Sociólogo y filósofo polaco, Bauman nació el 19 de noviembre de 1925 y desarrolló una asombrosa lucidez analítica que conservó hasta el momento de su muerte, el 9 de enero de 2017.
Amor líquido (FCE) es un lúcido y severo análisis de las condiciones que rápidamente modificaron las relaciones humanas (y en especial las sentimentales) a finales del siglo XX y principios del siglo 21, para generar nuevas reglas, inestables, efímeras, líquidas.
“Mientras está vivo, el amor está siempre al borde de la derrota. Disuelve su pasado a medida que avanza, no deja tras de sí trincheras fortificadas a las que podría replegarse para buscar refugio en casos de necesidad. Y no sabe qué puede depararle el futuro. Nunca adquiere la confianza suficiente para dispersar las nubes y apaciguar la ansiedad. El amor es un préstamo hipotecario a cuenta de un futuro incierto e inescrutable…”
Si bien el amor posee características perecederas, éstas son especialmente vulnerables a determinadas circunstancias de cada época. Bauman afirma: “En lo que al amor se refiere, la posesión, el poder, la fusión y el desencanto son los Cuatro Jinetes del Apocalipsis”. Y desmenuza distintas condiciones que actualmente desatan (o acicatean) a estos jinetes:
- las situaciones de estabilidad y permanencia están siendo arrasadas;
- las intenciones éticas se han despeñado por los acantilados de la indiferencia y el desprecio;
- el consumismo invita a la liviandad y a la velocidad, a la búsqueda de variedad y novedad, a la adquisición de bienes cuyo único atributo es la promesa de sensaciones inexploradas;
- los consensos son cada vez más fugaces, de manera que las comunidades basadas en las semejanzas están siendo desplazadas por comunidades de ocasión en torno a eventos, ídolos, pánicos o modas (“puntos focales que comparten una expectativa de vida más breve”);
- las relaciones basadas en el intercambio y el diálogo han cedido su lugar a encuentros breves caracterizados por contactos múltiples y efímeros;
- han proliferado los intercambios basados en una “proximidad virtual”, que en los hechos refuerzan la lejanía, la distancia, lo inmaterial…
Todo esto trasmina hacia el ámbito de las relaciones interpersonales de todo tipo:
Una fluidez, fragilidad y transitoriedad implícita que no tienen precedente (la famosa ‘flexibilidad’) caracterizan a toda clase de vínculos sociales, aquellos que hace apenas unas décadas se estructuraban dentro de un marco duradero y confiable, permitiendo tramar una segura red de interacciones humanas…
Ahora el amor debe lidiar con este entorno volátil, sumamente influido por el consumismo.
Pobres aquellos que, por escasez de recursos, están condenados a usar bienes que ya no prometen sensaciones nuevas. Pobres aquellos que por la misma razón quedan pegados a uno solo de esos bienes sin poder acceder a la variedad aparentemente inagotable que los rodea. Ellos son los excluidos de la sociedad de los consumidores, son los consumidores fallidos, los inadecuados e incompetentes, los fracasados. Son los hambrientos consumidos en medio de la opulencia del festín consumista…
El acicate del consumismo es brutal, abrumador, y el amor no se salva.
Existe siempre la sospecha de que estamos viviendo en la mentira o el error, de que algo de importancia crucial se nos ha escapado, perdido o traspapelado, de que algo hemos dejado sin explorar o intentar, de que existe una obligación vital para con nuestro yo genuino que no hemos cumplido, o de que alguna posibilidad de felicidad desconocida y completamente diferente de la experimentada hasta el momento se nos ha ido de entre las manos o está a punto de desaparecer para siempre si no hacemos algo al respecto…
Este es el contexto de la modernidad “líquida” –como la bautizó Bauman-, caracterizada por la incertidumbre debido a cambios fluidos, constantes e imprevisibles, valores en mutación y reglas inestables. En este escenario, los vínculos humanos se han tornado ambiguos: la incertidumbre despierta sentimientos de inseguridad así como el impulso por estrechar lazos, pero no demasiado firmes para poder romperlos con facilidad.
Tal como señaló Ralph Waldo Emerson, cuando uno patina sobre hielo fino, la salvación es la velocidad. Cuando la calidad no nos da sostén, tendemos a buscar remedio en la cantidad...
Para mucha gente, la idea de relación “sigue cargada de vagas amenazas y premoniciones sombrías: transmite simultáneamente los placeres de la unión y los horrores del encierro”. Muchas personas han elegido compromisos frágiles, y han encontrado como alternativa la proliferación de contactos. Anthony Giddens la llama «relación pura».
En la actualidad, la «relación pura» tiende a ser la forma predominante de unión humana, que se establece «por lo que cada persona puede obtener» y es «continuada sólo mientras ambas partes piensen que produce satisfacción suficiente para que cada individuo permanezca en ella». «Cualquiera que se comprometa sin reservas corre el riesgo de resultar gravemente dañado en el futuro» (La transformación de la intimidad: sexualidad y erotismo en las sociedades modernas, Cátedra).
Bauman no es escéptico, le da una oportunidad al amor, pero es una oportunidad condicionada: “Sin humildad y coraje no hay amor. Se requieren ambas cualidades, en cantidades enormes y constantemente renovadas”.
Sin embargo, admite que la realidad nos empuja en otra dirección:
“En una cultura de consumo como la nuestra, partidaria de los productos listos para uso inmediato, las soluciones rápidas, la satisfacción instantánea, los resultados que no requieran esfuerzos prolongados, las recetas infalibles, los seguros contra todo riesgo y las garantías de devolución del dinero (…) Seduce y atrae porque supone deseo sin espera, esfuerzo sin sudor y resultados sin esfuerzo (…) La conveniencia es lo único que cuenta (…) Son relaciones de bolsillo”.
En la actualidad, los asuntos del amor se articulan con los múltiples estímulos, escenarios, nociones, tendencias y demandas que impone una realidad cambiante, compleja. Buscar algo más que una relación de bolsillo exige participantes conscientes, flexibles, comprometidos a trascender la superficialidad, dispuestos al diálogo profundo, capaces de realizar fuertes y prologados esfuerzos. Sí, exige nuevos personajes para esta nueva era.
Zygmunt Bauman
Sociólogo y filósofo polaco, nacido en 1925. Desarrolló el atinado concepto de “modernidad líquida” para describir el cambiante mundo de finales del siglo XX y principios del siglo 21. Entre los múltiples temas que ha abordado están los impactos sociales de la globalización, del consumismo, de los monopolios, del neoliberalismo, de la desigualdad económica, de la tecnología.
En 2010 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, por su contribución a «un mejor entendimiento de la realidad social de un mundo especialmente singular».
Al momento de su muerte, el 9 de enero de 2017, era considerado una de las voces más críticas y analíticas de la sociedad contemporánea.
La filósofa Adela Cortina (Universidad de Valencia) destacó: «su dominio es el de una racionalidad que sabe introducirse en la piel de la emotividad triunfante en el ciberespacio de la indignación, la protesta y la insatisfacción, y en el de esa ambigüedad de un universo relativista, en el que se han perdido los marcos de referencia».
El filósofo César Rendueles (Universidad Complutense) consideró que «Bauman sacó a la luz algunas contradicciones, algunas tensiones de nuestra sociedad que en el entorno digital son muy visibles, se viven con mucha intensidad. Esa idea de la fragilización de las relaciones sociales, de que tenemos en la modernidad identidades frágiles, es un tipo de visión de la sociedad contemporánea que en las redes sociales resulta muy inquietante. No hay sustituto para Bauman como no hay sustituto para Pierre Bourdieu, o no habrá sustituto para John Berger. Yo creo que hoy se escribe, se piensa de otra manera. Ese tipo de intelectual, esa especie de cosmovisión sobre la sociedad, para bien o para mal, creo que forma parte de las décadas pasadas».
Para la filósofa Marina Garcés (Universidad de Zaragoza), «Bauman se ha convertido en un referente por tres razones: por su calidad de intelectual digno y honesto, por su disponibilidad y accesibilidad, y por haber acuñado un término, ‘modernidad líquida’, que permite explicarlo todo» (El País, 11 enero 2017).
[Gerardo Moncada]
Muy buen texto. Vigente este año y este día.