Convencido de que el artista tiene un compromiso con su tiempo y las experiencias colectivas de la humanidad, el estadounidense Leon Golub (23 enero 1922 – 8 agosto 2004) se convirtió en un activo opositor de la desigualdad y el abuso de poder. Su decisión temática también tuvo un ángulo plástico: en una época en que cobraba auge el expresionismo abstracto, perceptible en su primera etapa pictórica, optó por una figuración cruda.
Sus obras, de gran formato, poseen cierto candor compositivo y un vivo cromatismo. En un primer golpe de vista, parecen idóneas para ocupar el lobby de una corporación o de una oficina de gobierno, de no ser porque en una segunda mirada revelan una feroz crítica a los mecanismos que emplean tanto gobiernos como empresas contra las poblaciones, en su afán por no ceder ni un ápice de poder.
Por las piezas de Golub desfilan guardias blancas, fuerzas armadas y policiacas, mercenarios, como actores de tiempos turbulentos, como soportes de regímenes frágiles e impopulares, en una exploración de la realidad global contemporánea. La búsqueda de profundidad psicológica se conjuga con la propuesta de Golub: que el arte sea socialmente relevante.
El estilo de Golub derrocha fuerza en el trazo, intensidad y tensión en las líneas, y un colorido que energiza a sus personajes. Algo subsiste de sus inicios, en los que exploraba una suerte de existencialismo místico, pero brutalmente invadido por una descarnada y agresiva crudeza, como se aprecia en Napalm (1969), Mercenarios (1980), Interrogatorio (1981). «La pesadilla de la historia no tiene principio ni fin», afirmaría Golub.
A veces la violenta realidad tarda un poco más en emerger entre la abstracción en claroscuro (El Prisionero, 1989) o de una lúdica composición cromática (Go-Ahead, 1985-86).
En forma recurrente, los personajes violentos miran hacia el espectador, con un gesto cómplice. Es la manera como Golub cuestiona a su sociedad por tolerar la violenta represión en otros países, financiada por corporaciones y potencias internacionales como el gobierno estadounidense. Es una manera de decirle al espectador: “Tú también estás en todas las pinturas”.
En la década de 1990, Golub abandonó los temas políticos pero no la percepción de la violencia, que adquirió un aspecto simbólico y abstracto.
El novelista Gustave Flaubert escribió: “Siempre he intentado vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda no deja de golpear sus muros y amenaza con tirarla abajo”. Leon Golub asumió la postura opuesta, decidió enfrentar esa marea exhibiendo algunos de sus mecanismos con una plástica y un cromatismo que inicialmente atrapan al espectador, para luego revelarle una realidad atroz.
La muestra “Leon Golub: Bite your tongue”, fue exhibida en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo de septiembre de 2015 a febrero de 2016.
[ Gerardo Moncada ]