Albert Camus nació el 7 de noviembre de 1913 en Argelia y murió en Francia el 4 de enero de 1960.
El extranjero es la introspección descarnada en un individuo que intenta guiarse sólo por sus pensamientos y sus deseos; es una exploración de la ruptura entre el individuo y las convenciones sociales; es una crónica de la reacción de las instituciones de gobierno que, ante una persona que consideran un riesgo para la sociedad, emplean argumentos que rayan en lo absurdo.
En esta novela, publicada en 1942, Albert Camus llevó al terreno literario las ideas filosóficas que estaba desarrollando bajo el concepto del absurdismo, una corriente profundamente escéptica que no creía en los principios universales de la existencia humana ni en cualquier significado absoluto de la vida. Camus afirmaba que los individuos viven inmersos en la confrontación entre sus deseos y la irracionalidad del mundo; frente a nosotros sólo hay un vacío, por lo que corresponde a cada persona dar sentido a su vida (que suele ser insignificante, anclada en repeticiones inútiles). Para Camus, la alternativa era la rebeldía, contra las reglas inaceptables y ante la oscuridad propia.
Con el absurdismo, el escritor confrontó simultáneamente tres líneas de pensamiento en boga: el cristianismo, el marxismo y el existencialismo. Su planteamiento era radical y práctico: “Si un hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo”.
Extranjero – extraño
En El extranjero (que bien podría entenderse como “El extraño”), un francés radicado en la Argelia francesa vive ajeno a los parámetros y expectativas sociales; su parquedad y honestidad no son consideradas virtudes ya que, al decir lo que piensa y siente, suele incomodar a los demás. Le agobian las preguntas, lo inesperado, el clima extremo y la necesidad de dar explicaciones (“De todos modos uno siempre es un poco culpable”).
“Me es indiferente”, es una de las expresiones recurrentes de Meursault, personaje que, de la misma manera que no espera nada de los demás, prefiere no expresar sentimientos ni emitir opiniones (“Nunca tengo gran cosa que decir. Por eso me callo”). Los demás lo juzgan reservado, abúlico, taciturno.
“Dije que sí, pero que en el fondo me era indiferente. Me preguntó entonces si no me interesaba un cambio de vida. Respondí que nunca se cambia de vida, que en todo caso todas valían igual y que la mía aquí no me disgustaba en absoluto. Se mostró descontento, me dijo que siempre respondía con evasivas, que no tenía ambición…”
Meursault no establece vínculos profundos con nadie; sólo experimenta deseos y vagos afectos, al tiempo que se aferra a un confort neutro, solitario, silencioso.
“Sentía deseos de asegurarle que yo era como todo el mundo, absolutamente como todo el mundo. Pero esto en el fondo no tenía gran utilidad y renuncié por pereza”.
Tras cometer un crimen, dichas características adquieren una dimensión patológica a los ojos de la sociedad (“el rostro de un hombre en el que no leo más que monstruosidades”).
“No lamentaba mucho mi acto. Pero tanto encarnizamiento me asombraba. Hubiese querido tratar de explicarle cordialmente, casi con cariño, que nunca había podido sentir verdadero pesar por cosa alguna…”
“…Quizá no estaba seguro de lo que me interesaba realmente, pero, en todo caso, estaba completamente seguro de lo que no me interesaba. Y, justamente, lo que él me decía no me interesaba […] y precisamente no tenía tiempo para interesarme en lo que no me interesaba”.
“…me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraternal, en fin, comprendía que había sido feliz y que lo era todavía. Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio”.
El debate moral
En el prólogo a la edición estadounidense, Camus explica por qué Meursault decide no tomar las salidas que se le ofrecen para suavizar su condena:
“La respuesta es simple: se niega a mentir. Mentir no es sólo decir lo que no es. Es también, y sobre todo, decir más de lo que es y, en lo que concierne al corazón humano, decir más de lo que se siente. Es lo que todos hacemos a diario para simplificar la vida. Al contrario de lo que parece, Meursault no quiere simplificar la vida. Él dice lo que es, se niega a enmascarar sus sentimientos e inmediatamente la sociedad se siente amenazada”.
El extranjero, que en su momento consagró a Albert Camus, ha sido objeto de discusiones éticas y revisiones de la crítica literaria. Por ejemplo, el teórico Harold Bloom ha dicho que es un libro “de época”, lo que le da un valor específico pero no necesariamente estético. De hecho, afirma que esta novela es “menor de lo que creíamos”, aunque no moralmente fallida. Y añade que Camus pertenece a la selecta nómina de ensayistas que nos ayudan a convertirnos en “individualidades con preocupaciones, más que individualistas indiferentes a nosotros mismos y a los demás”.
Por su parte, Mario Vargas Llosa opina: “Uno de los grandes méritos de El extranjero es la economía de su prosa. Se dijo de ella, cuando el libro apareció, que emulaba en su limpieza y brevedad a la de Hemingway. Pero ésta es mucho más premeditada e intelectual que la del norteamericano. Es tan clara y precisa que no parece escrita, sino dicha, o, todavía mejor, oída. Su carácter esencial, su absoluto despojamiento de estilo que carece de adornos y de complacencias, contribuyen decisivamente a la verosimilitud de esta historia inverosímil. En ella, los rasgos de la escritura y los del personaje se confunden: Meursault es, también, transparente, directo y elemental”.
Al abordar la trama y su planteamiento moral, Vargas Llosa ofrece un enfoque atractivo: “El extranjero, como otras buenas novelas, se adelantó a su época, anticipando la deprimente imagen de un hombre al que la libertad que ejercita no lo engrandece moral o culturalmente; más bien, lo desespiritualiza y priva de solidaridad, de entusiasmo, de ambición, y lo torna pasivo, rutinario e instintivo en un grado poco menos que animal”.
El debate sigue abierto, en gran medida por la discusión en torno a los criterios de análisis y ponderación de las obras, criterios que siguen cambiando constantemente.
Perfil
Albert Camus fue novelista, ensayista, dramaturgo y periodista.
Nació el 7 de noviembre de 1913 en Argelia, cuando era colonia francesa. A los tres años, tras la muerte de su padre francés y su madre argelina, quedó bajo la tutela de su abuela materna. Vivió en Argelia hasta la edad adulta. En 1930 padeció tuberculosis y sufrió recaídas a lo largo de su vida.
Su primera novela, El extranjero, fue terminada en 1940 y publicada en 1942, en el agobiante contexto del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Mario Vargas Llosa escribió: “El libro fue recibido como una metáfora sobre la sinrazón del mundo y de la vida, una ilustración literaria de esa ‘sensibilidad absurda’ que Camus había descrito en El mito de Sísifo, ensayo que apareció poco después de la novela. Fue Sartre quien mejor vinculó ambos textos, en un brillante comentario sobre El extranjero. Meursault sería la encarnación del hombre arrojado a una vida sin sentido, víctima de unos mecanismos sociales que bajo el disfraz de las grandes palabras —el Derecho, la Justicia— sólo escondían gratuidad e irracionalidad. Pariente máximo de los anónimos héroes kafkianos, Meursault personificaría la patética situación del individuo cuya suerte depende de fuerzas tanto más incontrolables cuanto que son ininteligibles y arbitrarias. Pero, muy pronto, surgió una interpretación ‘positiva’ de la novela: Meursault como prototipo del hombre auténtico, libre de las convenciones, incapaz de engañar o de engañarse, a quien la sociedad condena por su ineptitud para decir mentiras o fingir lo que no siente […] un hombre que, sin actitudes heroicas, acepta morir por la verdad”.
En 1957, Camus recibió el Premio Nobel de Literatura, por “el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy”, señaló el jurado.
Camus murió en Francia el 4 de enero de 1960, con apenas 46 años cumplidos, víctima de un accidente automovilístico.
[Gerardo Moncada]Otra obra de Albert Camus:
La caída.