El conceptualismo o arte conceptual redefinió de forma radical la obra de arte al plantear que se trata esencialmente de ideas, no de objetos. El soporte de la obra se convirtió solamente en medio para expresar tales ideas. También los criterios estéticos pasaron a un segundo plano para más tarde entrar en una profunda reconsideración, aunque nunca recuperaron un rol central en la obra.
Este movimiento surgió a finales de la década de 1960 y se ha extendido hasta el siglo XXI, sobre todo en obras con fuerte sustrato teórico. Empleaba objetos inesperados para resumir ideas complejas.
Algunos artistas conceptuales dieron a la tipografía una nueva valoración, llegando incluso a reemplazar con ellas las pinceladas en los lienzos. En Nueva York (Joseph Kosuth, Lawrence Weiner) y en la Inglaterra (colectivo Art and Languaje) exploraron el uso de palabras como representación de conceptos. La mayoría de las obras no eran piezas terminadas, lo importante eran la ideas que había detrás, una carga subjetiva para quienes las contemplaran (“receptores” más que espectadores).
Ocurría la “desmaterialización del objeto artístico”, en palabras de la crítica Lucy Lippard.
“La idea se convierte en la máquina que hace el arte”, decía el artista Sol LeWitt, para quien incluso el creador de la obra era menos importante que el concepto.
Surgieron múltiples interrogantes para el entorno del arte: si la obra como tal ya no era lo más importante, ¿cómo valorarla, coleccionarla, exponerla?
Por consecuencia, también se cuestionaba el rol de los museos y las galerías. El belga Marcel Broodthaers creaba desconcertantes instalaciones que se burlaban del espacio museístico. El francés Daniel Buren exponía franjas verticales fuera de las galerías en las que advertía: “El museo/la galería eleva automáticamente a categoría de ‘arte’ cualquier cosa que expongan con convicción, es decir, de forma habitual, frustrando así de raíz cualquier intento de cuestionar los fundamentos del arte”.
Varios artistas optaron por explorar ideas acerca del cambio social, el entorno y la identidad (Adrian Piper, Joseph Beuys del grupo Fluxus, quien llamaba a sus instalaciones “escultura social”). Otros, a los que también se llama ‘neoconceptualistas’ exploraron conceptos que iban del género (Jenny Holzer, Barbara Kruger) al capitalismo (Jeff Koons, Richard Prince).
Con el tiempo, el conceptualismo se convirtió en una categoría amplia aplicable a todos los movimientos artísticos preocupados por cuestiones teóricas. (En contraposición, movimientos como el stuckism –estancamiento- critican que el arte conceptual sitúe la teoría por encima de la práctica.)
Recomendamos:
Ismos para entender el arte moderno, Sam Phillips, Ed. Turner, 2013.