La columna Astillero de Julio Hernández López aborda el comportamiento de bots para tumbar unas tendencias e inflar otras. Como antecedente, regresamos a este artículo que en su momento fue compartido con Revoluciontrespuntocero.
5 feb 2016.- Los mensajes de odio (racial, social o de género) siempre han existido en las redes sociales. Su reciente auge en México no obedece a una oleada de violencia surgida desde la sociedad sino a una estrategia maquinada mediante granjas de bots (cuentas automatizadas) para sacar esos mensajes de la marginalidad y conferirles una falsa popularidad con la intención de distraer a los usuarios, alterar las tendencias en redes sociales y, en última instancia, debilitar hasta invisibilizar las críticas al gobierno.
Este propósito ya se había observado desde el 4 de diciembre de 2014 cuando un ejército de alrededor de 54 mil bots logró sacar de los temas principales de Twitter (trending topics, TT) el famoso hashtag #YaMeCanse, luego de 27 días de permanencia.
La eficacia de este procedimiento dio frutos en 2013 cuando el bombardeo de mensajes procedentes de cuentas oficiales y automatizadas anuló las críticas a la #ReformaEnergetica. Así lo constató un análisis de la consultora Mesura que concluyó: el debate en Twitter fue “contaminado o distorsionado” con el uso de cuentas falsas o bots al anular conversaciones críticas y multiplicar unos cuantos mensajes favorables, con hasta 6 mil retuits cada 90 segundos.
A lo largo de 2015, la cibercensura siguió afinando una estrategia de varias vías en paralelo con la intención de distorsionar las protestas, frivolizar los temas principales e invisibilizar la crítica, que suele agudizarse cada día 26, al conmemorarse un mes más sin respuestas por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Por un lado, los bots atacan los hashtags críticos para ralentizarlos y desaparecerlos. Por otro lado, impulsan temas frívolos como la tarde-noche del 26 de enero de 2014: #NuncaMeVaACaerBienQue y #JuanSoloResponde, al igual que un mes después: #PrefieroMorirA y #MeAmaSi. En paralelo, buscan deslegitimar las protestas sociales, como el 26 de febrero de 2014 que cientos de cuentas repitieron un mismo mensaje: “Encapuchados pintan Angel de la Independencia en marcha por Ayotzinapa”.
Paulatinamente, la frivolización de los TT fue alternada con una veta complementaria: los mensajes de odio. A últimas fechas, su uso ha ido en aumento. Veamos cuatro casos.
16 enero: Desde el día anterior, la detención de Humberto Moreira en España inundó la red con críticas al partido oficial y los mecanismos de corrupción, encubrimiento e impunidad. El 16, dos mensajes suben como la espuma: #EscúpeleAUnIndígena y #ViolaAUnaLesbiana.
17 enero: Comienza a cobrar auge el respaldo social al Grupo Internacional de Expertos Independientes que investiga el caso Ayotzinapa, ante una embestida mediática y orquestada en su contra. Esa noche aparece como trending topic #RostizadoComoAyotziperro. Al día siguiente, #EstorboComoAnciano y #GaysNoMerecenIgualdad.
19 enero: Se da a conocer que Peña Nieto autoriza un inquietante incremento de la deuda externa. De inmediato se populariza #AumentaEPN con toda clase de críticas. Cuando este hashtag lleva horas entre los más populares aparece #LegalicenElFeminicidio, que unas horas más tarde es acompañado por #NOALaIgualdadHomosexual.
28 enero: La conductora de televisión Andrea Legarreta aborda la devaluación de la moneda mexicana como si fuera lo mejor que podría ocurrir a los mexicanos. La respuesta es una marejada de críticas que se convierte en tsunami cuando Legarreta intenta justificarse en redes sociales afirmando que ella sólo dice lo que indican “los anunciantes”, con lo cual extiende las críticas hacia el gobierno federal y Televisa. Pronto sube como la espuma #MujeresSonSirvientas.
En ese contexto, el diario La Jornada abordó aspectos muy pertinentes, como el hecho de que la violencia y el odio se amplifican en internet y existe una delgada línea entre la libertad de expresión y vulnerar la dignidad humana. En otra nota advirtió que cada día 35 mil mexicanos escriben mensajes de odio, los cuales podrían ser castigados penalmente cuando hacen convocatoria pública a la comisión de delitos o actos violentos y tienen la intención de convencer a más personas de hacerlo.
La discusión de estos aspectos es indispensable, pero sin perder de vista la intervención de las legiones de bots para “popularizar” tales mensajes, con lo cual irrumpen abiertamente en el territorio de la ilegalidad.
El vertiginoso aumento en la popularidad de las etiquetas agresivas sigue el mismo patrón de otras etiquetas de contenido político o comercial que han sido rápidamente posicionadas.
El 31 de diciembre de 2015, Loquesigue.tv efectuó el rastreo tecnológico del hashtag #LaVerdadOculta en Twitter. Este portal especializado en el análisis de la web identificó que estaba operando al servicio de Sony, la productora de ese filme, el mismo mecanismo empleado por la cibercensura, incluso con la participación de varias cuentas previamente identificadas. Y advirtió: se trata de “redes de bots, spambots y troles que han participado en campaña de acoso a activistas y periodistas y trabajado en beneficio de gobiernos estatales en creación de falsas tendencias”.
Todas las pistas conducen a las agencias publicitarias y de relaciones públicas y a empresas que ofrecen servicios de comunicación. Cada vez resulta más evidente que los equipos estructurados por estas agencias y empresas no sólo ofrecen servicios para promocionar productos comerciales (o personajes políticos) e infundirles una popularidad ficticia en las redes sociales. Son además los mismos que realizan acciones de cibercensura, atacando a periodistas críticos, acosando a activistas sociales y descalificando o invisibilizando temas políticos que son objeto de polémica pública, aunque para ello deban violar la ley promocionando mensajes de odio.
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