Activistas

Reconocen labor de Hermelinda Tiburcio, defensora de las mujeres indígenas

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La Comisión de Derechos Humanos del DF entregó hoy el Reconocimiento Ponciano Arriaga 2015 a la trabajadora social y activista Hermelinda Tiburcio Cayetano, en la categoría Lucha y Defensa, “por su compromiso y trabajo en la promoción y salvaguarda de los derechos de las mujeres y los pueblos indígenas”.

Originaria de la Costa Chica de Guerrero, Hermelinda fue la primera que denunció públicamente casos de violaciones sexuales a mujeres indígenas por parte de militares. Una voz valiente y decidida en uno de los entornos más violentos del país y donde las autoridades y las fuerzas armadas son parte del problema, en vez de ser un contrapeso.

Aunque su actividad posterior se ha enfocado en la orientación para el pleno ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos por parte de las jóvenes indígenas, no se ha mantenido al margen de las protestas y denuncias contra atropellos e injusticias en su región.

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De perfil
Con motivo de este reconocimiento, la Agencia Cimac difundió algunos aspectos relevantes de la trayectoria de Hermelinda.

Nacida en el corazón de la montaña mixteca, a los 11 años de edad escapó de su casa, en la localidad de Yoloxóchitl, municipio de Tlacoachistlahuaca, para huir del matrimonio que su padre había arreglado. Luego se dedicó a ser trabajadora doméstica, más tarde terminó la carrera de Psicología y hoy es una reconocida activista por los derechos de las mujeres indígenas.

Lo mismo se le puede ver aconsejando a las jóvenes para que defiendan su autonomía, que transportando en su camioneta a una mujer herida rumbo al hospital, o denunciando el desvío de recursos de los programas indígenas estatales. Actualmente es responsable del proyecto “Sexualidad protegida en jóvenes indígenas para su desarrollo integral”, una iniciativa de la organización K’inal Antsetik, que en lengua maya tzeltal quiere decir Tierra de Mujeres.

Aún recuerda lo ocurrido el 21 de abril de 1999, cuando Francisca Evarista Santos Pablo y Victoriana Vázquez Sánchez salieron a buscar al niño Antonio Mendoza, nieto de Victoriana, y a Evaristo Albino, cuñado de Francisca. Al llegar a la milpa, ambas mujeres indígenas encontraron un charco de sangre y a sus familiares muertos. Los militares que estaban en el lugar las violaron. El caso hizo que Hermelinda alzara la voz en busca de justicia, exigencia que trajo consigo amenazas e intimidaciones.

No dejaba de ser paradójico que los gobiernos federal y de Guerrero le hubieran otorgado en 2001 el Premio Nacional de la Juventud y el Premio Estatal al Mérito Civil (quizá esperaban que Hermelinda permaneciera en su casa admirando embelesada los premios).

La hostilidad en su contra se agudizó luego de que denunció ante el ministerio público actos que corrupción que afectaban los derechos económicos de las mujeres y las poblaciones indígenas.

“Incluso un hombre me disparó, pero la pistola se trabó. Durante 2010 comenzaron las amenazas constantes, en las carreteras, donde ponían piedras, palos, me tenía que andar con mucho cuidado. En 2012, me intentaron sacar de un hotel”.

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Integrante de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas y del Consejo Guerrerense 500 Años de Resistencia Indígena, Hermelinda también colaboró en el proyecto piloto de La Casa de la Mujer (se crearon seis en México), para acompañar a mujeres embarazadas en la prevención de la muerte materna y de la violencia. Y es que la salud de mujeres y jóvenes ha sido una de sus prioridades.

“Herme”, o “la licenciada”, como se le conoce en su pueblo, es una de las defensoras que integran la campaña “Haz que se vean”, una cruzada de organizaciones civiles que desde octubre de 2014 circula en redes sociales como una forma de retratar y respaldar la vida y lucha de mujeres y hombres que defienden los derechos humanos. En su caso, desde que se sumó a las denuncias ciudadanas, las amenazas han sido constantes aunque no han logrado callarla.

En una entrevista con Carmen Aristegui en febrero de 2015 explicó su visión: «Las  mujeres indígenas que hacemos incidencia a nivel comunitario regional y municipal, creemos que hace  falta el empoderamiento de las mujeres, necesitamos que nuestra voz sea escuchada. Nosotras las mujeres indígenas decimos que tendremos que encontrar poder colectivo, poder del pueblo para el pueblo, hacer un gobierno diferente”.

«Si volviera a nacer, haría lo que hago», dijo. «Estoy convencida de eso. Invito a las mujeres mexicanas a que en donde estemos hagamos la lucha y la diferencia, que el poder lo cocinemos desde la cocina».

[Gerardo Moncada]

 

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