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Para millones de menores, la infancia no es un estado paradisíaco sino un territorio hostil, algo más parecido a la antesala del infierno. Ellos no festejan cada 30 de abril el Día del Niño.
Cafarnaúm (Capernaum, Nadine Labaki, 2018).
Cruda y emotiva historia de un niño que vive en un barrio marginal de Líbano. Es un retrato de lo que significa nacer y crecer en el borde de la miseria (y de la legalidad), donde todo se centra en la supervivencia; es una existencia de enorme esfuerzo, sin perspectivas ni esperanzas ni alegría. La cotidianidad está marcada por los forcejeos, la violencia, los insultos, las palizas. «La palabra más dulce que me dicen es: ¡Fuera de aquí, hijo de puta!, ¡muérete, basura!» A la excelente dirección de esta película se suma un guión sólido, que bordea el límite del crudo realismo, pero sin caer en el melodrama ni llegar al esperpento. Sorprende la actuación del protagonista (que en gran medida recrea su infancia como migrante). Aunque se trata de pequeños con casa y padres, son infantes que deben ingeniárselas para subsistir en un agresivo mundo que no les tiene consideraciones, en un entorno donde se hacen cargo de su propia vida en cotidiana convivencia con la brutalidad del tráfico de menores, del arreglo de matrimonios con niñas, del acoso a niñas y niños, de los niños «ilegales». Aunque algunos diálogos no parecen infantiles, se aceptan por la verdad que transmiten y porque, a fin de cuentas, a estos pequeños se les obligó desde muy chicos a actuar y pensar como adultos. En esta cinta, la sociedad y las tradiciones contribuyen a crear una infancia sin alternativas, una infancia arrebatada desde temprana edad; pero en algunas ocasiones, con enorme suerte, ocurre el milagro de la infancia recobrada. Esta es una historia que cimbra al espectador y le desgarra el corazón.
Sin amor (Nelyubov, Andrey Zvyagintsev, 2017).
Esta cinta rusa es un drama duro y rudo que recrea un contexto familiar deshumanizado, frío, cruel. No es un tema de precariedad material sino de brutal indiferencia ante las necesidades de la infancia. Ese entorno es aún más hostil cuando la vida conyugal entra en crisis. Los hijos son las primeras víctimas de la discordia. Zvyagintsev logra un retrato realista del mundo excluyente creado por los adultos, con seres que tienden al aislamiento y llenan los silencios con estímulos digitales: un televisor encendido, la radio del coche, la interacción con teléfonos celulares. Cuando hay conversaciones es a través de diálogos crudos, agresivos, insensibles. El desencuentro es constante:
-¿Por qué no me dices nada?
-¿Qué quieres decir?
En ese contexto, un niño desaparece. Su búsqueda posterga la crisis matrimonial pero sólo por un breve periodo (y da oportunidad para mostrar los contrastes en la respuesta a estos eventos por parte de los padres, de la burocracia gubernamental y de una sociedad civil organizada, rápida, estratégica, informada, capacitada). El rastreo muestra que la sociedad aún conserva un lado humanizado y sensible, pero que sólo se presenta de manera coyuntural y sumamente fugaz. El desenlace es áspero, sin ninguna concesión.
Princesa (Han Gong-ju, Lee Su-jin, 2013).
Brutal historia de una adolescente que intenta reencontrar una oportunidad en la vida. La cinta, basada en hechos reales, es una fuerte crítica a la sociedad de Corea del Sur, impregnada de prejuicios morales y de violento machismo, con un Estado que a pesar de contar con instituciones y procedimientos para la protección de los menores no logra garantizarla en forma efectiva, porque los funcionarios carecen de compromiso social y de sentido ético. Además, tanto autoridades como la sociedad en su conjunto tienden a criminalizar a las víctimas. Esta es una historia que se va revelando lentamente, por medio de flashbacks que descubren el pasado atroz de la introvertida y misteriosa protagonista, una chica dulce cuyas múltiples potencialidades son truncadas. El director Su-jin muestra los contrastes entre algunos adolescentes que cuentan con familias estructuradas y amplios grupos de menores que son abandonados a su suerte por los padres, orillados a llevar una vida de adultos pero sin los recursos de conciencia ni de supervivencia que proporciona la edad. Hay un elemento más denunciado en esta cinta: la visión utilitaria de la infancia por parte de los adultos. La historia es estremecedora y las actuaciones impecables.