El arte urbano o Street art no consiste en colorear muros o en colocar imágenes lindas -como han pretendido algunos alcaldes- sino principalmente en expresar ideas que motiven a la reflexión, a la crítica, a la protesta. Este arte surgió tras el auge que experimentó el graffiti en la década de 1970 en Nueva York, sobre todo en áreas abandonadas del sur del Bronx.
El graffiti es una expresión plástica elaborada por iniciativa del ejecutante, como un acto de autoafirmación (personal o de grupo). Al margen de los códigos artísticos, retoma elementos gráficos del cómic; implica un alto grado de transgresión del espacio público y conlleva una fuerte carga de inconformidad social. Como parte de una resistencia al anonimato, busca llevar “la firma” del autor hacia múltiples espacios, lo cual es considerado vandalismo y perseguido por la policía.
Entre los graffiteros precursores estaban DONDI, Zephyr, Futura 2000 y Lady Pink, quienes iniciaron manejando principalmente grafismos, con estilos diferenciados pero intrincados a tal grado que se les definió como wildstyle (estilo salvaje).
Este documental recoge aquella escena graffitera:
En la década de 1980 el graffiti comenzó a ser reconocido y en el Bronx abrió la galería Fashion Moda, donde los graffiteros pudieron trabajar legalmente. Los seudónimos fueron reemplazados por los nombres reales. Ahí adquirieron amplia popularidad artistas como Keith Haring y Jean-Michel Basquiat, sobre todo cuando pasaron de los muros a los lienzos.
Mientras el graffiti se internacionalizaba, un nutrido grupo de exponentes evolucionó hacia una plástica figurativa más elaborada y compleja, con una fuerte carga de crítica social y política. Eso es lo que sería llamado street art o arte urbano. Un público creciente lo consideraba vibrante, excitante, una expresión de los nuevos tiempos, un símbolo urbano.
Surgieron múltiples variantes y estilos, como el uso de plantillas (stencil) que permitían reproducir una imagen, un tema o un motivo en distintos puntos de la ciudad. El francés Blek le rat fue el pionero de esta práctica, en París.
Otra variante fue el uso de adhesivos. Cobró tal auge que surgió la categoría sticker art. Su impulsor fue Shepard Fairey, quien alcanzó popularidad con su serie “Obey giant”. Alternaba esta práctica con la creación de murales.
Una línea más del street art fue la elaboración de carteles, donde destacó la artista Swoon.
En los años de 1990, varios artistas comenzaron a intervenir (incluso a destruir) anuncios callejeros como una manifestación que iba de la crítica al comercialismo hasta el rechazo al sistema capitalista. Esta tendencia fue nombrada adbusting.
Si bien había una corriente meramente decorativa, gran parte del street art ejercía la crítica política o social y buscaba estimular la reflexión entre el público.
El británico Banksy es hoy uno de los artistas callejeros más famosos por sus obras que cuestionan al sistema y a la sociedad.
El progresivo reconocimiento al arte urbano culminó en la primera década del siglo XXI, con una exposición en Los Angeles dedicada a Banksy (2006) mientras Shepard Fairey comenzaba a recibir encargos de empresas que deseaban decorar sus fachadas. En 2008, la versión que Fairey creó de Barak Obama (Hope) fue usada por la gente como ícono en la batalla por la presidencia de Estados Unidos.
Se afirmó que el street art había sido asimilado por el arte oficial. La fama llevó a varios graffiteros a una situación comercial que antes pudieron repudiar. Incluso algunas autoridades urbanas vieron en esta corriente artística una suerte de neomuralismo y comenzaron a fomentarlo de manera controlada en zonas de interés público o comercial. Esto dio auge a la vertiente decorativa, desprovista de ideas altisonantes (o, de preferencia, sin ideas).
Pero el street art estaba lejos de ser asimilado. En octubre de 2013, Banksy instaló un puesto en el neoyorquino Central Park para vender en $60 dólares sus obras (que son valuadas en miles de dólares), como un juego y una crítica al irracional mercado del arte.
Por su parte, Fairey, quien lo mismo expone sus obras en museos, hace arte urbano por encargo o realiza intervenciones “sin permiso”, enfrentó en julio de 2015 un juicio en Chicago, acusado de pintar su Obey giant en nueve espacios, incluidos dos edificios públicos.
La policía de Detroit estimaba que Fairey podría ser sancionado con una multa de $10 mil dólares y cinco años de prisión. Con ello pretendía apuntalar la guerra contra el arte urbano impulsada por el alcalde de entonces, y disuadir a la comunidad graffitera. La amenaza golpeó pero no dobló a Fairey, quien ya había sido arrestado más de diez veces por sus obras “ilegales”.
[ Gerardo Moncada ]