría la deteriorada salud y el endeble estado nervioso del escritor. Saint-Exupéry dedicó el segundo semestre de 1942 a escribir e ilustrar El Principito, sin imaginar la fama que adquiriría esta obra y que sería su principal legado literario.
[Gerardo Moncada]