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El cine ha retomado este problema social que en los últimos años ha escalado a niveles críticos en sus múltiples variantes: secuestro, trata de personas, prostitución, feminicidio…
Buscando (Searching, Aneesh Chaganty, 2018). La desaparición de una adolescente y su búsqueda, principalmente por parte de su padre, es relatada con un estilo visual novedoso, muy al estilo del siglo 21: la intriga se plantea, se escenifica y se resuelve en pantallas digitales que van de la computadora a las redes sociales, de las videollamadas a los noticieros televisivos vía YouTube, de las cámaras de vigilancia a las de circuito cerrado. Todo se combina y aglutina en varios niveles de lectura simultánea. Abundan las pesquisas rastreadas al estilo del programa Catfish. Aunque la trama es bastante sencilla, algunos detalles son resueltos con eficacia únicamente con imágenes, mediante el simple movimiento del cursor sobre la pantalla, o al arrastrar una fotografía, o al escribir mensajes de texto que finalmente no son enviados pero revelan el verdadero estado de ánimo del personaje. El medio empleado da oportunidad de criticar al veleidoso público de las redes sociales, que pasa de la indiferencia a una impostada consternación por la desaparecida, una vez que ésta se convierte en Trending Topic.
Perdida (Gone girl, David Fincher, 2014). «Éramos felices fingiendo ser otras personas». Espléndida cinta de suspenso. Una joven y bella esposa desaparece, su marido actúa con tal estupidez que pronto las sospechas recaen sobre él, pero detrás de las apariencias se esconden múltiples secretos. La maestría de Fincher para contar historias entreveradas vuelve a brillar, ahora con varias subtramas que corren en paralelo: el relato en tiempo presente (la desaparición y la búsqueda) se entrelaza a otro en tiempo pasado que, como todo recuerdo, está conformado de verdades a medias, y a ambos se superpone otro relato, el más auténtico a pesar de ser el más subjetivo, que es el que cuenta cómo crece un resentimiento hasta desembocar en venganza. Los personajes de esta historia son inteligentes, individualistas y un tanto cínicos, juegan a no ser convencionales pero se esmeran en la imagen que proyectan, al grado que sus decisiones críticas serán determinadas en gran medida por el efecto que producirán en su imagen pública, la cual a su vez es manipulada por medios y redes sociales. Fincher dice que le interesó esta historia por la mezcla de géneros: inicia como misterio, se desarrolla como thriller y termina como sátira. El excelente guión de Gillian Flynn no sólo es consistente y bien estructurado sino además viste a los personajes (estelares y secundarios) con diálogos ácidos, agudos, juguetones, lo mismo en aspectos triviales que en momentos trascendentes, como en la más álgida discusión de la pareja:
-¿Para qué seguir juntos? Sí, te amé. Pero luego sólo nos guardamos rencor e intentamos manipularnos y lastimarnos.
-Eso es el matrimonio.
El elenco es de primer nivel. Mención aparte merece la actuación de Rosamund Pike, que maneja en forma soberbia un amplísimo espectro de caracteres y deslumbra con mínimos gestos faciales que resuelven escenas completas
La habitación (Room, Lenny Abrahamson, 2015). Intensa y sobrecogedora historia de cautiverio y liberación. Una mujer ha permanecido secuestrada por siete años, recluida en una habitación cuya única ventana es un tragaluz. Su hijo ha cumplido cinco años y todo su mundo se reduce a su madre y ese cuarto. Las circunstancias se van complicando y ella decide intentar un escape. Con un guión profundo, inteligente, con densidad psicológica, la película aborda las dificultades de los seres humanos para adaptarse a condiciones de vida cambiantes. Así, escapar del infierno no garantiza un paraíso; cada cambio genera nuevas complejidades y exigencias para las cuales no siempre se tienen los recursos y las fortalezas emocionales necesarias. El mundo abierto puede resultar abrumador. Como una espiral ascendente, el filme se desarrolla en varias etapas, cada una con gran fuerza y notable eficacia narrativa. La dirección de actores es sobresaliente. Un poderoso relato magníficamente contado.
Cautivos (The captive, Atom Egoyan, 2014). Un hombre entra a una tienda y su hija de 9 años desaparece del coche. No hay rastro, el tiempo pasa y se convierte en años, la policía burocratiza el caso, la vida familiar se derrumba bajo el demoledor peso del sufrimiento, la furia y el resentimiento. El padre, principal sospechoso, no cesa de buscar indicios. Esta es una historia de supervivencia ante el poder perverso y a la vez sofisticado de una red de trata de personas. El guión es minucioso en las circunstancias y en los rasgos de los complejos personajes. Al igual que la investigación del caso, la trama del filme es un rompecabezas contado en varios tiempos y cuyas piezas deben ser armadas por el espectador. Las actuaciones son sobresalientes, de gran intensidad y tensión, personificando a individuos llevados al límite, atormentados hasta el borde de la cordura, pero cuya única alternativa es mantenerse de pie y continuar, en busca de una ínfima esperanza.
Las elegidas (David Pablos, 2015). En la frontera californiana de México con Estados Unidos, una familia aparentemente convencional se dedica a embaucar y secuestrar adolescentes para prostituirlas. La recreación fílmica de este proceso es veraz, cruda, implacable, y muestra el alto grado de vulnerabilidad de las mujeres ante este tipo de crimen. En esta historia, una ácida mezcla de violencia física con manipulación emocional conduce al control de la voluntad de las víctimas, hasta que «normalizan» esa vida. En el plano visual, destaca la manera de eludir la violencia sexual mediante tomas fijas de personajes y un montaje sonoro alusivo al coito; también son de interés varios travellings que mantienen a foco al personaje central mientras la cámara o un vehículo se desplazan. La fotografía oscila entre composiciones escrupulosamente construidas y tomas atropelladas muy cercanas al registro documental. En detrimento del filme, el ritmo es semilento, algunos diálogos no se escuchan con nitidez y las actuaciones son disparejas. Con el uso de actores poco experimentados la cinta gana en naturalidad, pero pierde fuerza en la proyección y profundidad de las emociones.
Búsqueda implacable (Taken, Pierre Morel, 2008). En un trepidante guión escrito por Luc Besson y Robert Mark Kamen, un ex agente del servicio secreto estadounidense intenta recuperar los años que no vio a su hija. Ésta, que ya es adolescente y se muestra reacia a la cercanía paterna, consigue le den permiso para viajar a París con una amiga. Ambas son atacadas por secuestradores, en el momento en que el inquieto padre llama para saber si todo está en orden, así logra obtener mínimos detalles del rapto. De esa manera inicia un rastreo a contrareloj (sólo dispone de 96 horas). La persecución es frenética. Con mínimos indicios, irá jalando el hilo de una densa red de traficantes de mujeres que involucra a migrantes albaneses, funcionarios franceses y millonarios europeos y árabes. Ningún elemento técnico de la película desentona, la fotografía es exacta al igual que la ambientación, los efectos sonoros y visuales. El ritmo del relato deja sin aliento al espectador, y ofrece excelentes escenas de acción. El elenco es de primer nivel, con un destacado Liam Neeson que va de la ternura a la barbarie, y -a su manera de entender la paternidad- será implacable con los que osaron llevarse a su hija.
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[ Gerardo Moncada ]Otras películas:
Mujeres bravas, interpretadas por Theron, Davis, Rapace, Lawrence, JLo, Garner…