Aclamada en Europa mientras las editoriales argentinas se negaban a publicarla, esta obra terminó por convertirse en un clásico literario, en la novela existencialista de Hispanoamérica.
«Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne […] Y podrán preguntarse qué me mueve a escribir la historia de mi crimen…»
El túnel es la radiografía de un alma trastornada por el aislamiento; es un monólogo obsesivo, delirante; es la demostración de que el apego mecánico al racionalismo no evita que una mente torcida camine hacia el abismo; es el progresivo descenso al infierno cuando se intenta dominar lo incontrolable. El túnel es una novela corta que atrapa y estremece al lector.
Mientras su mano acariciaba mis cabellos, sombríos pensamientos se movían en la oscuridad de mi cabeza, como en un sótano pantanoso; esperaban el momento de salir, chapoteando, gruñendo sordamente en el barro…
Castel es un personaje inteligente y creativo, pero vive encerrado en sí mismo, construyendo meandros mentales, oscuros y tortuosos, a través de interminables monólogos autodestructivos.
Al verla caminar por la vereda de enfrente, todas las variantes se amontonaron y revolvieron en mi cabeza […] Las frases, sueltas y mezcladas, formaban un tumultuoso rompecabezas en movimiento…
Es además un misántropo:
Me he propuesto hacer este relato en forma totalmente imparcial y ahora daré la primera prueba, confesando uno de mis peores defectos: siempre he mirado con antipatía y hasta con asco a la gente… en general, la humanidad me pareció siempre detestable…
Un ser hermético, neurótico, que sin embargo siente la necesidad de contar su historia, con todos sus vericuetos mentales, y a fin de cuentas justificando mediante razonamientos “lógicos” sus ideas y sus actos:
Mi cerebro es un hervidero, pero cuando me pongo nervioso las ideas se me suceden como en un vertiginoso ballet; a pesar de lo cual, o quizá por eso mismo, he ido acostumbrándome a gobernarlas y ordenarlas rigurosamente; de otro modo creo que no tardaría en volverme loco…
El túnel refleja una época de desaliento y escepticismo, condiciones que han sido profunda y profusamente abordadas por la literatura existencialista.
A veces creo que nada tiene sentido. En un planeta minúsculo, que corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores, crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos, morimos, mueren y otros están naciendo para volver a empezar la comedia inútil […] Me quedé reflexionando en esa idea de la falta de sentido. ¿Toda nuestra vida sería una serie de gritos anónimos en un desierto de astros indiferentes?…
El Premio Nobel Albert Camus comentó acerca de esta novela: “Admiré su sequedad, su intensidad y aconsejé a editorial Gallimard su traducción al francés. Espero que encuentre en Francia el éxito que merece”.
Dominar al otro
Castel no sólo se hunde en deliberaciones (“mi costumbre de analizar indefinidamente hechos y palabras”), también demanda que los demás efectúen una sucesión ilimitada de razonamientos lógicos (“¿Por qué todo ha de tener una respuesta?”, le cuestiona María) y en gran medida espera que esos argumentos le beneficien para resolver sus propias necesidades afectivas y vitales. En el fondo, lo que busca son justificaciones a su necesidad de dominio:
Mis interrogatorios, cada día más frecuentes y retorcidos, eran a propósito de sus silencios, sus miradas, sus palabras perdidas, algún viaje, sus amores…
Mis sentimientos oscilaron entre el amor más puro y el odio más desenfrenado, ante las contradicciones y las inexplicables actitudes de María […] Yo tenía la certeza de que, en ciertas ocasiones, lográbamos comunicarnos, pero en forma tan sutil, tan pasajera, tan tenue, que luego quedaba más desesperadamente solo que antes, con esa imprecisa insatisfacción que experimentamos al querer reconstruir ciertos amores de un sueño..
El pintor se empecina en ejercer un control absoluto sobre el objeto de su afecto, tanto de su cuerpo como de su corazón, su mente, su alma. Es la incapacidad de soportar que la mujer deseada tenga vida propia, que no sea un lienzo en blanco a disposición del amante:
¿Era posible que quisiera a distintos seres de manera diferente, como pasa en ciertos hombres? También era posible que no quisiera a nadie y que sucesivamente nos dijese a cada uno de nosotros, pobres diablos, chiquilines, que éramos el único y que los demás eran simples sombras, seres con quienes mantenía una relación superficial o aparente…
En su manía elige las piezas que refuerzan su delirio, como la cita de la obra Otelo: Una mujer que engaña al padre puede engañar a otro hombre.
El escritor Graham Greene afirmó: “Tengo gran admiración por El túnel, por su magnífico análisis psicológico. No puedo decir que lo haya leído con placer, pero sí con absoluta absorción”.
La locura está en nosotros
Las explicaciones que busca Juan Pablo Castel a su propio comportamiento lindan la esquizofrenia:
Ya antes de decir esta frase estaba un poco arrepentido: debajo del que quería decirla y experimentar una perversa satisfacción, un ser más puro y más tierno se disponía a tomar la iniciativa en cuanto la crueldad de la frase hiciese su efecto… Apenas comenzaron a salir de mis labios esas palabras estúpidas e inútiles, ya ese ser de abajo las oía con estupor, como si a pesar de todo no hubiera creído seriamente en la posibilidad de que el otro las pronunciase […] ¡Cuántas veces esta maldita división de mi conciencia ha sido la culpable de hechos atroces!…
Castel es un personaje solitario cuyas manías y obsesiones lo llevan de la rabieta infantiloide a la agresividad perversa, al acoso incriminador, a la furia asesina.
¡Dios mío, no tengo fuerzas para decir qué sensación de infinita soledad vació mi alma! Sentí como si el último barco que podía rescatarme de mi isla desierta pasara a lo lejos sin advertir mis señales de desamparo. Mi cuerpo se derrumbó lentamente…
¿Realmente los pasadizos se habían unido y nuestras almas se habían comunicado? ¡Qué estúpida ilusión mía había sido todo esto!… En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en el que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida…
El túnel es un relato atroz, tenso, envolvente, que muestra un proceso emocional desquiciado y en progresiva degradación.
El propio Sábato señaló: “Los seres humanos no pueden representar las angustias metafísicas al estado de puras ideas, sino que lo hacen encarnándolas. Las ideas metafísicas se convierten así en problemas psicológicos, la soledad metafísica se transforma en el aislamiento de un hombre concreto en una ciudad bien determinada, la desesperación metafísica se transforma en celos, y la novela o relato que estaba destinado a ilustrar aquel problema termina siendo el relato de una pasión y de un crimen”.
La nueva novela latinoamericana
Para estudiosos y críticos, Ernesto Sábato era un intelectual preocupado por la deshumanización a la que nos había llevado el avance incontrolado de la ciencia y la técnica, por el predominio de la razón sobre los sentimientos; un escritor inmerso en la problemática humana y en la esperanza metafísica de la trascendencia del ser.
Enrique Anderson Imbert refiere que, en El túnel, la confesión de Castel interesa, “no por el crimen, sino porque cada palabra es símbolo de su proceso de locura y su locura símbolo de una metafísica desesperada… Es su soledad, su incomunicabilidad, lo angustioso de la confesión del pintor Castel. El mundo aparece visto desde los ojos de un ‘yo’ desligado, casi pura subjetividad, incapaz de comunicarse con sus circunstancias. Asimismo, el estilo narrativo corre veloz, displicente, temperamental y desequilibrado” (Historia de la literatura hispanoamericana, FCE, 1977).
Por su parte, el crítico Sergio Nudelstejer afirma que Sábato es un gran novelista porque no sólo conjura y crea demonios, sino porque ordena, estructura y armoniza las fuerzas que desencadena. “La narrativa de Sábato se encamina hacia el análisis desgarrador de los dilemas últimos de la condición humana: la soledad, el amor, la muerte, la esperanza, el sentido de la existencia, el bien, el mal, Dios, la búsqueda de lo absoluto. Temas de claro corte metafísico, o si se quiere, existencial” (Las voces perdurables, UNAM-Aldus, 1996).
A decir del escritor Carlos Fuentes, la prosa de Jorge Luis Borges sentó las bases para la renovación de la literatura latinoamericana. Esta renovación sobrevino con “el paso del documento de denuncia a la síntesis crítica de la sociedad y la imaginación… Esa síntesis crítica (más que el simple paso de la novela rural a la novela urbana) es lo que distingue la etapa de tránsito de la tipicidad a la personalidad, de las disyuntivas épicas a la complejidad dialéctica del aislamiento frente a la comunidad”. Esto -añade Fuentes- es lo que se aprecia en las obras de los escritores más significativos de esa etapa de cambio, como Ernesto Sábato, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, José Donoso y José Revueltas (La nueva novela hispanoamericana, Ed. Joaquín Mortiz, 1969).
El crítico literario Ángel Leiva explicó: “El túnel es un ejemplo de la necesidad de Sábato de indagar las relaciones entre la conciencia y el mundo; las manías de quien persigue lo inalcanzable; lo oscuro del alma; lo que el individuo pretende conocer como la verdad… Como pensador preocupado por escarbar existencialmente su contemporaneidad humana, Sábato enfatiza en El túnel la desesperanza, la incomunicación y la soledad del individuo urbano. Los escritores de la generación a la que pertenece Sábato crearon una novelística que no pretendía dar soluciones, sino problematizar al lector acerca de su realidad” (Introducción a El Túnel, Ed. Cátedra, 1992).
Sin embargo, el propio Sábato escribió: “La novela de nuestro tiempo no es solamente la expresión de la crisis del hombre, sino que puede ser uno de los instrumentos de su salvación porque va a darle el retrato de los caracteres de la gran crisis, va a mostrar que los instrumentos de la salvación están en la reconquista del hombre total” (El escritor y sus fantasmas, 1963).
DE PERFIL
Ernesto Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, el 24 de junio de 1911.
En 1929 inició sus estudios de Física en la Universidad de La Plata. Participó en el activismo universitario y fue uno de los creadores de la revista Insurrexit, de tendencia comunista. En 1933 fue elegido secretario general de la Federación Juvenil Comunista. Sin embargo, comenzó a experimentar severas dudas acerca de los métodos estalinistas. Enviado en 1934 a Bruselas por el Partido Comunista de Argentina, abandona el Congreso contra el fascismo y la guerra, y se instala en París.
En 1936 regresa a Argentina. Al año siguiente obtiene el doctorado en Física. Realiza una residencia en el Laboratorio Curie de París. En ese tiempo establece relación cercana con los surrealistas (“aquellos heraldos del caos y la desmesura”). Luego es enviado al Tecnológico de Massachusetts. Vuelve a su país en 1940, decidido secretamente a abandonar la Física, pero toma la docencia de Física y Matemáticas por gratitud a quienes lo habían becado. En ese tiempo comienza a publicar ensayos literarios y reseñas de libros. En 1943, inmerso en una crisis existencial y convencido de que la ciencia llevaría al mundo hacia el desastre, resuelve dedicarse sólo a la literatura y a la pintura.
En 1945 obtiene varios reconocimientos por su primer libro, Uno y el Universo, donde agrupa artículos filosóficos que critican la supuesta neutralidad de la ciencia y alertan por la deshumanización en las sociedades tecnologizadas.
Tres años después, su novela El túnel debió ser publicada en la revista literaria Sur, ya que todas las editoriales argentinas la rechazaron. Por petición expresa de Albert Camus, editorial Gallimard tradujo al francés esta novela y la publicó con éxito. Su traducción a varios idiomas abrió las puertas para su publicación en español.
En 1961 apareció su segundo trabajo literario: Sobre héroes y tumbas, considerada una de las mejores novelas argentinas del siglo XX.
Abaddón el exterminador, su tercera y última novela, fue publicada en 1974.
Su obra literaria, a la que se suman 21 libros de ensayos, fue reconocida con diversos premios y distinciones nacionales e internacionales, entre los que destacó el Premio Cervantes, en 1984, “por su literatura directa y a la vez llena de fantasía e imaginación”.
Sábato murió el 30 de abril de 2011 en su casa de Santos Lugares, Buenos Aires.
[ Gerardo Moncada ]