El 3 de noviembre de 1894, en su departamento londinense en De Vere Gardens, Henry James inicia el cuarto de sus célebres Cuadernos de notas. Fiel a su fama de escritor metódico, esboza una idea que ha traído en la mente desde tiempo atrás: la de una joven súbitamente condenada a muerte. “Está enamorada de la vida, sus sueños han sido inmensos y se aferra a ellos con pasión suplicante”. El novelista desglosa posibilidades argumentales. Una de ellas es que, por piedad, un joven desee auxiliarla; no la ama, sólo comprende lo que ella siente. Pero él está enredado con otra mujer, o comprometido. “Allí parece residir la historia”, escribe James. “Lo veo como si él tuviera que arriesgar o sacrificar algo para ser tierno con la muchacha”. Ocho años tardaría en delinear los detalles que dieron forma a Las alas de la paloma, novela publicada en 1902.
Kate miró a Densher con el egoísta placer de sentirse jóvenes e inmunes. Era lo único con que contaban, pero lo tenían plenamente: cada uno de ellos gozaba de la belleza, de la perfección física, de las virtudes morales, del amor y del deseo del otro. Y la conciencia de esto los embargó de piedad por la pobre Milly que contaba con todo lo otro en el mundo –los bienes inmensos que ellos, ay, no tenían- pero a quien le faltaba, a su vez, todo lo demás…
Esta novela revela el drama que conlleva perseguir aquello que se codicia; la dicotomía radical entre el anhelo de vivir y el anhelo de riqueza.
El escenario elegido por el autor es la alta sociedad inglesa de finales del siglo XIX, donde las finas maneras ocultan perversos objetivos, donde el lenguaje se utiliza para inferir u ocultar mas no para expresar directamente lo que se piensa ni mucho menos lo que se siente; un entorno social al que sólo se puede acceder con determinados bienes, ya que éstos son considerados el factor determinante del amor, la felicidad y la existencia misma.
Milly Theale, la joven millonaria estadounidense que tiene prisa por “recibir en pleno rostro todo el asalto de la vida”, disfruta con entusiasmo su recibimiento en las altas esferas de Londres sin imaginar que la cálida acogida es en realidad un baile de máscaras.
No solamente había merodeado, como todo el mundo, por los alrededores de un muro impenetrable en cuyo interior reinaba una especie de costosa imprecisión, hecha de sonrisas y silencios, de amables ficciones e inestimables sobreentendidos, todo ello en una tensión casi insoportable, sino que además, como todos los otros, había estimulado activamente –ahora lo sentía- dichas simulaciones que interesaban a los buenos modales de cada uno…
Un encanto que les mostraba un rostro glacial en su belleza, lleno de una poesía que nunca les pertenecería y que les hablaba con su sonrisa irónica de una vida posible pero vedada para ellos…
En esa danza de simulaciones, dos personajes establecerán un alto contraste en esta trama: la joven heredera estadounidense y un joven periodista inglés que acepta ser parte de una serie de manipulaciones. Ninguno de los dos pertenece al selecto grupo victoriano, pero éste los acepta. A la primera porque -a pesar de ser “demasiado” franca y abierta- es rica; al segundo, por la posibilidad de que llegue a apropiarse de la fortuna de la primera. Sin pretenderlo, ambos jóvenes son arrastrados a un juego ruin en el que son otros los que mueven los hilos.
Milly nos aprecia particularmente, dijo Kate; en especial te aprecia a ti; y yo pienso, querido, que hay que saber aprovechar eso…
La línea realista
Con estilo dilatado, James construyó un sólido relato estructurado a base de capítulos cortos, a manera de escenas teatrales. En cuanto al tratamiento, la novela utiliza elementos del realismo literario, particularmente al efectuar una severa crítica del comportamiento de la alta sociedad inglesa, que en la superficie sostiene un trato “delicado y honorable” mientras tasa cada una de sus relaciones y las cultiva en función del beneficio (o la rentabilidad) potencial. Las personas que no encajan en este esquema, prácticamente no existen.
-Así es la gente, dijo Kate. Lo que piensan de sus enemigos es bastante malo, pero lo que piensan de sus amigos es todavía más desconcertante […] Milly no tiene la menor idea de las categorías sociales, no entiende en lo más mínimo nuestras diferencias ni sabe quién es quién ni qué significa cada cosa…
El especialista en literatura inglesa, Arthur Voss, refiere que Henry James creó varios personajes norteamericanos cuya suerte en Europa es, a menudo, “insidiosamente defraudada y traicionada, y cruelmente explotada por los que pretenden representar la más alta civilización y ser de un orden superior”. Esos personajes jamesianos suelen ser jóvenes de espíritu libre e independiente, que albergan concepciones ultrarrománticas de Europa y que ignoran el premio que la sociedad ofrece a las apariencias (La novela corta americana, 1980).
En ese sentido, Las alas de la paloma ofrece un detallado estudio comparativo de las maneras estadounidenses e inglesas, dejando en claro que en estas últimas, detrás de las elegantes formas y sutiles convenciones sociales, palpitan múltiples cálculos y deliberaciones.
Era el atisbo de ciertas posibilidades con Susan, de una relación que a Densher le resultaba beneficiosa y elástica, que no podría comprometerle más allá de lo que veía…
Con ojo crítico, el autor desnuda los usos y modos de la élite inglesa, y su manera de usar a la gente.
-Mientras tanto, podré ver qué hace con usted Mrs. Lowder. Eso me enseñará más o menos qué sabe de usted, dijo Lord Mark.
-¿Y ella qué sabe de usted?, preguntó Milly.
-Nada. Pero eso no influye en lo que hace conmigo. Esto, por ejemplo. Ponerme directamente al lado de usted en la mesa.
-¿Es porque usted es lo mejor que ella tiene?
-Lo fui, hasta que llegó usted. Usted es ahora lo mejor….
Ya en 1895, James había mencionado en sus Cuadernos de notas la lectura de un artículo que criticaba entre los rasgos de la vida social inglesa la desmoralización de la aristocracia, su vulgarización. Sobre esa línea, James describe con crudeza la superficialidad y frivolidad de la sociedad y, en particular, de las altas esferas:
…Su pluma de periodista se ejercitaba ya, mentalmente, con dicho “motivo” [el súbito florecimiento de Milly] como si fuese un producto de la estación, un signo de los tiempos, de la naturaleza expeditiva y alocada de la popularidad mundana. La popularidad en sí misma era lo que importaba: el protagonista del proceso era, en comparación, algo secundario. Todo podía ser suficientemente popularizable mientras no hubiera alguna otra cosa que lo fuese más: el autor de un pésimo libro, la belleza que no era tal, la heredera que no era más que eso, el extranjero que por no serlo inconvenientemente se hacía inconvenientemente familiar, el norteamericano cuyo norteamericanismo ya había desaparecido mucho tiempo atrás; cada criatura, en fin, cuyas luces o sombras pudieran comentarse suficientemente en voz alta. Así por lo menos lo juzgaba Densher, según su criterio, y la conclusión de que lo que acababa de descubrir era la superchería de la moda y el tono social contribuyó a restituirle su sentimiento de independencia. Se consideraba civilizado, ¡pero si aquella era la civilización!…
Henry James reconoció: “Las alas de la paloma ofrece, tal vez, el ejemplo más flagrante de mi natural incapacidad para mantener las dos mitades de una obra en un mismo tono. En ninguna otra parte, según creo recordar, la necesidad de disimular se pareció más a la angustia …”
Tú sabes perfectamente en qué términos viven muchos en Londres, aun cuando se suponga que se llevan bien…
El dinero no es la vida
En esta novela, las circunstancias económicas oprimen (y tienden a condicionar) las emociones. Algunos personajes lo vivirán con áspero cinismo, otros como una circunstancia de la vida, algunos más harán sentir el peso de su condición privilegiada, pero nadie podrá mantenerse al margen del factor económico.
¡Oh, las tareas cotidianas y el salario de todos los días, las retribuciones metálicas! Nadie puede saber mejor que yo de qué manera nos acosan mientras huyen los días irrecuperables y vacíos, dijo Susan…
El experto Arthur Voss refiere que fue en Las alas de la paloma (y en La copa dorada y Los embajadores, las tres mayores novelas de James), donde “con consumado arte narrativo y profunda perspectiva moral, logró dar nuevas y ricas dimensiones a sus personajes”.
Y entonces Milly tuvo una revelación: ¿no estaría su valor para el hombre que se casara con ella, entre los despojos de su enfermedad? Ella tal vez no iba a durar, pero sí su dinero. Para un hombre cuya pasión por su dinero fuera suficientemente intensa, hasta convertirse en el factor principal de su interés por ella, cualquier perspectiva de que abandonara a la brevedad este mundo podía constituir con facilidad un atractivo real. Un hombre así, que se propusiera halagarla, persuadirla, asegurarla, adueñarse de ella durante algún tiempo tan breve o tan prolongado como la naturaleza y los médicos se lo permitiesen- podría sacar partido de ella, por más enferma, deteriorada o desagradable que fuese…
Es el espíritu de las heroínas jamesianas, que suelen demostrar integridad y sentido del deber. Y que además, por encima del severo realismo, no renuncian al romanticismo.
A decir del experto Harold Bloom, con el éxito de esta obra James contribuyó a sentar las bases de la novela romántica norteamericana, género dominante en las primeras décadas del siglo XX con escritores como Faulkner, Hemingway y Fitzgerald (El canon occidental, Anagrama, 1995).
La vena romántica
En varios aspectos, Las alas de la paloma se desenvuelve dentro de la corriente literaria del romanticismo: por la minuciosa descripción del entorno y las circunstancias, por la exploración profunda de las emociones, con una introspección en los personajes tan detallada que relega los diálogos a una condición muy secundaria.
Aquel largo abrazo en que se encerraban mutuamente fue la derrota de las evasivas y Densher tuvo la seguridad de que todo lo que Kate le ofrecía era verdadero. Era algo más fuerte que una promesa declarada y más tarde, al reflexionar sobre esto, se diría que ella había sido sublimemente sincera. Eso era lo único que él pedía: una sinceridad que pudiera sobrellevarlo todo. Así se aclaraban tantas cosas, y de manera tan definitiva, que ya no había nada más que pudiera exigirle. Juramentos y promesas aparte, ahora podían hablar. Era como si solo entonces, en rigor, las cartas hubieran sido puestas sobre la mesa. No habían transcurrido cinco minutos cuando ya él había aceptado sus argumentos a favor de su plan y quedaba a la vista que la diferencia establecida por la escena que acabamos de relatar era una diferencia que beneficiaba a Kate. Los medios de alguna manera parecían ahora secundarios: eran competencia y preocupación de ella. Se había hecho más obvio que su inteligencia y sus sentimientos eran una sola cosa…
Con una prosa limpia, minuciosa, Henry James teje una densa trama de anhelos inconfesables, impulsos oscuros, motivaciones soterradas, secretos turbios, todo debajo de un brillante lienzo de formas impecables y exquisitas convenciones sociales.
Densher consideró unos instantes sus palabras, con las cuales, le pareció sentir, ella le hacía saber mucho más de lo que expresaba en realidad…
Tenía la impresión de que ella quería referirse a tantas cosas, que apenas podía adivinar dónde empezaba o terminaba el sentido de sus palabras…
¡Cuántas cosas daban por sentadas y qué humillante era tener que explicarlas!…
De hecho, en la hermética sociedad decimonónica resultaba más relevante lo que no se decía.
Kate permanecía simplemente allí, con algo que parecía una nueva ventaja… Durante algunos segundos fue como si toda su identidad se agotara en eso… Parecía estar allí nada más que para confirmarle que él había vuelto. Su presencia parecía afirmar, sin necesidad de palabras, que Densher estaba en Londres, que se hallaba tal vez justo a la vuelta de la esquina: y seguramente ningún intercambio entre ambas jóvenes hubiera podido ser más directo y franco…
En el prefacio de 1902, Henry James escribió: “Durante mucho tiempo recapacité sobre el asunto de la joven que sabiéndose condenada aspira ardientemente a ‘agotar’ todos los estremecimientos posibles para obtener así, aunque de una manera fugaz y parcial, la sensación de haber vivido. A veces enfrenté este asunto, otras me alejé, juzgándolo siempre formidable… El alma del drama es la descripción de una catástrofe desencadenada a pesar de las fuerzas que se le oponen. Mi joven heroína representa esas fuerzas opuestas a la catástrofe anunciada por las Parcas”.
El autor-narrador
En la literatura del siglo XIX abunda el narrador omnisciente, que todo lo ve y lo cuenta, que enfatiza los hechos y destaca el comportamiento de los personajes (a los que incluso analiza, pondera y hasta juzga). No es el caso con las obras de Henry James, quien creó un narrador que observa el desarrollo de los hechos y que invita al lector a distanciarse del relato, a colocarse al lado del escritor para mirar juntos, con plena conciencia, lo que está sucediendo.
Tal era la atmósfera que aquella mañana, con toda su frescura, rodeaba a nuestros jóvenes; tales habían sido los pequeños accidentes y calladas fuerzas que les habían procurado la oportunidad de la que les hemos visto disfrutar…
Estas impresiones de Densher surgieron y se disiparon en mucho menos tiempo, debemos reconocerlo, del que se necesita para escribirlo, pero aclaramos sin embargo que fue más que suficiente para que él llegara a sentirse demasiado cohibido…
Es un narrador que propicia un diálogo entre el autor y los lectores (casi un juego de complicidad).
…esas curiosas distracciones del espíritu de Milly, a las cuales ya nos hemos asomado…
…ambos debieron tener la impresión –o por lo menos nos la dieron a nosotros [el autor y los lectores]- de regresar de un inútil, aunque impertérrito, viaje al polo norte…
…el interés que le prestaba. Queremos decir, naturalmente, el interés que le prestaba a Milly…
Con su “habitual narrador-observador” (como lo describía en sus Cuadernos de notas), James nos ofrece un relator sobrio que no juzga, solamente enfatiza rasgos y circunstancias; que apenas sabe un poco más que los lectores, a quienes lanza anzuelos para atrapar su interés y sus emociones.
Hay cosas que más adelante se nos irán presentando con mayor precisión y que aquí apuntamos mientras tanto con brevedad en virtud de este entusiasmo que en nuestra amiga era superior a toda duda…
La intensidad que la circunstancia podría alcanzar para una imaginación atenta nos será suficientemente revelada, sin duda –con otros detalles pertinentes a nuestro propósito- en las dos o tres entrevistas confidenciales con Mrs. Lowder que Susie se permitió a continuación…
De hecho, a Henry James se le atribuye la creación de este recurso técnico para eliminar al narrador omnisciente. “Exploró limitaciones al punto de vista, sustituyendo al autor que todo lo ve con narradores, ‘registros’ e ‘inteligencias centrales’, a los cuales ayudaba con confidentes. Esto le permitía orientar su narración por causes cada vez más estrechos hasta que, como el agua que corre entubada, al salir adquiría fuerza y concentración inusitadas”, advierten Wallace y Mary Stegner en su clásico Great American Short Stories.
Un mundo femenino
En Las alas de la paloma destaca la abundancia de personajes femeninos y, particularmente, sus roles. Son mujeres quienes gobiernan, seducen, manipulan o imponen condiciones, ya sea por la vía de la lucidez, la belleza o el dinero. Por supuesto, a ellas corresponde el manejo de los hilos de esta trama.
Ahora las cosas aparecían en la superficie agitada y no había sido él [Densher] quien las había hecho subir. Las mujeres eran extraordinarias, o por lo menos Susan lo era. Pero también lo eran Milly y la tía Maud, y, sobre todo, su propia Kate. Bien, ya sabía a qué atenerse con su círculo de faldas. ¡Qué mujeres habían resultado!…
Pero en el grupo destaca Milly, que no usa su poder en forma estrictamente egoísta. “Ella debía disponer de una especial y extraordinaria libertad de acción y de elección, de apreciar y de tratar a quienes quisiera, con los mejores recursos del mundo”, explicó James en 1902. Harold Bloom avala: “Ella es una sensibilidad social refinada, una heroína fascinante sin necesidad de realizar hechos históricos”.
Milly era indiscutiblemente una paloma […] además de sus hermosos colores y sus suaves arrullos las palomas poseen alas y son capaces de volar maravillosamente. Densher comprendía, aunque confusamente, que esas alas podían desplegarse para brindar protección. ¿Acaso Kate y Mrs. Lowder, acaso Susan y él mismo –él, en particular- no se habían cobijado bajo ellas a su entera satisfacción?…
Bloom destaca que la literatura de Henry James no se restringía a su sexo ni se orientaba hacia lo masculino. Por su manera de entender a sus personajes femeninos, “James parece un escritor hermafrodita”, afirma en El canon occidental.
No obstante, en esta novela los personajes femeninos no cambian las reglas sociales ni crean nuevas condiciones. Ocupan las viejas posiciones de poder en un entorno regido por intereses, donde no hay espacio para los sentimientos. Esto podría relacionarse con lo que había anotado James en 1895 como apunte para elaborar “un retrato de costumbres contemporáneas: la masculinización de las mujeres”, un rasgo de la vida social inglesa, según lo refería un artículo de la época.
-No me resulta nada agradable, dijo Kate a Densher, pero gracias a Dios soy una persona capaz de hacer lo que no me gusta… Cuando me conozcas mejor comprenderás todo lo que soy capaz de soportar…
Por momentos experimentaba un sentimiento de ironía por la forma en que Kate le manejaba a su antojo… Lo que Densher sentía era rabia por lo que le faltaba: una exasperación, un resentimiento que nacía de la gran impaciencia de su deseo, motivado por su situación relegada, pospuesta y tan extremadamente manejada por Kate. Era maravilloso en ella, pero, ¿qué significaba en el fondo sino que él debía doblegarse constantemente ante su voluntad?…
El autor, el método y la obra
Dice Bloom: “Henry James es para algunos la sensibilidad crítica más sistemática que hemos producido”.
Y el propio James le da la razón. En el prefacio a Las alas de la paloma explica que definió las partes de esta historia y en ellas estableció ‘centros’ para regir la acción y esclarecer los puntos de vista. De esta manera creó ‘bloques’ de material trabajado. Cuando éstos ya estuvieron en su lugar, el plan general pudo adquirir forma. “Esa sería una imagen bastante fiel de mi método. Pero nuestro plan, desgraciadamente, es una cosa, y otra muy distinta nuestros resultados”.
Asimismo, Bloom recuerda que “Henry James insistía en que el novelista debe ser una sensibilidad que no pase por alto absolutamente nada”.
En sus Cuadernos de notas, la obra tuvo inicialmente el título poco poético de “La moribunda”. En varios momentos James analizó derroteros argumentales que terminó desechando por considerarlos incongruentes, ramplones o vulgares. Así llegó a un “esquema pleno” que le resultó satisfactorio: “lo único que hace falta es atizarlo con ambas manos”.
Al realizar una minuciosa edición de los Cuadernos de James, Francis Otto Matthiessen y Kenneth Murdock resumieron las características y aportaciones de este autor: Henry James planteó problemas y aportó soluciones en cuestiones como el punto de vista, el foco de conciencia, los tipos de ambigüedad y sus significados, la economía dramática, la alternancia entre diálogo y descripción, las condiciones de verosimilitud de lo fantástico, el peso y el valor del tema… Lo que escribió James en sus Cuadernos de notas son lecciones aplicadas sobre estos aspectos… Con los años se acentuó el sometimiento de James a sus propias exigencias. La práctica de la economía descriptiva, lo que llamaba ‘exposición fundamental’, el dominio de la ‘presentación escénica’, la costumbre de trabajar con un guión ceñido, claro y completo le seguían preocupando… La manera en que James iba planeando la estructura de sus relatos demuestra cómo su experiencia teatral lo había llevado a concebir las estructuras dramática y narrativa como intercambiables… Lo que ocurre con el método jamesiano, en cuyos diálogos lo innombrado se va dibujando lenta, borrosamente en la oblicuidad de las alusiones, requiere siempre de respetable extensión.
Por su parte, Wallace y Mary Stegner añadieron: “James fue más artífice que innovador; tomó de Hawthorne el relato serio de situación, con sus preocupaciones morales y éticas, refinándolo hasta llegar a convertirse en el ‘historiador de las conciencias delicadas’, según lo llamara Joseph Conrad. De Poe tomó su concentración y unidad de propósito, y aplicó ese método a situaciones observadas en su propia experiencia, aunque para revelar una situación efectuaba una introspección psicológica infinitamente más sutil y selecta… Sus aportaciones técnicas fueron enormes; pero acaso tan importante fue su manera de teñir la estética con la ética, su insaciable curiosidad y su idea de la ficción en prosa como un arte elevado… Fue uno de los que ayudaron a trasladar la acción de la ficción, de la calle a la mente”.
Arthur Voss apunta: Los críticos de Henry James le cuestionaron preocuparse demasiado por las técnicas narrativas y adoptar, hacia el final de su carrera, un estilo amanerado y abstracto. Sin embargo, ese no es el caso en toda su obra. “Sus innovaciones técnicas, especialmente su práctica de limitar el punto de vista en vez de emplear al narrador omnisciente ejerció una influencia profunda sobre los escritores del siglo XX”.
Para Harold Bloom, los méritos de Henry James son indiscutibles, de ahí que lo incluye en el selecto grupo de los novelistas estadounidenses más importantes, al lado de Melville, Hawthorne, Twain, Cather, Dreiser, Faulkner, Hemingway, Fitzgerald; Nathanael West, Ralph Ellison, Thomas Pynchon, Flannery O’Connor y Philip Roth.
[ Gerardo Moncada ]Otras obras de Henry James: