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Tierra de minas (Under sandet, coproducción danesa-alemana, 2015) es una historia cruel, despiadada y profundamente humana, que retrata lo que ocurre cuando un conflicto bélico endurece el alma hasta convertirla en roca.
En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, el ejército nazi ordenó la siembra masiva de minas en la costa de Dinamarca pues creía que ahí ocurriría un gran desembarco aliado. Tras la rendición de Alemania, jóvenes prisioneros alemanes fueron obligados a localizar y desactivar con sus manos un millón y medio de minas enterradas.
La decisión, que en principio pareciera razonable o al menos justa, derivó en situaciones de odio y venganza, autoritarismo y feroz inhumanidad. Los daneses, víctimas de la ocupación fascista, se convirtieron en tiranos. Gran parte de los prisioneros asignados a desactivar las minas eran adolescentes, carecían de equipo protector e incluso de la alimentación básica.
Con espléndidas actuaciones y un guión robusto e inteligente, este intenso relato se puede ver como una metáfora del abuso de poder, de lo que sucede cuando los individuos olvidan que tratan con entes de su propia especie.
Sobria, sin caer en el melodrama, el filme nos muestra no sólo un pasaje desconocido de la guerra sino un episodio de la trágica historia de la humanidad.
A más de 60 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, Europa sigue revisando lo ocurrido en esa conflagración. Subsisten demasiadas heridas que todavía no sanan.
Una película conmovedora, imperdible.
Tierra de minas fue nominada al Oscar 2017 en la categoría de Mejor película extranjera. En Dinamarca fue elegida en 2016 como la mejor película del año.
[ Gerardo Moncada ]