Una poeta desafiante, polivalente, con variedad de rostros e inquietudes; una personalidad enigmática que ha generado múltiples teorías a lo largo de dos milenios. El maestro en Letras Néstor Manríquez Lozano nos invita a explorar este enigma.
«No sé qué hacer: mi pensamiento es doble…»
[fragmento 51]
En marzo de 2015, Daniel Mendelsohn publicó un artículo en la revista New Yorker titulado “Hearing Sappho”. En ese texto, cita uno de los poemas más famosos de la poeta griega y refiere la métrica en que fue compuesto originalmente, para sugerir al lector la forma en la que estos versos sonaban en su contexto original. La nacida en Lesbos hace más de 2,500 años sigue maravillando, provocando preguntas y propiciando respuestas a pesar de que sólo han sobrevivido fragmentos de su obra y de lo limitado que nos es el acceso a ellos. Más interesante aún es pensar que, probablemente, es la más conocida y citada de los poetas líricos arcaicos que se conservan a la fecha y que el misógino juicio de la historia no ha hecho desmerecer su talento.
Como en el caso de muchos otros poetas de su época, los datos biográficos de Safo son imprecisos o, en muchas ocasiones, inventados. Sin embargo, se ha construido un mito alrededor de su figura, reconstruida a través de su fragmentada poesía y lo que la tradición ha dicho de ella, que ahora parece tanto o más real que la figura histórica de la que conocemos tan poco.
Safo convirtió su lugar de nacimiento (la isla de Lesbos), por filiación a ella y por la interpretación que se ha dado de lo que en sus propios poemas describe, en la bandera y nombre de la descripción general de la homosexualidad femenina; al mismo tiempo, la poeta cargó sobre su figura uno de los mitos más trágicos de desamor y suicidio para una mujer heterosexual. Al parecer, estamos ante una Safo tan fragmentada y contrastante como los propios papiros donde se encuentra la mayor parte de su obra.
Pues aquellos a quienes
yo quiero bien, de todos
son los que más me dañan.
[«fragmento 26»]
Gran cantidad de los fragmentos que conservamos de su obra aparecieron hace apenas poco más de 100 años, en las profundidades de uno de los tiraderos de basura más famosos de la historia, en la ciudad de El-Bahnasa que antiguamente se conoció como Oxirrinco; ahí se desechaban papiros que ya no iban a ser utilizados, era una especie de almacén de archivo muerto de la antigüedad que paradójicamente se convirtió en una auténtica biblioteca y tesoro para la humanidad. El descubrimiento de este sitio ha permitido la lectura de obras cuya existencia se desconocía. La gran mayoría de los fragmentos directos que tenemos de Safo han salido de ese lugar y nos han permitido tener una idea mucho más precisa de qué campos poéticos exploró durante su vida.
Porque Safo, como ya dijimos, es muchas Safos. La tradición la ha definido con distintos rostros: los filólogos bizantinos lamentaban no contar con más textos para tener una mejor idea de una mujer que escribía de forma tan apasionada, los académicos de la época victoriana intentaban rellenar de forma imaginativa los huecos que quedaban para tejer la historia de amor pasional femenino que constantemente intentaban leer entre líneas en su poesía, y muchos otros continuaban con la tradición de observarla como una heroína trágica. Aunque Safo debió nacer aproximadamente en el 630 a.C., en el siglo IV ya comenzaba a pulirse el mito de su amor por un hombre llamado Faón, un barquero de la isla de Mitilene de cuya belleza todas las jóvenes quedaban prendadas y Safo no fue la excepción. De este amor no correspondido, la poeta terminaría por suicidarse; varía la forma según las fuentes, pero la versión más extendida es que después de dirigirse a un promontorio en Léucades (famoso por aliviar el amor en las personas que desde ahí se lanzaban al mar, si es que sobrevivían) Safo se lanzó al vacío logrando terminar con su enamoramiento únicamente porque también terminó con su vida. La poeta muere ahí según describió el poeta romano Ovidio en una imaginaria carta, la Heroida XV, donde la poeta se dirige a su enamorado antes de cometer suicidio:
Ven, torna, vuelve a mí, joven hermoso;
Basta la grave ausencia que he pasado,
Vuelve a mi seno, toma en él reposo.
No te quiero rogar, desamorado,
Que tú me quieras: lo que yo pretendo
Es que sólo consientas ser amado.
Escribo, y mientras voy aquí escribiendo
Mis ansias, mis tormentos, mis pasiones,
Mis ojos van mil lágrimas vertiendo.
Contempla cuántas manchas y borrones
Lleva esta carta miserable mía,
Pues tiene más que versos y dicciones.
[El texto está tomado de la famosa traducción del poeta español Diego de Mexía.]
Pero la tradición es cambiante, los hallazgos papiráceos en Oxirrinco continúan y nos dicen más de la poeta de lo que hubiéramos podido imaginar. Por supuesto, la polémica es parte de este proceso. Apenas en 2014 fueron publicados nuevos poemas que se suponía provenían del mismo lugar, pero esa historia dio un giro y hoy podría contarse como una novela policiaca. Inicia así: Dirk Obbink, profesor de la Universidad de Oxford y uno de los más destacados papirólogos de todos los tiempos, identificó dos poemas nuevos de Safo en una serie de papiros cuyo lugar de proveniencia era desconocido pero que aparentemente habían sido encontrados en 2004 junto con otra serie de importantes textos bíblicos que llamaron la atención de museos de iglesias cristianas en los Estados Unidos para comprarlos y solicitar a Obbink su edición que eventualmente fue hecha, junto con la edición de los poemas sáficos, en el año 2014.
En el 2020, todo cambió. El oscuro lugar de donde provenían dichos textos generó suspicacias y una mayor investigación al respecto derivó en una acusación pública contra Obbink afirmando que había robado material que resguardaba el archivo de papiros de la universidad de Oxford; esto desembocó en una acusación judicial que hasta la fecha no se ha resuelto. El asunto es que los fragmentos publicados por Obbink parecen ahora estar marcados por la duda, al grado que algunos incluso han afirmado que pudieron haber sido fabricados por el propio profesor a manera de falsificación. Sin embargo, la mayoría de los investigadores siguen considerando que, por sus características generales, son poemas que muy seguramente fueron compuestos por la poeta de Lesbos.
El más conocido de estos fragmentos nuevos es el llamado “Poema de los hermanos”:
Mas no dejabas de repetir que Caraxo vendría
con el barco lleno. Eso, me parece, Zeus
lo sabe y los dioses al completo. Pero no debes
darle vueltas,
sino enviarme y ordenarme
que eleve muchas plegarias a la reina Hera
para que llegue hasta aquí con el barco
a salvo Caraxo,
y nos encuentre indemnes. Todo lo demás
confiémoslo a las deidades.
Las calmas tras grandes tempestades
pronto llegan.
A quienes quiera el rey del Olimpo
que su deidad protectora les aparte
de las penas, esos son dichosos
y muy felices.
Y nosotras, si alza la cabeza
Larico y se hace hombre un día,
de muchísimas pesadumbres
pronto nos liberaríamos.
[Traducción de Marco Antonio Santamaría.]
Se ha dicho que este texto tiene más importancia histórica que poética y que, por lo tanto, podría ser una obra de juventud, porque nos permite observar la relación de Safo con dos de sus hermanos, Caraxo y Larico, en un contexto familiar y previo a su entorno femenino. Uno de sus hermanos es encomendado a la divinidad en un viaje en barco que está realizando y el otro es retratado como un joven al que la poeta quisiera que la divinidad lo hiciera madurar. Todo esto probablemente por la ausencia de una figura paterna en su hogar y por lo cual necesita que alguno de los hombres de su familia tomen el encargo de las riendas económicas. En este poema, que nos dice mucho y que al mismo tiempo no podemos tomar con absoluta fiabilidad para hacer una descripción mental de Safo, el personaje histórico habla directamente con su familia de forma epistolar y establece un fuerte contraste con la poeta que tradicionalmente conocemos por muchos de sus versos, especialmente uno de los más conocidos, el «fragmento 31», emanado de una cita de Pseudo Longino en su famoso tratado Sobre lo sublime:
Me parece él igual de un dios, el hombre
que frente a ti se sienta, y tan de cerca
te escucha absorto hablarle con dulzura
y reírte con amor.
Eso, no miento, no, me sobresalta
dentro del pecho el corazón; pues cuando
te miro un solo instante, ya no puedo
decir ni una palabra,
la lengua se me hiela, y un sutil
fuego no tarda en recorrer mi piel,
mis ojos no ven nada, y el oído
me zumba, y un sudor
frío me cubre, y un temblor me agita
todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba,
pálida, y siento que me falta poco
para quedarme muerta.
[Esta traducción y las que siguen, a menos que se indique lo contrario, son de Juan Ferraté.]
El poema más famoso de Safo pone en boca del hablante, al que también se le llama dentro de los estudios poéticos griegos persona loquens, un deseo ardiente por un hombre que le parece igual a una divinidad. El amor embarga a la persona que canta el poema y describe, uno a uno, los síntomas de esa debilidad que quema cuando se enfrenta al objeto amoroso del cual ha quedado prendado: La lengua no puede emitir palabras, los ojos se nublan y todos los sentidos son invadidos por un ardor y frío simultáneo que parecen incluso anticipar la muerte.
Safo compuso este texto pero, como en el caso del Poema de los hermanos y del resto de su obra, no podemos estar seguros que ella sea realmente la que está hablando. Dar el discurso a otro personaje es una característica común de la poesía lírica arcaica y esa técnica será llevada hasta sus máximas posibilidades más adelante en manos de los poetas helenísticos. Pero Safo sabe describir perfectamente síntomas del amor que son atemporales y que obviamente no le eran ajenos, emociones que nosotros como lectores podemos identificar todavía y que a 2600 años de distancia seguimos teniendo latentes en sus efectos como una enfermedad paralizante, un entumecimiento que nubla todos los sentidos, un rayo que estremece y que, cuando no se consigue acceder al objeto amoroso, parece ser una anticipación de la muerte para quien lo sufre.
Los investigadores se han preguntado a quién está dedicado el poema. A pesar de que existen múltiples interpretaciones e identificaciones sobre el hombre del que habla Safo, la respuesta más plausible parece ser que, en un contexto de matrimonio, la poeta compuso esta canción como obsequio a una amiga que está por contraer nupcias y la alabanza al ahora esposo es, al mismo tiempo, un cumplido para la mujer que se está casando con él. Pero podemos llevarlo más allá e incluso pensar que los deseos amorosos de Safo están siendo tomados de su verdadero objeto de pasión, su amiga, y colocados bajo el nombre del novio por casarse.
Catulo, el famoso poeta latino, tomó el inicio del poema sáfico para elaborar una recreación en su Carmen 51:
Aquél me parece que es igual a un dios,
que, si es posible, supera a los dioses
quien sentándose frente a ti
te mira y te oye
riendo dulcemente, que me roba, miserable,
todos los sentidos, pues en el momento
que te vi, Lesbia, nada
de mi voz ha quedado en mi boca.
Pero se entorpece mi lengua; la llama tenue
se filtra por mis miembros; las orejas tintinean
con su sonido; mis ojos se cubren
con doble noche.
Catulo, el ocio para ti es funesto.
Con ocio te regocijas, y te alegras demasiado.
Ya en el pasado, el ocio perdió reyes
y felices ciudades.
El poeta latino da un giro al final del poema que cambia por completo el sentido original de Safo, pero en el desarrollo nos indica las mismas características que vemos en el enamoramiento: la falta de claridad y pérdida de los sentidos. Sin embargo, pierde por completo la sustitución del objeto amoroso que los especialistas creen que existe en Safo y cuya conclusión se ha sostenido de la lectura entre líneas de otros de sus poemas, como el «fragmento 96»:
De veras, quisiera estar muerta.
Ella, al dejarme,
vertió muchas lágrimas
y decíame esto:
«¡Ay, qué pena tan grande!
Safo, créeme, dejarte me pesa».
Y yo, contestando, le dije:
«Ve en paz, y recuérdame.
Pues sabes el ansia
con que te he mimado. Y por si no, quiero
recordarte………
………… y cuánto gozamos.
A mi lado, muchas coronas
de violetas y rosas .
. te ceñiste al cuerpo,
y en torno de tu cuello suave
muchas guirnaldas entretejidas
que hicimos con . . . flores.
Y . . . con un perfume
precioso y propio de una reina
frotabas el cuerpo .
Y en blandas camas tendida
pudiste saciar tu deseo
de delicadas.
Y no había ningún sagrado
de donde estuviéramos ausentes,
ni arboleda…»
Leemos una declaración amorosa de Safo por una mujer que la ha abandonado y aquí, para no dejar dudas, expone su propio nombre dentro del poema. El contexto podría anteceder a lo que leemos en el poema del matrimonio, una mujer que pasó su juventud con Safo disfrutando del amor con ella y que finalmente la ha dejado para casarse con un hombre en un destino que deja a la poeta en una situación similar a lo que describió en el fragmento anterior, evocando la muerte ahora en lugar de sentirla. Además de la calidad obvia del poema, notamos aquí por primera vez cómo las lagunas, producto de los espacios incompletos que ha dejado un papiro maltratado de donde ha salido este texto, nos impiden acceder al contenido del texto en su totalidad.
Sin embargo, es increíble cómo incluso los propios espacios y ausencias de la poesía sáfica pueden inspirar poéticamente. Anne Carson, famosa poeta canadiense y estudiosa de la literatura clásica, creó en su traducción al inglés de los fragmentos de Safo una aproximación a su obra muy novedosa: Dejando los espacios de las lagunas de los papiros de donde se recuperaron los textos, Carson insinúa al lector un “espacio libre de imaginación para aventurar un significado”.
Safo dice mucho en los espacios que encontramos después de palabras como (…) lastimarme (…), (…) loca (…), (…) culpa (…), (…) de dolor (…), y muchas otras más. La evocación conecta nuestro inconsciente con los paradigmas que la poeta ha logrado encontrar y exponer en sus versos. Como Platón le llamaba, la décima musa parece inspirar a poetas como Carson encontrando nuevos sentidos y caminos a la apreciación de la belleza femenina:
Pues cuando me fijo en tu cara
me parece que ni Hermione
fue como tú y que no es impropio
igualarte a la rubia Helena.
O también acercarnos a su lado más oscuro condenando al olvido a un objeto amoroso no correspondido:
Cuando mueras, descansarás: ni un solo
recuerdo guardarán de ti futuras
generaciones, pues no tienes parte
en las rosas de Pieria. E ignorada
hasta en la casa de Hades, solamente
con sombras invisibles tratarás
cuando de aquí hayas al fin volado.
Y momentos de depresión deseando la muerte por algún motivo perdido para siempre en el desgaste del papiro que contenía el texto que leemos:
Y un ansia me está cogiendo
de estar muerta y ver los lotos
empapados de rocío
a orillas del Aqueronte.
Pero de entre todos los rostros de Safo, como los construidos por la traducción, por los fragmentos que podemos leer de ella, por el arte o las historias, podemos destacar uno con mayor certeza y es el de la Safo que perteneció -y probablemente guió- a un grupo de mujeres en un entorno erótico de danza, canto y fraterna unión. Eso podría explicar la razón del amor nublando sus sentidos cuando una probable joven integrante de este círculo se casaba y Safo, al perder su compañía, dedicaba un poema a la muchacha que abandonaba esta hermandad. Lo podemos observar en fragmentos donde aconseja a otras muchachas:
Pues mi madre solía decir
que en su tiempo, si una llevaba
el pelo envuelto en un turbante
de tonos brillantes, sin duda
que eso era un muy grande adorno;
pero a la que tiene el cabello
más rubio que una antorcha ardiente,
le sienta mejor que se arregle
con guirnaldas de flores frescas;
y hace poco, un lindo pañuelo
de Sardis …
O en los poemas conocidos como epitalamios, entonados directamente alrededor del tema del matrimonio donde nos da información sobre los rituales nupciales que sucedían entre ella y las jóvenes de su círculo antes del casamiento de alguna:
Quiero que las muchachas
canten toda la noche
tu amor y el de tu novia
de ceñidor violado.
Despierta, hala, a los jóvenes
de tus años convoca:
veremos menos sueño
que el ave de voz clara.
Y en ocasiones dirigiendo sus palabras directamente al esposo recién casado («fragmento 112»):
Novio feliz, la boda se ha cumplido
de acuerdo con tus votos, tienes novia
de acuerdo con tus votos, y aunque es bello
tu rostro, son los ojos de tu esposa
dulces como la miel, y un sonriente
velo de amor le cubre la atractiva
cara: te honró Afrodita especialmente.
Todo lo que podemos imaginarnos de la cofradía sáfica, en ese entorno artístico de danza, música, consejos y una aparentemente anacrónica modernidad, ha hecho de Safo un objeto de inspiración para los estudios de género, antropología y política con un vistazo a la posición de la mujer en la antigüedad, e incluso ejercicios creativos de autores que intentaron pertenecer, aunque fuera en el campo de lo literario, al círculo de Safo.
Durmiendo en el pecho
de una tierna amiga…
[«fragmento 126»]
En 1894, el poeta francés Pierre Louÿs publicó las Chansons de Bilitis, un vasto conjunto de poemas que, afirmaba, pertenecían a una joven poeta del siglo VI a.C. de nombre Bilitis y cuyo contenido temático y estilo se podía relacionar fácilmente con la poesía de Safo. Parecía insinuar con esto que el hallazgo era una pieza más en la imagen del círculo sáfico de muchachas poetas pero, en realidad, Pierre Louÿs había hecho únicamente un ejercicio creativo para elaborar estos poemas siguiendo la visión de amor homosexual y erotismo femenino a partir de lo leído en la poeta, una Safo llena de deseos y emociones eróticas que serían proyectadas y amplificadas en la poesía de Bilitis en buscaba de los efectos que más interesaban a la sociedad de la Francia decimonónica.
Hay una Safo que, como la primera que mencionamos, provoca empatía en cualquiera que la pueda leer. En el 2004 se encontró el complemento de un ya conocido fragmento de la poeta que, en conjunto, nos dejaba ver que probablemente era uno de sus últimos escritos, el conocido como «fragmento 58»:
Nosotras cuidad, hijas de los dones hermosos de las Musas
de fragante regazo, y de la vibrante lira compañera del canto.
Pero mi piel que antes fue tan suave la sometió ya la vejez
y blancos se han vuelto mis negros cabellos de antaño.
Pesado se ha hecho mi ánimo, y no me sostienen las rodillas
que otro tiempo fueron tan ágiles como corzas en la danza.
De eso me lamento día tras día. ¿Pero qué puedo hacer?
Cuando se es humano, no es posible dejar de envejecer.
De Titono, en efecto, contaban que la Aurora de brazos de rosa,
inflamada de amor, lo raptó para llevarlo al confín de la tierra
porque era bello y joven. Mas de igual modo a él con el tiempo
lo atrapó la grisácea vejez, aun teniendo una esposa divina.
[Traducción de Carlos García Gual.]
Los poetas líricos arcaicos, como Mimnermo o Simónides, comúnmente emiten quejas sobre lo dura que resulta la vejez a los seres humanos; sin embargo, en este poema de Safo no sólo vemos un lamento sino también una despedida del círculo de muchachas que ya nos es familiar. Vemos un autorretrato descriptivo de Safo diciéndonos cómo su piel, su cabello y sus rodillas ya sufren por los estragos que causan los años. Este último punto es importante porque, como las musas o ninfas que siempre imaginamos cantando y bailando en conjunto, las muchachas de Safo bailaban y cantaban con ella y ahora, dado que ya no le es posible ni siquiera que las rodillas la sostengan, no puede acompañarlas en estas costumbres. Así como ha visto partir a las jóvenes que se han casado o que han abandonado su círculo por distintas circunstancias, es momento de que ella parta, sin quererlo, viéndose alejada del centro de su vida por la vida misma que comienza a apartarse de ella.
Doncellez, doncellez, ¿cómo te fuiste dejándome?
Nunca más volveré, nunca más.
[«fragmento 114»]
Pero sabiamente la poeta nos dice que es condición ligada a nuestra propia humanidad envejecer. Parece que su última lección es decirnos que el precio justo a pagar por todo lo que puede hacerse y disfrutarse en la juventud es que, eventualmente, ya no podremos hacerlo más. Tal vez la pérdida es más grande en la vejez cuando se ha tenido una vida llena de placeres pero el disfrute y lo que en la memoria queda (o en el caso de Safo, en su poesía) es algo que no puede borrarse jamás.
Safo, y las muchas Safos que a la vez son una, nos da lecciones de eternidad, nos permite conocer un poco sobre ella pero, más importante todavía, nos deja conocernos a nosotros mismos cuando nos reflejamos en sus palabras. La poeta amada y amante de jóvenes muchachas dedicadas a la danza y al canto, que ha inspirado tanto y que seguirá siendo motivo de interés y deleite entre cualquiera que aprecie la poesía, ha probado ya de forma más que holgada que ha alcanzado la eternidad y que esas rodillas seguirán permitiéndole bailar y cantar con sus muchachas mientras nosotros sigamos leyéndola.
[ Néstor Manríquez Lozano ]CITAS:
Carson, Anne, Si no, el invierno (trad. de Aurora Luque), Vaso Roto, Madrid, 2019.
Ferraté, Juan, Líricos Griegos Arcaicos, El Acantilado, Barcelona, 1968.
Luque, Aurora, Safo. Poemas y testimonios, El Acantilado, Barcelona, 2020.
Montemayor, Carlos, Safo. Poemas. Trillas, México, 1986.
Rodríguez Tobal, Juan Manuel, Safo. Poemas y fragmentos, Hiperión, Madrid, 1990.
Néstor Manríquez es maestro en Letras Clásicas y académico en la UNAM.