El 15 de mayo de 2017 murió el artista Felipe Ehrenberg, autor de una obra polifacética, de búsqueda constante, razón por la que su amigo Fernando Del Paso lo definió como un «neólogo».
Tras quince años en el extranjero, Felipe Ehrenberg volvió a México sólo para ser testigo del baño de sangre, del horror, de la impunidad y de lo que él llama sin dudar “la guerra civil”. Así lo consignó en su producción “De tanto árbol ya no vemos el bosque. Obra post-Ayotzinapa”, que presentó en la galería Machado en mayo de 2015.
El catálogo de la exposición es prácticamente un Yo Acuso.
Su esposa, Lourdes Hernández, refiere el tortuoso retorno: “Al cansancio de las primeras semanas se sumó, como una losa, Ayotzinapa. Felipe ya me había avisado que venía sin ilusiones, y después de la desaparición de los 43 jóvenes que estudiaban para enseñar, tocó fondo. Comenzó a sumar muertos, fosas y desaparecidos. A hablarme de una guerra civil y del verdadero crimen organizado desde el gobierno. Esta misma descomposición social ya la estábamos viviendo en Brasil, no es monopolio mexicano, sólo que aquí, de repente, todo parece rozarnos, la peste de lo que se pudre invade nuestras casas y junto a ella se asienta el cinismo, que hace de nuestros reclamos algo tan trivial, si no fuera trágico”.
Por su parte, el artista explicaba acerca de la serie que exponía: “Hallé la foto en internet, una entre miles. Tomada durante una madrugada fría en el parquecito de un fraccionamiento residencial suburbano, nos muestra las espaldas de cinco personas sentadas en sillas de playa de plástico blanco. En el césped, a sus pies, yace descartada una botella de refresco vacía. Más allá del parquecito, sobre el pavimento, percibo a diez hombres en pie y arropados que platican entre sí […] Las cinco personas sentadas en sillas de playa tienen los ojos vendados. Han sido degolladas”.
Ehrenberg pasó la imagen a dibujo, la dividió en 15 secciones iguales, mismas que amplificó digitalmente. “Cada sección me da en qué pensar”.
El resultado fue una serie de estampas digitales. Una imagen atroz que segmentada -como la realidad misma- diluía su crudeza, la atenuaba. La serie podía verse como una crítica a la trivialización de la violencia, a su minimización en el discurso oficial y, lo más grave, su aceptación por parte de la sociedad como algo cotidiano.
Esta serie se asociaba con obras anteriores: “Vilentus/Violatus fue el nombre de una colección de obras que exhibí en 1999. En el catálogo escribí: ‘La violencia envilece al alma. Han convertido nuestros sueños en pesadilla. La brutal desigualdad social cuyo origen único es la polarización del capital; las prácticas políticas que sustituyen la res publica [cosa pública] por una mercadotecnia demencial; el narcotráfico elevado a prácticas corporativas empresariales enclavadas en las más altas esferas del aparato de gobierno, todo repercute en los avatares de nuestra vida…’ Buena o mala, nadie, ni las moscas comentaron aquella muestra. Y México siguió hundiéndose en los negros pantanales de la sangre derramada”.
En 2003, Ehrenberg presentó otro grupo de obras bajo el título Aquéldama – Campo de sangre. “El leitmotiv fueron las emboscadas, enfrentamientos, hostigamientos, trifulcas, batallas, masacres, torturas, degüellos, fusilamientos y secuestros que sacuden la vida diaria de miles y miles de mexicanos. ¿Quién pelea contra quién, si no son mexicanos contra mexicanos? Si lo que estamos viviendo en México no es una guerra civil, ¿qué es entonces?”
El artista no ha quitado el dedo del renglón. Ahora cuestiona con aspereza el argumento gubernamental de que cada hecho de sangre en México es un “caso aislado”. Y hace un recuento de siniestras ejecuciones colectivas y hallazgos de fosas clandestinas, un hilo de sangre que recorre todo el país ante el cual algunos medios informativos han optado por el silencio o por repetir el slogan oficial de los “casos aislados”.
Así, el catálogo de “De tanto árbol ya no vemos el bosque. Obra post-Ayotzinapa” deviene en un acto de protesta ciudadana contra la violencia física y verbal, contra la complicidad, contra la omisión, la distorsión y el silencio.
En la entrada a la exposición, un collage que elaboró Felipe Ehrenberg en 1992 nos recuerda su postura como artista y ciudadano:
Cuando pinto, hago arte.
Cuando vivo, hago política.
Y, a veces, la distinción es imposible.
[Gerardo Moncada]
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