La laxitud de la normatividad mexicana permite que la industria automotriz actúe como si nuestro mercado fuera su patio trasero. Aunque se han establecido parámetros que en teoría acotan la venta de los coches de bajo rendimiento, esos que son más ineficientes y contaminantes, dichos parámetros aún distan de alcanzar la exigencia de los países más avanzados. Así, la industria automotriz, quizá la más globalizada del planeta, sigue sacando provecho de la disparidad regional en las regulaciones (e incluso la promueve a través de sus cabilderos), en detrimento de los consumidores.
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