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Los nombres del amor (Les noms de gens, Michel Leclerc, 2010) es una disparatada comedia acerca de las posturas políticas en torno a los migrantes y, paradójicamente, los orígenes sumamente diversos de quienes integran las nacionalidades europeas. La cinta también retrata la polarización ideológica y el permanente combate entre la memoria y el olvido.
En ese complejo contexto ocurre un encuentro amoroso entre una joven activista y un veterinario, conservador de izquierda.
Ella, hija de una hippie francesa y un migrante argelino, utiliza el sexo para convertir a los fascistas de derecha en gente progresista; él es descendiente de migrantes griegos y abuelos judíos que fueron cremados en los hornos nazis. Ella se enorgullece de sus ancestros musulmanes; él prefiere no saber nada de su pasado familiar. Ella es extrovertida y apasionada; él es introvertido y metódico.
Con excelentes actuaciones y un ritmo ágil, esta película es un ejemplo más de que la afamada comedia francesa goza de cabal salud.
Con momentos ácidos, punzantes e incluso delirantes, la cinta utiliza el romance y el humor no como rutas de evasión sino como muros de contención para mantener al espectador dentro de la polémica política de hoy.
Detrás de las cámaras
En 2011, en la gala del cine francés este filme obtuvo dos Premios César: al mejor guión original (Michel Leclerc y Baya Kasmi) y a la mejor actriz (Sara Forestier). Lo curioso es que tras escribir 60 cuartillas del guión, Kasmi y Leclerc no habían logrado tener una idea completa de la historia hasta que encontraron el elemento provocador: la mujer que convierte a los fascistas por medio del sexo. De ahí lograron estructurar la historia. Idearon una especie de Marilyn Monroe árabe, pero cuando buscaban a la actriz idónea para el papel les gustó Sara Forestier y decidieron reescribir la naturaleza del personaje para adecuarlo a esta intérprete, que hizo un trabajo espléndido.