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Beowulf, el origen de la épica inglesa

Los mejores y los más sabios de mis compatriotas me animaron a que te visitara, rey Hrothgar, porque conocen mi inmensa fuerza. Fueron testigos de ella cuando, empapado con la sangre de mis enemigos, salí victorioso de una lucha en la que destruí a toda una familia de gigantes; capturé a cinco de ellos y en una sola noche maté a un gran número de monstruos marinos. Aunque me atacaron ferozmente, destruí a las bestias y vengué sus ataques contra los gautas. Ahora pienso enfrentarme solo a Grendel, el monstruo…

Bella épica caballeresca que exalta las cualidades de la nobleza nórdica en la temprana Edad Media. Beowulf es el más antiguo poema épico que se conserva y que no fue manuscrito en latín sino en una lengua vernácula. Al haber sido redactado en anglosajón, entre los siglos VIII y IX, se trata de la primer obra escrita propiamente en inglés.

«La gesta de Beowulf es el monumento épico más antiguo de las literaturas germánicas», escribió Jorge Luis Borges.

Anglos, sajones y jutos fueron tres de los pueblos germánicos que, en los primeros años del siglo V, comenzaron a cruzar las fronteras de los ríos Rin y Danubio para ocupar -y al final conquistar- territorios del agonizante Imperio Romano. Junto con los grupos suevos, vándalos, godos, francos, burgundios, turingios, alamanes, lombardos y otros más se extendieron por Europa. Antes de que concluyera el siglo ya tenían el poder militar, el poder político y parte importante del poder económico en las regiones conquistadas.

Si bien anglos, sajones y jutos se instalaron en Inglaterra, no olvidaron sus raíces, sus leyendas, sus historias. Así, Beowulf fue escrito en esta isla, varios siglos después, como evocación mítica de su pasado heroico en la región nórdica.

Beowulf, tu fama es reconocida por todos los pueblos de la tierra [dijo el rey Hrothgar]. Pórtate con prudencia y humildad. Guardaré y conservaré la amistad que te he prometido […] Llegarás a ser un gran consuelo para tu pueblo y una gran ayuda para todos los hombres…

La historia y el mito

Según la cronología del poema, Beowulf habría nacido en el sur de Suecia en el año 495 de nuestra era; fue a Dinamarca en ayuda del rey Hrothgar en el año 515 (donde vence a un ser monstruoso y a la madre de éste); acompañó a su tío, el rey Hygelac, en una expedición contra francos y frisios en 521. Se convirtió en rey de los gautas en 533 y murió cerca del 583 (tras una batalla contra un poderoso dragón).

El historiador Johannes Bühler, en su espléndido ensayo Vida y cultura en la Edad Media (FCE, 1983), señala que en los inicios del Medievo hubo una fuerte tendencia en la literatura hacia la adaptación de relatos antiguos, reflejo del espíritu de la época, que «destacaba la evocación de lo pasado sobre la experiencia del presente».

Bühler reconstruye el origen de este poema épico:

«La fantasía popular, a partir de la época de la migración de los pueblos, no dejó de ocuparse un solo momento de los grandes acontecimientos y personajes históricos, cantándolos e infundiéndoles vida en sus canciones y leyendas. Hay una obra de esta época, el Beowulf de la antigua Inglaterra, que nos permite seguir la trayectoria de las creaciones literarias populares, desde su meollo histórico hasta su versión definitiva. El Beowulf histórico fue a parar al reino de los francos entre los años 512 y 520, desde Gotlandia, en el sur de Suecia, acompañado de su tío Hygelac, logrando volver a su tierra natal después de la derrota de éste. Aquí hubo de librar diversas batallas como tutor del heredero del trono, primero, y luego como príncipe. En la leyenda se destacan en primer plano los combates de Beowulf con los dragones y los monstruos marinos. Estas leyendas emigraron a Inglaterra y fueron aglutinándose entre los años 700 y 730 para formar la epopeya de Beowulf, que ha llegado a nosotros en una versión sajona. Las otras leyendas germánico-celtas no llegan a nuestro conocimiento con cierta precisión, sino a través de las versiones de la época cortesano-caballeresca, razón por la cual sólo de un modo excepcional pueden considerarse como expresión de la verdadera alma del pueblo, sobre todo en lo tocante a los siglos en que estas leyendas se formaron y se desarrollaron en modalidades populares. (La leyenda del Santo Grial es de origen oriental, habiéndose introducido en el Occidente a través de España.)»

Oralidad y musicalidad

En la presencia de Hrothgar se cantaron canciones acompañadas por música. Se tocó el arpa y se recitaron muchas baladas. Entonces, para entretener a la audiencia, el bardo de Hrothgar cantó en el salón cómo Hnaef, el jefe de un pequeño clan de Dinamarca, cayó en manos de los hombres de Finn en una pelea en Frisia, cuando un desastre repentino sobrevino a los daneses […] El poeta contó su historia y terminó su canto…

La escritura de Beowulf corresponde a una época de fuerte tradición oral, de ahí que fue escrita en verso aliterativo (que se basa en repeticiones de la sonoridad, lo que permitía memorizar el poema y además darle musicalidad). El poema mismo refiere una fiesta en la que fue recitado el Canto de Finn y discursos en distintos momentos. Y todo indica que Beowulf estaba destinado principalmente para ser oído.

Siguieron canciones y bromas, y el patriarca Hrithgar, que gozaba mucho con las historias, contó anécdotas del pasado y una alegre melodía del arpa sonó una y otra vez. Cantaron también una balada verdadera y desgraciada; el rey contó una curiosa leyenda en su forma correcta y, también, sintiéndose ya vencido por la edad, lamentaba su juventud perdida…

«El verso anglosajón en que está escrito Beowulf tiene su propia dicción, diferente de la prosa, que casi llega a ser un lenguaje dentro del lenguaje. En general, la antigua prosa inglesa es lúcida y directa, pero el antiguo verso inglés es totalmente diferente. Usa términos arcaicos y poéticos que no se usan en la prosa, así como palabras compuestas [a manera de metáforas]… Este vocabulario y el hábito de dicción constituyen la especial belleza, riqueza y lo íntimo de la poesía anglosajona, que es tan brillante e intrincada y, sin embargo, formal», señala el traductor David Wright (Ed. Colofón, 2012).

De vez en cuando un poeta, con clara voz, cantaba en Heorot. Y los guerreros, una gran multitud de daneses y gautas, comenzaron a gozar…

[Al escuchar el audio de Beowulf en inglés moderno se alcanza a percibir algo de la musicalidad original.]

Perfecta armonía

El escritor J. R. R. Tolkien no sólo se inspiró en Beowulf para crear su saga de El Señor de los Anillos sino que como académico impulsó la revalorización de ese poema épico destacando en su construcción un sutil balance entre tesis y antítesis, más que de una narración en línea recta.

«El poema comienza y acaba con un funeral, y la primera parte que habla de la juventud del héroe está en contraste con la segunda que trata de su ancianidad. Y si su historia se ocupa de monstruos y dragones, no es porque el poeta y su audiencia anglosajona creyeran infantilmente en esos fenómenos, aunque eran conscientes de la posibilidad de su existencia. Porque Beowulf, aunque héroe y superhombre, es sobre todo un ser humano», escribió Tolkien en 1936.

Había llegado el fin de sus días, el poderoso rey, el gran señor de los gautas que había muerto gloriosamente. También vieron al dragón, caído frente a su torre, una bestia extraña, escamosa, brillante, de diferentes colores y abrasada en su propio fuego…

Categórico, Tolkien señaló: «Beowulf es el más logrado de los poemas en inglés antiguo porque en él los elementos, el lenguaje, la métrica, el tema y la estructura están casi en perfecta armonía».

Precursora de un género

El historiador José Luis Romero destaca las peculiaridades de las obras que dieron origen al cantar de gesta medieval: «En los Eddas nórdicos, en la Canción de los nibelungos y en el Gudruna y en el Beowulf, los elementos legendarios y casi míticos proveían a la épica de un carácter singular […] combatían como seres sobrehumanos frente a enemigos inmensamente más poderosos y a los cuales derrotaban finalmente mediante hazañas inconcebibles» (La Edad Media, FCE, 1987).

El consenso académico considera que con Beowulf inicia el cantar de gesta como género literario. Es el mundo heroico de los integrantes de la nobleza, con enormes desafíos, espadas célebres que tienen linaje, incluso nombre propio y hasta poderes mágicos; cascos, escudos y copas enjoyados, «tesoros antiguos y oro bien trabajado». Estos elementos serían recurrentes en poemas épicos posteriores.

El diablo siniestro se llamaba Grendel, merodeador conocido de las fronteras, que habitaba en la fortaleza de páramos y pantanos. Este ser desgraciado había vivido por mucho tiempo en la tierra de los monstruos, porque Dios lo había condenado junto con los hijos de Caín, pues el Señor Eterno vengó así el asesinato de Abel. No le agradó aquella pelea, por lo que apartó a Caín de la humanidad por su crimen. De Caín se engendraron todas las descendencias malignas: ogros, duendes y monstruos, sin mencionar a los gigantes que, durante mucho tiempo, lucharon contra Dios por lo que fueron castigados una y otra vez…

Otros aspectos serán modificados conforme transcurra el Medievo, como el acento religioso cristiano que en Beowulf es incipiente e incidental. Esto se entiende porque el poema fue escrito en la temprana Edad Media, cuando en los pueblos germánicos había una primitiva fe cristiana que convivía con costumbres paganas.

A veces hacían sacrificios en los altares paganos, pidiendo al demonio que los ayudara contra la opresión que estaban sufriendo. Esto era lo que hacían y esta era la esperanza de un pueblo pagano. El infierno estaba en sus corazones; no sabían nada de un Creador, del Dios verdadero, juez de todas las acciones…

Esta mezcla es relevante si tomamos en cuenta que, como todo indica, el poema pudo haber sido transcrito por un monje cristiano.

J. R. R. Tolkien destaca ese cruce de creencias en el desenlace del poema, que es una suerte de elegía a un mundo y una cultura extintos. Al escritor le resulta conmovedor que este enfoque provenga de «un poeta cristiano que mira hacia un mundo pagano y heroico que aún estaba reciente».

La épica caballeresca

Llevaré a cabo una acción heroica o bien exhalaré mi último suspiro en esta sala…

En los inicios de la Edad Media, conforme se instauraba el orden feudal, el sentimiento heroico de la vida floreció en las aristocracias ante las exigencias cotidianas que, en efecto, hacían del heroísmo la más importante de las virtudes, señala José Luis Romero.

«El caballero quería conquistar el honor y la gloria en el duro ejercicio de la guerra, y con ellos ganar también riquezas y poder. Sólo la hazaña parecía digna del caballero, la hazaña heroica, desmedida, inusitada, que hiciera decir a aquellos a quienes llegaba el rumor de sus hechos que nadie había sido capaz de hacer lo que él hacía […] La espada es el signo del caballero y el combate su única justificación».

La reina Wealhtheow dijo: «Querido Beowulf, te has portado en tal forma que la gente, en todo el mundo, debe cantar tus alabanzas por siempre, tan ampliamente como el mar que acuna los vientos que rodean la tierra. ¡Ojalá que florezcas durante toda tu vida! Me alegrará tu prosperidad…»

«El oficio de las armas se consideraba como incumbencia de una clase especial, la de los nobles. Era lógico que coincidiendo la nobleza y el servicio de las armas, la profesión guerrera rodease de una aureola de prestigio a quien poseía el poder más palpable, premisa de todo el orden del Estado y de la sociedad», escribió Johannes Bühler.

Por abrasador que sea el fuego, avancemos para ayudar a nuestro rey. Dios sabe que yo preferiría que las llamas tragaran mi cuerpo junto con mi rey y benefactor. Creo que es una deshonra que volvamos a casa con nuestras armas sin matar antes al enemigo y sin salvar la vida de nuestro rey. Sé que no es esto lo que él se merece por sus hazañas pasadas y que de entre todos los gautas sólo sea él quien sufra y muera. ¡Peleemos juntos con Beowulf!…

Por contraste al héroe, este poema refiere los antivalores del guerrero:

El hombre, en su engreimiento, ya no conoce límites. Vive en la lujuria, nada le preocupa profundamente, ni la enfermedad ni la edad […] La arrogancia crece y se encona dentro de él. La conciencia, que es centinela del alma, se duerme […] Codicia con ambición […] olvida o no presta atención a los trabajos del destino ni a las grandes bendiciones de Dios […] ¡Mi querido Beowulf, cuídate de estas maldades!…

No para siempre

Uno de los aspectos más atractivos de Beowulf para el lector contemporáneo es la idea de lo transitorio. En el poema hay un profundo lamento ante lo fugaz de los gozos y esplendores, ante la felicidad perdida.

Para Bühler, la influencia germánica es innegable: «El elemento trágico de la poesía y la concepción del mundo germánicas tiende a poner de relieve más el final que el principio de una evolución».

El fuego, elemento ambicioso, sorbió la muerte de ambos lados y toda la gloria pereció…

«Esta conciencia aguda de que todo debe acabar, todo esplendor perecer, es característica de la imaginación anglosajona», escribió David Wright.

Estas son las luchas, los odios, los feudos que nos traerán batallas y que nos obligarán a ir a la guerra con los suecos, tan pronto como se enteren de que nuestro rey ha muerto y cuando sepan que los gautas están sin un jefe, que han perdido al mejor de los reyes, Beowulf, que mantuvo a raya a nuestros enemigos, que conservó intactos la tierra y el tesoro, que salvó a Hrothgar y a los daneses y que vivió valientemente toda su vida…

El poeta irlandés Seamus Heaney escribió en el año 2000 una célebre adaptación al inglés contemporáneo de Beowulf. Su admiración por este poema era elocuente: «Una obra maestra de gran vitalidad imaginativa, cuya estructura cuentística es tan elaborada como los bellos artificios de su lenguaje. Sus elementos narrativos podrán pertenecer a una edad antigua pero, como una obra de arte, vive en su propio presente continuo, idéntico a nuestro conocimiento de la realidad en el tiempo presente».

La memoria en Sutton Hoo

Excavaciones arqueológicas en Sutton Hoo, al sureste de la isla británica, han encontrado entierros tan antiguos como la época referida en Beowulf, así como rastros de embarcaciones e incluso objetos ceremoniales y guerreros (en particular, un yelmo) de origen nórdico como los descritos en el poema.

[La novela The Dig, ya adaptada al cine, refiere el primero de estos hallazgos, iniciado por el excavador Basil Brown en la propiedad de Edith Pretty, en Sutton Hoo, durante 1939.]

Tierra, toma estos tesoros, pues ningún ser vivo puede gozarlos. Desde el principio fueron tuyos; deja que vuelvan a ti. La guerra y el terror han hecho desaparecer a mi pueblo, han cerrado sus ojos al placer y todas las puertas a la alegría. No hay nadie que levante estas espadas, que dé brillo a estas copas enjoyadas; nadie guía y nadie sigue. Estos cascos forjados y cubiertos de oro se oxidarán y se desharán y las manos que los deberían limpiar y pulir están ya quietas para siempre. Y estas cotas de malla, llevadas en las batallas en otros tiempos, mientras golpeaban las espadas y las hojas chocaban con los escudos, se enmohecerán como los guerreros que las poseyeron. Ninguno de estos tesoros viajará a tierras lejanas siguiendo a sus señores. No se oye ya el dulce sonido del arpa ni el placer de la música ni se ve al halcón cruzando por el salón de los banquetes ni al rápido corcel corriendo por el patio del castillo. La muerte ha barrido con casi todas las cosas vivientes…

[ Gerardo Moncada ]

Otras obras del Medievo:
El Cantar de mio Cid.
Chanson de Roland, inicios de la épica francesa.
El conde Lucanor, del infante Don Juan Manuel.
Libro del buen amor, de Juan Ruiz arcipreste de Hita.
Tristán e Isolda, versiones de Béroul y de Thomas.
Leyendas medievales en Alemania, recopilación de Hermann Hesse.
El Caballero del León, de Chrétien de Troyes.
La divina comedia, de Dante Alighieri.
Decamerón, de Giovanni Boccaccio.
Cancionero, de Francesco Petrarca.
Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique.
La Celestina, de Fernando de Rojas.
El Lazarillo de Tormes.
La Edad Media (ensayo histórico).
Vida y cultura en la Edad Media, de Johannes Bühler.
Arte en la Edad Media.

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