Fascinante opera prima de la escritora rumana Herta Müller, que nació el 17 de agosto de 1953. En 2009 recibió el Premio Nobel de Literatura por su capacidad para describir, “con la concentración de la poesía y la franqueza de la prosa, el paisaje de los desposeídos”.
En tierras bajas es la mirada infantil que intenta codificar una realidad descarnada, violenta, insensible. Es el retrato de un mundo donde la precariedad material va de la mano con (o es antecedida por) la escasez de afectos; recreación de un entorno rural cuya hostilidad apenas es matizada por la imaginación y la fantasía de los aprendices de la vida.
Con una escritura que va de la parquedad descriptiva a la creación poética, Herta Müller recrea una sociedad fracturada, resentida y prejuiciosa (“la gente dice” aparece como muletilla popular).
Con un pequeño pueblo como universo narrativo, la autora no se interesa por hacer un relato cronológico sino por construir una serie de atmósferas sensoriales, emocionales, con breves apuntes sociales o históricos, o con pinceladas surrealistas.
El resultado es una sucesión de estampas poderosas de la vida en el campo, implacables, sin espacio para la compasión.
Ante la impiedad circundante o la hipocresía de los adultos, las fantasías infantiles suelen operar como refugio aunque a veces están cargadas de miedos, de aspereza.
Los relatos que comprende En tierras bajas evolucionan sobre todo en términos subjetivos para adquirir mayor complejidad y una densidad que raya en el delirio.
Algunos pasajes
“Desde los campos, el pueblo parece un rebaño de casas paciendo entre colinas cuyos plantíos sólo son reconocibles por los colores. Todo parece cercano, pero cuando avanzas en esa dirección, no llegas nunca. Jamás he comprendido esas distancias. Yo siempre he ido en pos de los caminos, todo avanzaba ante mí. Sólo tenía polvo en la cara. Y por ningún lado aparecía el final”.
“Los tallos de las gramíneas tienen la transparencia de la hierba. Si miras a través de ellos, ves que el verano es quebradizo”.
“…y seguimos cabalgando por el bosque en pos de nuestro eco”.
“Durante el día, mamá no tenía tiempo para coser. Y diariamente repetía una y otra vez que no tenía tiempo, que no daba abasto a tanto trabajo. Coser no era un trabajo, por eso cosía de noche.
«Mamá trabajaba como una negra. Pero la gente del pueblo no elogiaba su diligencia. Sólo hablaban de que la vecina era un cero a la izquierda, y que si se ponía a leer libros en pleno día, y que si tenía la casa patas arriba, y que si su marido era otro cero a la izquierda por aguantar todo aquello”.
“Las mujeres flotan macilentas en sus largos jubones por las calles del pueblo […] Y la pasta que amasan se hincha como una criatura monstruosa y se arrastra por toda la casa, enloquecida y ebria de levadura […] En las tardes de invierno se sientan junto a la ventana y se entretejen ellas mismas en sus medias de lana rasposa […] Y cuando terminan de envejecer, parecen hombres y se deciden a morir”.
“La esquivaban e insultaban porque se peinaba de otro modo, porque pintaba sus puertas y ventanas de modo distinto a como lo hacía la gente del pueblo, porque usaba otro tipo de ropa y tenía otros días de fiesta, porque nunca barría el empedrado de la calle y en los días de matanza bebía como un hombre y por la noche estaba borracha y en vez de lavar la vajilla y salar tocino, bailaba sola con su escoba”.
“…no puedo pedir agua, porque está prohibido hablar durante las comidas. Cuando sea grande cocinaré flores de escarcha, hablaré durante las comidas y beberé agua con cada bocado”.
“Detrás de la casa balbucea el arroyo. El guijarro apremia, las piedras oprimen…”
“Mamá me dijo ya has berreado bastante. Y tuve que dejar de llorar en el acto y ponerme a hablar amistosamente con ella. Los hijos nunca deben guardarles rencor a sus padres, pues se merecen todo lo que éstos hacen con ellos. Tuve que reconocer en voz alta y espontáneamente que me había merecido aquel bofetón, y que era una lástima que a veces los golpes no dieran en el blanco”.
“Eran árboles delgados, pero no se quebraban. Se aproximaban cada vez más a mi cama e irradiaban mucho frío. Y yo quería bebérmelos al verlos tan fríos y tan incoloros, pero ellos me cortaban la cara y decían: no somos de agua, sino de vidrio. También la lluvia es de vidrio”.
“El portón de la calle chirría. Entra papá. Ya está aquí. Hoy puede caminar recto. Papá no está borracho. Mi corazón palpita de alegría. Aguardo la noche. También hay miedo en la alegría. Mi corazón palpita de miedo en la alegría, de miedo de no poder seguir alegrándome, de miedo de que el miedo y la alegría sean la misma cosa”.
“La cocina se llena de humo. De la olla de remolachas vuelve a subir un vapor denso que llega hasta el techo y nos devora las caras. Horadamos con la mirada esa cálida niebla, que pesa y nos oprime el cráneo. Desviamos la mirada de nuestra soledad, de nosotros mismos, y no soportamos a los otros ni a nosotros mismos, y los otros tampoco nos soportan”.
De Rumania para el mundo
Herta Müller escribe novela, poesía y ensayo. Nació en 17 de agosto de 1953 en Rumania. Ya adulta emigró y adquirió la nacionalidad alemana. En 2009 recibió el Premio Nobel de Literatura por su capacidad para describir, “con la concentración de la poesía y la franqueza de la prosa, el paisaje de los desposeídos”.
Algunos críticos destacan el estilo narrativo de Müller por considerarlo una prosa poética y elogian lo que la escritora ha llamado la autoficción o “percepción inventada” de elementos autobiográficos.
En tierras bajas fue publicada en Bucarest en 1982, en una versión censurada. Dos años después se publicó en Berlín la versión completa.
[ Gerardo Moncada ]