El incendio de la catedral de Notre Dame de París, el 15 abril de 2019, atrajo la atención sobre los edificios artísticos que se conservan del Medievo, en especial los de estilo gótico.
Notre Dame de París
La mayoría de las catedrales del periodo gótico están dedicadas a la Virgen María, de manera que en Francia hay varias que están consagradas a Notre Dame, como las de Chartres, Laon y París. Por la importancia política y económica que cobró esta última ciudad, su catedral adquirió la mayor relevancia.
Ese templo es notable por su tamaño, por la elegante regularidad de su diseño y por la introducción de un nuevo elemento técnico: el arbotante, ese arco que parece representar la costilla de un gran esqueleto.
Es una de las catedrales góticas más grandes, con 150 metros de longitud y 32.5 metros de altura en sus bóvedas principales. Su construcción inició en la década de 1160. Los arbotantes fueron incorporados hacia 1175, como parte de los preparativos para sostener las bóvedas de la nave. Un arbotante es un arco que transmite el empuje de la bóveda desde la parte superior del muro hasta un soporte exterior o contrafuerte.
El arbotante transformó la arquitectura, dejando atrás el estilo románico que no permitía que hubiera ventanas en las secciones superiores de los edificios, por lo que solían ser oscuros, incluso tenebrosos. Eso cambió sustancialmente con los arbotantes al distribuir el empuje hacia varios puntos exteriores a la nave, al tiempo que se redujeron los apoyos interiores.
«El edificio gótico se convirtió en una jaula de piedra y los vitrales de colores ocuparon lo que antes había sido pared maciza», señala Anne Shaver-Crandell, autora de La Edad Media, segundo volumen de la Introducción a la Historia del Arte, publicado por la Universidad de Cambridge.
Al interior, los elementos de la arquitectura y de los decorados de Notre Dame de París fueron más estilizados y sobrios que los de anteriores catedrales góticas.
El antecedente románico
Más de la mitad del Medievo dominó el estilo románico (término creado en el siglo XIX para aludir a lo «parecido a lo romano»). Se caracterizaba por muros pesados que soportaban el peso de la obra, arcos de medio punto, techos abovedados con dos variantes: la bóveda de cañón y la de arista. Las superficies eran planas y las líneas semicirculares. Sin embargo, poco a poco surgieron variantes constructivas que permitieron modificar las proporciones, la altura de los edificios y el decorado interior y exterior.
En el año 785, por ejemplo, el emir Abd-al Rahman comenzó la construcción de la espectacular mezquita de Córdoba, combinando elementos de decoración islámica con un sistema de arcos dobles.
En tanto, los monasterios, que se esparcieron por toda Europa, se convirtieron en centros de arte y cultura al preservar testimonios del mundo antiguo e incorporar lo que llegaba del norte de Europa o de Oriente.
Aún a principios del siglo XII algunos artistas y constructores seguían usando el estilo románico, como en la iglesia de Saint Sernin (Toulouse). Pilares compuestos sostienen la arcada principal; de cada uno de ellos surgen medias columnas que llegan hasta la bóveda de cañón de la nave. Para contener el empuje de las bóvedas principales se crearon pasillos o naves laterales con arcos de medio cañón.
El tímpano de la iglesia de Sainte-Foy (Conques) muestra una compleja representación del Juicio Final, con una imagen recurrente durante el Medievo: Cristo señala al cielo con su mano derecha (dexter, el bien) y hacia el infierno con la izquierda (sinister, el mal). Este trabajo escultórico medieval es el que mejor conserva restos de su policromía original.
El claustro de Moissac posee una de las más espectaculares portadas románicas, construida hacia 1125, con una recreación de la visión apocalíptica del Nuevo Testamento. De acuerdo con los criterios de la época, se descartó la ilusión de profundidad y se optó por un aspecto bidimensional. Algunas fallas son comprensibles por la ausencia de modelos, como la representación del águila de San Juan o el león que simboliza a San Marcos; asimismo, la intención de acentuar los rasgos espirituales conllevó descuido en las proporciones de los personajes.
Desde finales del siglo XI y durante la primera mitad del siglo XII, la mayoría de las iglesias cubrieron sus muros con frescos que revelaban cierta influencia bizantina. La ordenación común era colocar en el ábside (la cabecera de la iglesia, generalmente semicircular, que acoge la mesa del altar) a Jesucristo de cuerpo entero rodeado de Tetramorfos (símbolos de los cuatro evangelistas) y de serafines. Debajo, la Virgen y los apóstoles. En ocasiones, la Virgen con el niño preside el ábside. Los colores más usuales eran ocre, rojo, amarillo, blanco y negro; los menos comunes, verde y azul (por disponibilidad y precio). De estas obras se conservan ejemplos destacados en Cataluña y León: las iglesias de Sant Pere de Burgal, Sant Quirze de Pedret, Sant Climent, Santa Maria de Taüll y el Panteón de la Colegiata de San Isidro, en León.
Por el contrario, en Inglaterra dominó un ascetismo que prescindió de ornamentos. Es el caso de la abadía de Fontenay y la iglesia de Durham, que innova con la bóveda de crucería, parecida a la bóveda de arista pero con arcos individuales («nervios») que sería el preámbulo del gótico. Además emplea gruesos pilares decorados con trazos geométricos que dan un sentido rítmico al interior.
En Italia, uno de los ejemplos más bellos del románico es el conjunto de la catedral de Pisa, que siguiendo la costumbre medieval construyó por separado la iglesia, el baptisterio y el campanario (la célebre torre inclinada). En esta región, el románico tuvo mayor influencia griega, como se aprecia en la incorporación de frontones, columnas y arcos de medio punto.
Algunas obras civiles que se conservan son la Torre de Londres, el castillo-abadía de Loarre, en Aragón, y la casa en la Rue de la République en Cluny, que en la planta baja era una tienda y en la superior vivía el dueño, un comerciante.
Durante el siglo XII, la arquitectura parisina comenzó a experimentar con un nuevo estilo que en ese tiempo sería nombrado «estilo a la manera francesa», y los renacentistas del siglo XVI bautizarían con desdén como «gótico», por ser -según ellos- bárbaro, propio de los godos.
El gótico se caracterizó por obras más ligeras y elevadas, con bóvedas de crucería y arcos ojivales. Su elemento novedoso, el arbotante, arco exterior (notorio en la iglesia de Notre Dame de París), distribuyó el peso y la tensión de la obra, con lo cual ésta pudo adquirir gran altura.
Los escultores experimentaron con la columna estatuaria, que desplegaron de manera profusa en las portadas de los nuevos edificios. En una época en que muy poca gente sabía leer, la iglesia recurría a la pintura y a la escultura para transmitir sus mensajes. Con gran creatividad se desarrollaron los temas iconográficos en las portadas de los templos, incluso se llegaron a contar historias a lo largo de varias portadas esculpidas. La Puerta Miégeville de Saint Sernin es uno de los primeros grupos escultóricos a gran escala. La composición es muy simétrica, equilibrada y solemne.
Por su parte, pintores y metalistas comenzaron a acentuar las líneas de perfil y de contorno en sus obras. Esto iba de la mano de los primeras edificaciones góticas, donde se resaltaban los elementos estructurales, como los fustes de pared, nervios y molduras horizontales.
Primeros pasos del gótico
La primera obra arquitectónica de estilo gótico fue la abadía de Saint Denis, construida en la década de 1140. Su fachada contó con tres portadas, correspondientes a las entradas a la nave central y a las dos laterales; una girola detrás del altar dio acceso a siete capillas radiales; la bóveda de crucería con sus arcos visibles (nervios) hizo más ligera la estructura del edificio y posibilitó la incorporación de grandes vitrales en los muros; los arcos ojivales facilitaron soluciones simples y elegantes para complejos problemas de ingeniería, permitieron mayor separación de los pilares y dieron una sensación de mayor altura.
También en el siglo XII comenzó la construcción de la nueva iglesia de Notre Dame en Chartres, en la cual domina el estilo gótico aunque algunos elementos reflejan reminiscencias del románico, como la mayoría de las figuras de sus portadas, pero no así en el concepto escultórico general. Los tímpanos están enmarcados con arquivoltas esculpidas cuya curvatura corresponde a la estructura ojival, su base son esbeltas columnas estatuarias (propias del gótico).
Otra obra de ese siglo fue la catedral de Notre Dame de Laon, destacado ejemplo de la primera etapa del gótico, caracterizada por su experimentación. Resalta la esquematización de las fuerzas estructurales del edificio, de cuatro pisos. Esto se logró haciendo que los soportes verticales así como los nervios sobresalieran prominentemente de los planos de las paredes y las bóvedas, como un esqueleto de piedra. Llaman la atención su gran rosetón sobre la portada central y las dos torres aplanadas con esculturas de bueyes.
Del mismo siglo fueron la catedral del Notre-Dame de París (ya descrita) y la catedral de Santiago de Compostela, sitio final de una de las más importantes peregrinaciones del Medievo. El diseño de esta última es una planta de cruz con amplios brazos transversales para albergar a los numerosos visitantes. En la entrada se aprecian pasajes bíblicos, obra del maestro Mateo, escultor con influencia francesa cuyas figuras muestran una gran expresividad, en un intento de individualizar los rasgos y humanizar a los personajes sagrados, quienes parecen conversar entre sí.
En la arquitectura gótica inglesa se impuso la sobriedad, como se aprecia en la catedral de Canterbury. Los elementos horizontales se destacan más que los verticales, y se utilizan molduras en la decoración de arcos y columnas, así como fustes decorativos de mármol negro, con resultados más lineales y ornamentales.
Los artesanos confeccionaron para los ricos y para la Iglesia objetos preciosos con materiales valiosos, como el altar de Klosterneuburg, de Nicolás Verdún, en el que convergen las influencias clásica, bizantina y la búsqueda de naturalidad del gótico. Otra obra destacada es el salterio de Ingeborg.
La plenitud del gótico
En el siglo XIII, la arquitectura gótica alcanzó equilibrio. La elevación del muro de la catedral de Chartres, de tres pisos, dio un modelo a seguir a los maestros de obras de la época. A la altura alcanzada (36 metros) siguió el refinamiento de las proporciones, acentuando la verticalidad, lo que dio a las estructuras la apariencia de estar aún más altas. En el exterior, las torres y los arbotantes adquirieron mayor volumen en tanto los vitrales monumentales de Chartres, los más espléndidos de la Europa medieval, acentuaron la sensación de armonía y misterio. Pero no fue sólo una intención cromática, en los ventanales se desarrollaron los temas religiosos con profusión de símbolos y complejos relatos iconográficos para ser leídos de abajo hacia arriba.
Ya en la construcción de la abadía de Saint Denis fue clara la intención de comunicar a los fieles mensajes iconográficos complejos mediante los vitrales. Además se buscaba que la contemplación de su belleza condujera a una comprensión de lo divino.
En el siglo XIII destacaron los mensajes tridimensionales de las fachadas, con profusión de elementos escultóricos de refinado estilo. En esta época, la escultura encontró una media entre detalles copiados del natural y otros completamente idealizados. Así se aprecia en las jambas de las portadas góticas, que progresivamente adquirieron una articulación anatómica viva, con expresiones faciales individualizadas y tratamientos imaginativos en los ritmos y formas del ropaje. El tema más popular representado en los tímpanos de las catedrales fue el Juicio Final. En una época de amplio analfabetismo, estas imágenes contaban historias bíblicas para estimular la fe.
A mitad del siglo, en Francia, surgió el toque «radiante», llamado así por los grandes rosetones con tracería de barra radial. Este elemento destaca en la Sainte-Chapelle (en el Palacio Real de París) y en la fachada de la catedral de Reims. Cabe mencionar que entre las esculturas de esta última se encuentra el arcángel Gabriel con la «sonrisa gótica», que rompió con la tradición hierática y en esta época fue considerada símbolo de belleza y santidad.
Esta profusión de figuras esculpidas en las portadas de las catedrales francesas no fue replicada en otras regiones de Europa, donde los estilos fueron más sobrios y geométricos. Así se aprecia en la iglesia de Santa Elizabeth de Marburg (Alemania) y en la la catedral de Salisbury (Inglaterra).
Ante una creciente demanda de libros, a medida que más miembros de la nobleza se interesaban en poseer sus propios textos, la iluminación de manuscritos floreció en esta época, con una novedosa suntuosidad donde abundó el pan de oro y ricos colores. «La delicadeza del trazo, las agraciadas figuras, las expresiones faciales más suaves y los intentos de representar la tridimensionalidad, convirtieron este periodo en un momento culminante de la producción de libros bellos».
Respecto a su contenido, los libros ilustrados más comunes fueron salterios, libros de horas (de rezos), bestiarios que contaban hechos y fábulas de animales, colecciones de vidas de santos y Apocalipsis (con revelaciones del Nuevo Testamento), así como la Biblia comentada («moralizada»).
Finales del Medievo
En los siglos XIV y XV la arquitectura gótica adquirió características nacionales y regionales distintivas. Muchos edificios del gótico tardío se caracterizan por estructuras de una altura menos obsesiva, pórticos menos esculpidos, así como interiores vastos pero unificados que ya no daban tanto realce a los vitrales polícromos, y por una mayor fascinación ante las posibilidades decorativas de las nuevas formas de abovedado.
Un ejemplo es la refinada y sobria catedral de San Vito, en Praga. En contraposición, por su austeridad, está la iglesia franciscana de la Santa Croce, en Florencia, con una nave cubierta de madera e intercolumnios del mismo material.
Cataluña mantuvo las desafiantes alturas pero con severidad en el decorado, renunció a elementos superfluos y dio preferencia a lo funcional, pero dotándolo de elegancia. Así se aprecia tanto en la basílica de Santa María del Mar como en la Casa de la Ciutat (el palacio municipal). Muy distinta es la capilla del Condestable, en la iglesia de Santa María en Burgos, cuya bóveda cuenta con un ornamento de tracería curvilínea del estilo «flamígero», de abundante y sinuosa decoración circundada por una zona neutra. Este estilo sería dominante entre la aristocracia española.
Muy diferente fue ornamentada la catedral de Gloucester, Inglaterra, con el estilo «perpendicular», por el énfasis en el decorado geométrico con tracería horizontal y vertical. En lo más alto, como contraste, se aplicó «bóveda retícula», un nuevo tipo de ornamentación que incorpora nervios de «lierne» (lazo o atadura). Los corredores del claustro fueron bellamente cubiertos de otro nuevo tipo de bóveda, denominado «en abanico». Estos componentes también fueron empleados en la capilla del King’s College, de la Universidad de Cambridge.
Dos ejemplos mostraron el ascenso de la arquitectura seglar: la Ca’d’Oro de Venecia, un palacio construido para la familia Contarini en el Gran Canal, y la Casa de Jacques Coeur, en Bourges, Francia.
En esta época, la escultura se desprendió de los muros y adquirió una curvatura acentuada y graciosa, muy característica del gótico. Los rostros se tornaron finos. Los artistas realizaron una observación minuciosa de los rasgos naturales pero estilizaron las líneas alcanzando notables avances en la textura de la superficie y la anatomía humana. Así se apreció en tres piezas: la Virgen con el niño, escultura en mármol de Giovanni Pisano, que se encuentra en el altar de la Capilla Arena de Padua; en «La Virgen de Jeanne d’Evreux», pieza en plata dorada ofrecida por la reina a la abadía de Saint Denis; y en el sepulcro de los reyes Juan II de Castilla e Isabel de Portugal, tallado finamente en alabastro por Gil de Siloe, que se encuentra en la Cartuja de Miraflores, en Burgos.
Tales características de la escultura también llegaron a la pintura, principalmente en libros y en obras de caballete realizadas sobre tablas de madera. Los iluminadores de manuscritos alcanzaron destreza en la representación del espacio tridimensional y recalcaron mejor las siluetas estilizadas hasta alcanzar la sensualidad, aún en piezas estrictamente decorativas.
De esa época se conservan el libro Las Horas de Jeanne d’Evreux, obra ilustrada de Jean Pucelle, y una traducción ilustrada de De claris mulieribus, de Boccaccio, creada para Felipe el Temerario, duque de Borgoña.
En todos los campos, el arte del gótico se iba orientando hacia la iniciativa individual y daba creciente atención a la vida laica, una tendencia que en la Europa del siglo XVI produciría un Renacimiento de la cultura y una Reforma de la religión.
Fuente: La Edad Media, Anne Shaver-Crandell, Editorial Gustavo Gili, 1989 (Introducción a la Historia del Arte, Vol. 2, Universidad de Cambridge).
[ Gerardo Moncada ]
Otras obras del Medievo: