Con una contundencia estremecedora, la exposición del World Press Photo nos conecta cada año con todo el dolor humano y las tragedias que ocurren en el mundo. Es cierto que la selección anual suele dejar fuera imágenes de prensa de gran valor, pero no hay duda de que, año tras año, la muestra final es extraordinaria.
En México se puede apreciar casi completa la selección 2014, y digo “casi” por un descuido en el montaje de la exposición que alberga el Museo Franz Mayer: la traducción de las fichas que acompañan los reportajes gráficos hacen referencia a imágenes que no fueron incluidas en la muestra. De cualquier manera, es una exposición de alto calibre en la captura de instantes críticos y de espléndida factura estética.
Gary Knight, el presidente del jurado, refiere la suma de criterios que aplicaron al seleccionar y premiar las fotografías que ahora se exhiben: tendrían que ser imágenes que conjuntaran estética y periodismo, lograran captar la atención del espectador, acertaran en la composición visual, crearan un diálogo con el espectador, desafiaran los estereotipos y las convenciones de la prensa.
El resultado es elocuente. Hay fotos de una extraordinaria plasticidad que diluye las fronteras con la pintura (Gianluca Panella, Rena Effendi, Julie McGuire, Nadav Kander, Al Bello,) hasta adentrarse en la abstracción (Jeff Pachoud, Kacper Kowalski, Markus Varesvuo) y la surrealidad (Tanya Habjouqa, el mexicano Christopher Vanegas). En cualquier caso, la estética es un recurso para atraer al espectador y aproximarlo a las condiciones humanas extremas como los desastres (Taslima Akhter), la marginación de minorías por demencia (Goran Tomasevic), por ceguera (Brent Stirton) o por elección propia (Danila Tkachenko), la guerra (William Daniels) y los esfuerzos por crear cotidianidad dentro de esa máxima expresión del aniquilamiento (Julius Schrank).
Queda la duda acerca de las espléndidas imágenes cenitales de Kunrog Chen, pues la ficha indica que fueron tomadas desde aviones no tripulados. De ser así, surge la pregunta: ¿dónde comenzó y terminó la participación del fotógrafo y de la tecnología?
Al margen de las discusiones técnicas y estéticas, esta muestra permite al espectador establecer una conexión profunda con el drama de la violencia, la guerra, el desastre, el destierro, la discriminación, la miseria…
Apreciar las fotografías en conjunto despierta inevitablemente la compasión en el espectador. No la compasión melodramática sino a la más profunda y auténtica, la que anida en el significado mismo de esa palabra: compartir la pasión, sentir el sufrimiento de los otros. Una identificación que en el mejor de los casos nos llevará a buscar y exigir soluciones, por el bienestar de todos.