En contraposición a la idea convencional de que las fases de producción de una obra artística deben permanecer ocultas a la mirada del espectador, el arte procesal hace explícito y evidente el proceso de su realización.
Este movimiento surgió a finales de la década de 1960, sobre todo en Estados Unidos, donde el tema central de la obra artística fue ocupado por la experimentación y la manera como se comportaban materiales hasta entonces no convencionales para el arte (cera, látex, fieltro).
En 1968, “la forma sólida de los objetos precedía a toda consideración del medio. Los materiales mismos se veían restringidos a aquellos que eficientemente dieran forma al objeto general” (contextualización del artista Robert Morris para la revista Artforum). Lo que importaba era la obra acabada; la reflexión sobre los materiales y los procesos, si acaso, quedaba registrada en el archivo del artista.
Para ese entonces, Morris venía cuestionando tal estado de cosas a través de su propia obra. Por ejemplo, de un clavo en la pared colgó tiras de fieltro para que la fuerza de gravedad y las propiedades del tejido produjeran una nueva forma. El artista determinaba el momento de concluir el proceso.
Con una idea similar, Richard Serra exploraba la fuerza de gravedad en una serie de obras con tuberías y planchas de plomo apoyadas entre sí, o contra las paredes de una galería. Una variante fue Splashing (1968), pieza derivada de verter plomo fundido contra la esquina de una habitación; el resultado era producto de factores físicos y químicos, más que de la voluntad o los cálculos del artista.
Este arte tuvo su antecedente en el expresionismo abstracto de Jackson Pollock. Si bien la obra obedecía a la voluntad expresiva de Pollock, resultaba fundamental el vertido o goteo de la pintura (no usaba pinceles) y el comportamiento de ésta sobre el lienzo. Otro antecedente fue la abstracción pospictórica, donde Morris Louis redujo aún más la participación del artista y confirió un rol dominante al goteo de pintura para que la obra fuera configurada por la viscosidad del pigmento y las propiedades absorbentes del lienzo.
En estos casos, el artista establecía las condiciones para realizar la obra y las reglas de ejecución, pero una vez iniciado el proceso dejaba que los materiales actuaran sin interferencias.
Bajo estos planteamientos, la exploración fue múltiple y diversa: con látex (Lynda Benglis), neón (Keith Sonnier), arena (Barry Flannagan); experimentando con la condensación (Hans Haacke), o la descomposición (Eva Hesse). En ocasiones, empleaban materiales perecederos o insustanciales, como vapor, hielo, grasa, cereales, serrín o hierba.
Algunos especialistas vinculan el arte procesal con el posminimalismo (por la simplicidad de la composición), con el land art (por ceder el proceso a factores externos) y con el arte povera.
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Recomendamos:
Ismos para entender el arte moderno, Sam Phillips, Ed. Turner, 2013.