ACTIVISTA @omarel44
Es un ejercicio de memoria indispensable. En tres entrevistas, a fines de 2014 y principios de 2015, el vocero de los estudiantes recrea el escenario aberrante en el que desaparecieron los 43 normalistas de Ayotzinapa y por qué no cejarían en su demanda de que regresaran con vida.
El 26 de septiembre de 2014, Omar recibió una llamada que cambió su vida. Se encontraba en la Normal Rural de Ayotzinapa “Raúl Isidro Burgos”, en Guerrero, donde cursaba el segundo grado. La llamada era de sus compañeros que habían ido a hacer una colecta a Iguala. Le informaron que los estaba baleando la policía municipal y federal. Salió rumbo a Iguala sin imaginar que a partir de ese momento el maestro en formación se transformaría en activista.
Ese día inició el peregrinar en busca de sus compañeros estudiantes, algunos de ellos de primer ingreso. 43 jóvenes que fueron atacados, detenidos y desaparecidos con la participación de la policía municipal, estatal, federal y el ejército.
También dio inicio una carrera de resistencia en rechazo a las tesis oficialistas que han transitado de lo inverosímil a lo despótico: “Se los llevaron los narcos”… “Estaban infiltrados por narcos y eso provocó un enfrentamiento entre bandas rivales”… “Sí participaron policías, pero sólo municipales”… “Los narcos los incineraron en el basurero de Cocula y regaron sus cenizas en el río del mismo nombre”…
Omar tiene una ventaja para refutar tales declaraciones: él es un sobreviviente de los incidentes del 26 de septiembre.
Recibidos con disparos
La noche del 26 de septiembre, Omar y varios estudiantes viajaron a Iguala con la esperanza de calmar las cosas y auxiliar a sus compañeros, aunque les preocupaba saber que había disparos. Al llegar encontraron un autobús con impactos de bala en los cristales, en la carrocería, en las llantas; con charcos de sangre al interior. Salieron de su desconcierto al escuchar el impacto de disparos. Se parapetaron y, a la primera pausa (pensaron que se debía a la recarga de municiones), corrieron hacia el centro de la ciudad.
Omar se encontró con otros compañeros, como Edgar Andrés Vargas, quien tenía un disparo en el rostro. Lo cargó con ayuda de otros y corrieron resguardándose de los disparos que se impactaban contra los vehículos estacionados.
Fueron detenidos por elementos del ejército que estaban patrullado la zona. Omar refiere que los militares les dijeron: “Cállense, ustedes se lo buscaron. Querían ponerse como hombrecitos, pues ahora éntrenle”. Les permitían recibir llamadas a sus teléfonos celulares, siempre y cuando no dijeran que estaban con soldados. Antes de soltarlos, tomaron fotografías de todos los normalistas, incluidos los heridos, y prometieron llamar a una ambulancia (que nunca llegó).
Fue hasta el día siguiente, pasada la confusión, que descubrieron la desaparición de 43 estudiantes.
Casi de inmediato, Omar se convirtió en el vocero de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Consciente de los riesgos, ha declarado: “Soy un alumno que de antemano ya se considera muerto… porque ser sobreviviente del 26 de septiembre es convertirse en un blanco perfecto para las represalias a futuro”.
El despertar de la sociedad
Dos meses después de la masacre, la transformación de la sociedad mexicana era incuestionable, la conmoción tuvo alcances internacionales; en contraste, las autoridades seguían enredadas en sus propias justificaciones e intentando exculpar a la policía federal, al ejército y a los más altos niveles de gobierno.
Los tibios y cosméticos intentos del gobierno para calmar el descontento sólo lo han avivado. La propuesta de «superar» lo ocurrido, la propuesta de crear una línea telefónica de emergencias 911, nuevos programas de seguridad, las cuestionables tesis de la Procuraduría y los intentos por dar carpetazo y finiquitar el tema, han generado protestas en las calles y el las redes sociales.
La presión social escaló las demandas a niveles que las autoridades no han logrado atender. Omar ha sido contundente: ante el grado de violencia alcanzado y si las instituciones no funcionan, «la única alternativa es tomar la justicia y la seguridad en nuestras manos».
https://youtu.be/dvvWXv8vwr4
El compromiso ineludible, un activismo no buscado
El activismo no suele ser una ocupación planeada, por lo general es una elección derivada de acontecimientos que nos abofetean y nos obligan a cambiar la dirección de nuestras vidas para pelear por algo que consideramos justo, impostergable, vital.
Omar lo tiene muy claro: continuar hasta encontrar a sus compañeros desaparecidos. Un propósito que forma parte de una meta general: “Nosotros queremos un México justo y libre”.
Una parte importante de la sociedad no olvida, no “supera” lo ocurrido en Ayotzinapa, y comparte esta meta.
[Gerardo Moncada]
Como lo dice Omar, él ahora es un activista. No lo quiso elegir. Las circunstanciass lo han obligado. Pero también su amor a sus principios, a su compañeros desaparecidos, a luchar contra las infamias que. en México se viven día a día. Mi respeto y apoyo a Omar García, así como a las familias de los miles que nos faltan.
Completamente de acuerdo.